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Terror de acá: historias de sobresaltos filmados en Uruguay

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Ni Alberto Candeau se salvó de actuar en una película sobre un asesino serial.

Nadie ha escrito una historia del cine de géneros en el Uruguay, tal vez porque mayoritariamente los géneros no han existido.

Para ello se requiere una industria desarrollada, que organiza sus operaciones con un criterio de división del trabajo, decide racionalmente a qué nicho de mercado dirige un determinado producto, y especula con que hay un público para ese producto. Nada o casi nada de eso hay por aquí.

Lo que no quita, naturalmente, que haya películas de género que mal o bien puedan ser clasificadas como dramas (La demora), comedias o algo así (Tres), historias de época (Mataron a Venancio Flores, Artigas la redota) o policiales (Reus). El estreno de Dios local sirve para recordar que hay también películas de terror, el género más injustamente despreciado por críticos, intelectuales y otros indeseables. Y ese género tiene en el Uruguay una pequeña historia.

Prehistoria.

Si uno quiere ir realmente muy atrás puede llegar hasta Placer sangriento (1967), una producción argentina dirigida por Emilio Vieyra rodada en Punta Ballena sobre asesino serial que usaba una máscara monstruosa, mataba mujeres de la peor manera posible y de noche tocaba el órgano. El elenco era mayoritariamente argentino aunque incluía algunos actores locales, empezando por el protagonista Alberto Candeau, que prefería no acordarse mucho de esa película que se convertiría en un film de culto y en uno de los favoritos de los Ramones.

Hubiera sido divertido que pasara algo, pero lamentablemente no pasó nada con El ojo del extraño, un proyecto de Daniel Arijón producido por Ricardo Romero Curbelo, e interpretado por el elenco teatral The Montevideo Players. La idea era filmar un asunto de ciencia ficción de clase B, hablado en inglés para facilitar su ingreso en el mercado norteamericano. Los números fallaron y nunca se terminó. Para la "trivia" queda el dato de que el alienígena que provocaba algunos sobresaltos en tierras uruguayas fue encarnado por el crítico Luis Elbert.

El más denodado cultor local del género ha sido sin dudas Ricardo Islas, nacido en Colonia en 1969 y hoy exportado a los Estados Unidos. Cinéfilo de ley, Islas debutó en 1986 con Posesión, un asunto sobre exorcismos que conoció alguna difusión en televisoras locales del interior, y un año después saltó al largo con Crowley. Es probable que el primer trabajo que llamó la atención sobre él fue su adaptación allargometraje el cuento de Horacio Quiroga El almohadón de plumas que realizó en 1988, en la que había algún homenaje a Alien, el octavo pasajero. Luego vino Rumbo a la oscuridad (1992), una historia de invasiones extraterrestres. Pero es probablemente Plenilunio (1993) lo que el aficionado recuerda con más cariño del trabajo uruguayo: su hombre lobo de peluche no asusta a nadie, pero despierta cierta ternura. Si no se viera al monstruo la película sería mejor: Islas no es malo para crear tensiones y expectativas, un dato que también se confirma en Rumbo a la oscuridad y en las posteriores La trampa (1994) y Mala sangre (1995).

A partir de ese momento Islas se las arregló para instalarse en los Estados Unidos, y para ganarse la vida rodando series y telefilms, generalmente policiales y de terror. Entre sus últimos trabajos están una enésima versión del tema de Frankenstein (2011) y un ejercicio de "gore" titulado Bachelors Grove. Actualmente tiene en postproducción The Sacrifice, naturalmente otra historia de horror.

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Ahora.

Otro nombre a retener es el de Guzmán Vilas, autor de varios cortos y de largos como Sangre en la Mondiola y La balada de Vlad Tepes. Otro cinéfilo consumado, Vilas conoce las limitaciones de lo que hace y las explota fondo, con una mezcla de amateurismo asumido, sobresalto y humor negro.

Gustavo Hernández, con La casa muda y con Dios local es por supuesto el nombre más reciente de esa lista. Como Islas y Vilas, que no ocultan su admiración y su deuda por Carpenter, Hernández viene de esa línea pero no duda tampoco en homenajear al más grande: el (falso) plano único de La casa muda deriva de La soga de Alfred Hitchcock, y las explicaciones más o menos "freudulentas" de su vuelta de tuerca final remiten acaso a Psicosis.

Y hay que sumar lo que está haciendo Juma Fodde quien ya filmó Frondoso edén del Corazón y una adaptación del Quiroga más terrorífico en Los señalados de Dios.

Finalmente Manuel Facal, (antes y después de Relocos y Repasados), dirigió Achuras y Achuras 2, que también era sobre una banda de rock que despertaba demonios. Y Pablo Stoll tiene en carpeta una historia de zombis. Al menos eso es lo que anunció hace algún tiempo, aunque no hubo más novedades al respecto.

Desde Montevideo al cine de Hollywood

No queda muy claro si en la presente cobertura corresponde incluir el nombre de Fede Álvarez, porque su contribución más notoria al género terrorífico no ha sido uruguaya sino estadounidense: la "remake" de Evil Dead de Sam Raimi, producida por el propio Raimi y estrenada en Montevideo como Posesión infernal (2013).

En todo caso hay que conceder que Posesión infernal no existiría si Álvarez no hubiera hecho previamente en Uruguay en 2009 un cortometraje titulado Ataque de pánico, que contaba con imaginativo despliegue de efectos especiales una invasión extraterrestre a Montevideo. Raimi vio ese corto y se llevó al director a los Estados Unidos, donde cumplió correctamente con su "examen de ingreso": Posesión infernal es lo que le pidieron, y lo hizo correctamente. A continuación logró dirigir un capítulo de la serie de Robert Rodríguez From Dust till Dawn , y tiene en preprorucción el "thriller" A Man in the Dark. Se verá.

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