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¿Cómo es McCartney III, el disco que presenta la nueva reinvención de Paul McCartney?

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Paul McCartney lanzó "McCartney III". Foto: Difusión.

PERFIL

El viernes, Paul McCartney lanzó "McCartney III", un disco que se grabó durante el confinamiento y en el que el exbeatle se encarga de todos los instrumentos

Cada vez que Paul McCartney publica un nuevo volumen de McCartney, significa que se está enfrentando al comienzo de una nueva etapa. Y ese camino siempre está relacionado a un regreso a sus raíces, en el que muestra su autosuficiencia y se encarga de todos los instrumentos, los arreglos y de la producción de sus canciones.

La primera entrega llegó a comienzos de 1970, cuando The Beatles estaba al borde de la separación. En medio de una relación cada vez más tensa con sus compañeros —agravada por la decisión de contratar a un nuevo manager con antecedentes polémicos—, McCartney encontró un refugio en su casa de Londres. Montó un estudio casero y empezó a grabar una serie de canciones que no entraron en los discos de su banda, varios instrumentales y algunas letras sobre la vida familiar. Era su forma de mostrar que podía ser mucho más que un beatle.

El segundo volumen llegó exactamente 10 años después, con McCartney II, un álbum grabado a finales de 1979 en su granja de Escocia, donde se despojaba de la búsqueda de grandeza que proponía Back to the Egg, el último álbum que grabó junto a Wings, su segunda banda. Las únicas reglas eran divertirse y alejarse de todo lo que esperaba de él, y por eso se metió de lleno en el naciente synth-pop y grabó canciones como “Temporary Secretary” —una pegadiza y bastante absurda canción donde pedía por una secretaria de reemplazo—, las instrumentales “Frozen Jap” y “Front Parlour” y la blusera “On The Way”.

El álbum quedó guardado por unos meses, hasta que llegó un hecho que marcaría su vida. En enero de 1980 viajó a Japón para una gira con Wings, pero los planes quedaron descartados cuando llegó al aeropuerto y los agentes de migraciones le encontraron una bolsa con 219 gramos de marihuana. Estuvo nueve días en la cárcel y terminó siendo deportado.

Tras esa mala experiencia, el exbeatle volvió a Inglaterra, disolvió Wings, lanzó McCartney II, sorprendió a unos cuantos críticos musicales y consiguió un número uno con “Coming Up”. Ahora, 40 años después de ese álbum tan extraño como cautivador, llegó McCartney III, un disco nacido bajo circunstancias inesperadas. Claro que el contexto en que se grabó es mucho menos doloroso que el que marcó los primeros dos volúmenes del proyecto, pero sin dudas es una forma de mostrar la capacidad de McCartney para reinventarse en tiempos difíciles.

Grabado en su estudio casero de Sussex, el álbum funciona como una especie de escapatoria para un artista que ha dedicado los últimos 18 años de su vida a girar por el mundo llenando estadios. Y, a falta de shows a causa de la pandemia del coronavirus, McCartney volvió a encontrar un refugio en la autosuficiencia. “Cuando empecé el confinamiento, vivía encerrado en mi granja con mi familia”, relató un poco antes de la salida del disco, que llegó el viernes a plataformas digitales. “Todos los días me iba a mi estudio para grabar una canción para la banda sonora de una película. Cuando la terminé dije: ¿Y qué hago ahora?”. La respuesta era simple: había que continuar con la racha creativa.

“No tenía idea de que terminaría siendo un disco”, le contó a la revista Rolling Stone. “Como no tenía que cumplir con nada, se trataba de hacer cosas que me gustaran, así que pensaba: “Me voy a llevar una canción a casa, Mary (Su hija) va a estar cocinando, los chicos van a estar jugando por todas partes, y alguien, quizás Simon, el marido de Mary, me va a decir: ‘¿Qué hiciste hoy?’. Y voy a agarrar el teléfono y se lo voy a mostrar’. Esto se transformó en un ritual”.

Y esa especie de desafío diario —que al igual que los primeros dos volúmenes de McCartmey estaban atravesados por una mirada lúdica del método de hacer canciones— resultó en un gran álbum que sorprende desde la primera escucha.

