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A siete años de su último disco, The Strokes está de vuelta: así es "The New Abnormal"

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The Strokes. Foto: Difusión

RESEÑA

La banda de Julian Casablancas y Albert Hammond, Jr. lanzó el viernes su nuevo disco, "The New Abnormal", y estas son nuestras impresiones

Siete años es un montón de tiempo para la industria musical actual, que demanda singles y videos y que, más que nunca, insiste en eso de que el disco ha muerto. Siete años es mucho y es lo que demoraron The Strokes, alguna vez los salvadores del rock, en volver con un larga duración. Su último álbum fue Comedown Machine, en 2013, y después hubo un EP (Future Present Past) y nada más. Hasta el viernes, que llegó a las plataformas digitales The New Abnormal.

Los neoyorquinos ya no son los mismos y sin embargo, su esencia está intacta. La rabia ya no va a hacer estallar al mundo como se sentía en su debut Is This It, de 2001, o en algunos de los títulos posteriores, pero quizás el mundo ya estalló y todavía no nos dimos cuenta. Ahora la que se escucha es otra rabia, un poco más amarga, un poco más melancólica; la rabia de los que saben que el tiempo pasó y las cosas no cambiaron tanto.

Eso también puede leerse como desgano, lo cual con una mirada más pesimista respondería a las multitareas de Julian Casablancas y el guitarrista Albert Hammond, Jr., que mientras no grabaron con los Strokes explotaron, cada uno por su lado, sus proyectos personales. Y si a eso se le suma el rumor eterno de que los cinco músicos no se soportan, bueno.

Será desgano o será certeza, algo hay en estos Strokes que los hace diferentes pero iguales, e interesantes. El quinteto más desprolijamente cool de las últimas décadas suena relajado en un disco, en el que, como siempre, desfilan los guiños a los distintos estados del rock. “Bad Decisions” cita a “Dancing With Myself” de Billy Idol; está la influencia oscura de Lou Reed, están los crooner, está la psicodelia, está el synthpop... Quizás por eso el productor fue Rick Rubin, experto en fusionar músicas opuestas y elegantemente purista si se lo propone.

Hay de todo, hasta un cuadro de Basquiat para el arte de tapa y un flamante podcast o programa de radio o show de tevé (no se sabe), que se llama 5 guys talking about things they know nothing about y está en YouTube. Allí están Casablancas, Nick Valensi, Hammond Jr., Fabrizio Moretti y Nikolai Fraiture charlando de todo y de The New Abnormal.

reseña

¿Cómo es el disco?

El disco abre con “The Adults are Talking” y la secuencia de batería ochentosa enseguida da paso a un típico riff de los Strokes, que en vez de enfurecer, se corta para que entre limpia la voz de Casablancas, que en todo The New Abnormal canta tremendamente bien. Su falsete está mejor que nunca y se luce en las tonalidades y texturas que propone. “The Adults...” se queda ahí, con una guitarra serpenteante y una tensión contenida que termina desdibujándose en fade out. “Nos culparán, crucificarán y avergonzarán. No podemos evitarlo si somos un problema”, canta Casablancas con tanta moderación que parece sorna.

En “Selfless”, la melodía es poderosa pero familiar, y es el colchón sobre el que se entonan unos versos de amor que le cabrían a muchos remitentes (la pareja, uno mismo, el prójimo). En “Brooklyn Bridge to Chorus”, la marca de la casa se encuentra con el synthpop en plan Dead or Alive, para evocar memorias y también para preguntarse de qué iban aquellas canciones que afirmaban que este era el comienzo de nuestros mejores años. Después del segundo estribillo, Casablancas dice que “estamos bailando en un rayo de luna sin parar” (“We’re dancing on a moonbeam, on and on and on and on and on”) con un fraseo tan Morrissey que es una belleza.

Mientras que “Bad Decisions” es bien Strokes más allá de esa simbiosis con Billy Idol, “Eternal Summer” camina entre Beck y The Weeknd: es catchy y luminosa y cae en momentos de suciedad, de guitarras filosas y efectos, justo para que el cantante grite que la vida es un viaje tan divertido. Casi como la contracara de ese verano eterno, los sintetizadores se apoderan de “At the Door” y son de a ratos los únicos compañeros de una desesperada voz principal, que canta una letra tristísima de desamor y soledad. “Perdimos este juego tantas veces antes”, es lo último que se dice previo un puente instrumental con toques de canto gregoriano, que termina volviéndose un letargo psicodélico .

La salida inmediata de esa rareza es la simpática “Why Are Sunday’s So Depressing?”; y de ahí se llega a “Not the Same Anymore”, balada retro con precioso trabajo de guitarras y con el quinteto a pleno, bien para musicalizar una escena triste de serie o para cantar a viva voz en el show. Las dinámicas están buenísimas y sostienen la emoción seis minutos.

Y la despedida es con “Ode to the Metz”, que tiene dos arranques posibles hasta que el más lento se impone y toda la pieza sigue así, con depresión épica y unos versos inspirados en Nueva York y que parecen cerrar las líneas narrativas del disco, que son las acciones pasadas y la repercusión presente, las rupturas, la soledad, los que fuimos y ya no somos, la fragilidad, esta nueva anormalidad. “Escucha una vez, no es la verdad. Es solo la historia que te cuento”, dice Casablancas en una canción que completa el disco con bellísima coda final, con toda la banda a pleno.

Será desgano o será certeza, pero los Strokes dejaron fluir su música sin tanta pose, y encontraron un disco muy superior al anterior, un disco de descargas melancólicas que son la resignificación de aquel viejo rock.

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