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“Siento mucha presión para mantener el nivel”

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Kurt Russell y Samuel L. Jackson, dos personajes fuertes enfrentados a la intemperie.

Una charla con el director de la recién estrenada Los 8 más odiados.

San Pablo le recuerda sus días de juventud, cuando salió por primera vez de gira. Llegaba entonces para presentar Perros de la calle (1992) como un director ignoto, o al menos eso creía: su ópera prima había causado tanto revuelo en el mundo que no fue recibido en la Mostra de San Pablo como un debutante, sino como una celebridad. Y lo aprovechó, de ronda por las calles, conociendo gente, ampliando su filmoteca. “Estaba excitado por toda la experiencia”, recuerda hoy. Pero sobre todo, Quentin Tarantino (52) cree que aquel viaje iniciático forjó en él un concepto de la industria del cine muy diferente, casi contrario del que tiene la gran mayoría de los cineastas de su país. “Supe entonces que los Estados Unidos serían sólo un mercado más para mis películas. Soy un director estadounidense, pero no filmo para el público norteamericano”, reflexiona ahora en tierras paulistas, durante el lanzamiento de su nuevo largometraje, Los 8 más odiados, que se estrenará este jueves en Uruguay.

Tarantino ha vuelto a Brasil como único punto en Sudamérica de su nueva gira. Viajó acompañado de su novia, Courtney Hoffman, diseñadora de vestuario (trabajó con él en Django sin cadenas), y del inglés Tim Roth (Mr. Orange en Perros de la calle, Pumpkin en Tiempos Violentos y Oswaldo Mobray en la nueva película).

Tarantino nos recibe con los ojos pintados con delineador negro y un apretón de manos. En la sala hay una única persona más: Tim Roth, nada menos. Ambos se levantan para saludar.

-¿Por qué otro western, justo después de Django sin cadenas?

Filmo en general cosas que no conozco y eso me gusta, porque es una oportunidad para aprender. Me encantan las artes marciales pero no sabía cómo filmarlas, así que debí interiorizarme para hacer Kill Bill. En este caso pude filmar algo que ya conocía. Aún me falta: para considerarse un director de westerns hay que haber filmado por lo menos tres. Es un género que amo. Y me gustaba la idea de tener a personajes que en series como Bonanza eran las figuras invitadas, pero que nadie sabía de dónde venían ni lo que pensaban, sólo que tenían un pasado oscuro. Quise ver qué podía ocurrir si las juntaba a todas ellas en una misma habitación.

-Has dicho que tus personajes, y no tanto las películas, serán finalmente tu legado. ¿Por qué?

-Es así. Las películas y las historias van a ser parte de mi legado cuando yo ya no esté, pero creo que en particular lo serán mis personajes. Cuido mucho de ellos. Los diálogos les pertenecen, los conectan a medida que pasa el tiempo.

-Dijiste también que un ciclo que empezó con Perros de la calle se cierra con este film, el octavo de tu carrera. ¿Cómo es esa idea?

-No es tanto un ciclo que estoy terminando ahora. Eso será en mi décima película, cuando me retire. Pero sí existe una conexión entre esta nueva película y Perros de la calle, una acción combinada. Hay algo de círculo ahí, más el hecho de que los actores de ahora están en conexión directa con los años 90. Soy una especie de nostálgico de esos tiempos y vuelvo siempre a ellos.

En camino hacia el final de su carrera (“diez películas es un buen número para una filmografía; no quiero ser el más viejo del grupo”, repite en los últimos tiempos. O: “El cine está llegando a su fin, para qué seguir filmando si ya no quedarán salas en fílmico”), Tarantino se obsesiona especialmente por elegir al actor perfecto para cada una de sus criaturas. Algunos son parte integral de su obra (“los llamo Tarantino’s superstars”, bromea), como Samuel L. Jackson, quien junto con Christoph Waltz manejan “el tempo perfecto” de sus diálogos, según define el cineasta. Así como ha rescatado a figuras olvidadas o en caída libre -el caso de John Travolta en Tiempos violentos es el más famoso-para este proyecto optó por viejos conocidos, grandes actores pero ninguna de esas figuras que aseguran millones por poner su cara en los afiches, como fueron Brad Pitt en Bastardos sin gloria (2009) y Leonardo DiCaprio en Django... (2012). En su fascinación por los 90 (“me gusta además el tipo de actuación de esa época”), sumó a dos íconos de entonces: Jennifer Jason Leigh, en un papel (Daisy Domergue) que la lleva a los Globos de Oro con grandes posibilidades (“cuando llegues al infierno diles que te mandó Daisy”, dice su personaje), y Kurt Russell.

-Volviste a convocar a Tim después de mucho tiempo. ¿Por qué ahora?

-Mi idea era que trabajáramos juntos en Bastardos sin gloria, pero por cuestiones de agenda no pudimos. Coincidimos luego en un festival en México, compartimos una gala y nos divertimos como en los viejos tiempos, nos metimos en la misma clase de problemas. Y yo estaba justo escribiendo el guión de esta película y pensé que sería bueno que Tim formara parte. Ya habíamos pasado demasiado tiempo alejados.

Tim Roth: ¿Fue así de simple? Uauu.

-Sí, incluso en ese mismo festival hubo un homenaje a Arturo de Córdova y al final, en los créditos, aparecía un nombre de alguien del staff: Oswaldo. ‘Es un bueeeen nombre’, pensé. Así que volví a mi habitación y escribí: Oswaldo Mobray. Ahí nació tu personaje.