A diferencia de Egypt Station, el alegre álbum de 2018 que lo volvió a poner en el número uno de Estados Unidos, acá no hay espacio para esas canciones con estribillos para corear en estadios (“Come On To Me” y “Who Cares”) ni para subirse a las tendencias del momento (la bizarra canción pop “Fuh You”). Eso queda confirmado apenas empieza a sonar “Long Tailed Winter Bird”, que abre con un par de minutos de una guitarra folk frenética antes de que McCartney se lance a cantar.

Basta con escuchar esa primera canción para imaginarse a Paul divirtiéndose en el estudio, sobregrabando líneas de bajo, coros y batería sobre ese riff irresistible. Y esa es la sensación que prevalece a lo largo del álbum. Por ese lado van “Lavatory Lil”, un boogie-woogie pegadizo en el que se burla de alguien que le cae mal; y “Slidin’”, un rock pesado con un riff que recuerda al sonido de El camino, el clásico de The Black Keys.

El disco también está atravesado por letras que representan esas sensaciones que definieron los días de confinamiento. “Nunca solías tener miedo de días como estos,/ Y ahora estás abrumado por tus ansiedades / Déjame ayudarte, déjame ser tu guía, / Te puedo ayudar a alcanzar el amor que sentís adentro”, canta en el primer sencillo del álbum, la optimista “Find My Way”. En el video que acompaña a la canción se puede confirmar cómo el británico se divierte en el estudio mientras graba varias pistas de bajo, batería, guitarra y clavecín (que también aparece en la bellísima "The Kiss Of Venus" y en la balada acústica "Pretty Boys").

Lo mejor llega con “Women And Wives”, con McCartney sentado frente a su piano de cola mientras canta con un fraseo blusero inspirado en el legendario Lead Belly. "Escúchenme, mujeres y esposas, / Escúchenme, maridos y amantes, / Lo que hacemos con nuestras vidas, / Parece importarles a los demás", canta el exbeatle mientras ofrece unas lecciones de empatía para mejorar las relaciones familiares. Además de ese fraseo tomado del blues, el clima musical termina de completarse con las líneas del contrabajo que perteneció a Bill Black, un músico que tocó junto a Elvis Presley.

Pero, sin dudas, lo más enriquecedor de la escucha de McCartney III es “Deep Deep Feeling”, un experimento de ocho minutos y medio con largos desarrollos instrumentales y varios cambios de tempo. La canción se construye sobre lo que McCartney definió como una "orquesta de guitarras", que consistió en grabar 40 pistas del instrumento por cada acorde. "Vos conocés ese sentimiento profundo, profundo, / De cuando amás tanto a alguien, que sentís que tu corazón va a estallar", canta el exbeatle antes de sumergirse en una de sus mejores canciones en mucho tiempo.

Cuando "Deep Deep Feeling" llega a la mitad, McCartney se concentra en las contradicciones que genera ese sentimiento tan intenso. "A veces quiero que se vaya, otras veces quiero que se quede", repite durante varios minutos, recordando a "I Want You (She's So Heavy)", uno de los mayores viajes musicales del disco Abbey Road. Aquí, un arpegio de piano y de guitarra se van repitiendo en un in crescendo que se entrelaza con la insistencia de Paul por cantarle a esas sensaciones que por momentos se pueden volver insoportables. Es el punto más alto de McCartney III.

Al igual que Egypt Station, el viaje musical de McCartney III cierra con una vuelta al comienzo. Paul retoma “Long Tailed Winter Bird” para engancharla con "When Winter Comes", un precioso folk a guitarra y voz que originalmente se grabó en 1992 durante las sesiones de Flaming Pie.  "Debo arreglar la cerca, / Dos zorros jóvenes han estado husmeando, / Y los corderos y las gallinas no se sentirán seguros hasta que esté listo", relata en esa postal sobre la vida en el campo que recuerda a "Heart of The Country", del disco Ram (1971).

"Sé que debe haber otras formas de sentirse libre,  / Pero esto es lo que quiero hacer, y quien quiero ser, / Cada vez que lo intento, siento que puedo volar", dice la letra de "Sildin'". Y esa frase resume el sentimiento que atraviesa las canciones de McCartney III y el rol de la música en la vida del artista de 78 años: es un refugio para expresarse, experimentar y sentirse libre. Y por eso, cada nuevo proyecto de Paul es siempre bienvenido.

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