Mr. Mobray es un verdugo de buenos modales que se encuentra en un parador rodeado de montañas, unos años después de la Guerra de Secesión. La tormenta de nieve atrae hasta allí a un grupo heterogéneo en busca de refugio. Entre ellos hay dos cazarrecompensas, una mujer de largo prontuario, un sheriff aún no proclamado y mucha tensión causada, en parte, por batallas recientes entre el norte y el sur. “Se puede hacer un paralelismo con La cosa, de John Carpenter, cuenta el director. Una caravana que se desvía en tierras nevadas, sin posibilidades de salir, donde no se puede confiar en nadie”. El mítico Ennio Morricone fue convocado para la banda sonora -es la primera vez que Tarantino usa música original y lo hizo, según él, con su “compositor favorito de todos los tiempos, incluso más que Beethoven y Schubert”- y, casualmente, el italiano (hoy de 87 años y más de 240 bandas sonoras en su haber) acudió a fragmentos inéditos que él mismo había compuesto para La cosa (1982) y que Carpenter no utilizó. Claro que la mayor parte de la música de Los 8 más odiados sí la creó especialmente. “Le di el guión y le pedí que escribiera algo que sugiriera violencia, sin más precisiones. Él me dio la música y yo la apliqué en distintas escenas, a mi gusto”, detalla el cineasta, que esperó la tormenta perfecta para cada escena: los actores se mantenían alerta por si tenían que salir a rodar en cualquier momento. La aventura les llevó nada menos que 91 días.

Filmar como antes.

Director de vieja escuela, escribe los guiones a mano, pone música en el set mientras filma y no usa monitor. “¿Cómo puedo estar en la habitación de al lado mientras mis actores están en escena?”, se pregunta. Suele sentarse junto al camarógrafo para tener el mismo punto de vista y se encarga él mismo de la cámara si lo considera necesario. Le gusta dar indicaciones durante el rodaje como si fuera la voz de la conciencia de los actores. ¿De qué me habla este tipo? ¿Cómo puedo dejar que me mire de esa manera?, los guía. Trabaja con una única cámara, sin el backup de otras que lo ayuden luego en la edición, e ilumina toma por toma a su gusto. Esta vez acudió a un formato de 70 mm (hace un tiempo le solicitó formalmente a Kodak que no dejara de fabricar celuloide) conocido como Ultra Panavision 70, que solía utilizarse en films de los años 50 y 60. Su objetivo: lograr panorámicas grandilocuentes y un mayor acercamiento a los personajes. “No filmo para comprarme una segunda casa ni para climatizar mi piscina. No tengo mujer ni hijos, afortunadamente no hay nada que se anteponga a mis películas. Son lo más importante, todo lo demás es secundario”.

-¿No te da miedo que el público espere siempre la obra perfecta?

-Siento mucha presión por mantener el nivel, no digo excelente, pero sí satisfactorio. Me decepcionaría que la gente, que espera cierta calidad, no se sintiera complacida.

-Después de tu décima película. ¿Ves como una posibilidad dedicarte a las series de televisión?

-Es absolutamente una opción. Podría hacer eso, además de escribir novelas y obras de teatro, que es lo más probable. No sé si haría series, pero sí miniseries. Me veo realizando miniseries de cuatro horas.

No ha definido aún qué proyectos encarará en los próximos años, pero baraja dirigir una versión teatral de Los 8 más odiados.

“Me gusta la idea de que otros actores interpreten a estos personajes”. La pieza ya estuvo en un escenario: el elenco de la película había participado de una lectura pública en un festival de cine solidario, en abril de 2014, cuando la decisión de Tarantino era no filmar: se había filtrado el guión en Internet. Pero gustó tanto la puesta que decidieron rodar.

Tarantino compró en 2010 una pequeña sala donde solía ver películas en su juventud, la New Beverly de Los Ángeles, cuando aún trabajaba en un videoclub de la zona, en Manhattan Beach. No fue solo un gesto para salvar un cine en ruinas, sino también una manera de militar por el cine desde el llano, programando films únicamente en 35 mm, muchos de ellos de su colección.

Es que si hay algo que perturba es el futuro del cine: “La idea de que haya gente mirando una película en el teléfono es deprimente”.

La pelea con Spike Lee y sus luchas personales

En San Pablo, Tarantino sólo hará gala de sus pocas pulgas en la conferencia de prensa, cuando le pregunten por segunda vez si trabajaría con Spike Lee. “Me quedan dos films y no voy a desperdiciarlos trabajando con ese maldito. El día que trabaje con él será el día más feliz de la vida de ese pequeño hijo de puta”.

La pelea con el director de Malcolm X viene de lejos. Lee había cuestionado “el uso excesivo” (38 veces) de la palabra “nigger” en Jackie Brown y consideró a Django sin cadenas una obra “irrespetuosa” con sus ancestros. Lee había pedido el boicot de Django... como ahora los sindicatos de la policía de Estados Unidos hacen lo propio con Los 8 más odiados en respuesta al apoyo del director a familiares de víctimas de crímenes cometidos por integrantes de esas fuerzas. “Me gusta dar mi apoyo a las familias que han perdido a seres queridos en actos absurdos y totalitarios. Soy un optimista al que no le gusta meterse en política, pero a veces quedarse callado es darles la razón”, manifestó el cineasta en una entrevista televisiva.

-En Los 8 más odiados, la discriminación se ve a través de una carta de Abraham Lincoln que todos los blancos envidian. ¿Cómo surgió la idea?

-Quería incluir la carta, pero no tenía muy claro dónde. Quería sacarle provecho. En el primer borrador aparecía en exhibición. Pero les mostré el guión a algunas personas y me dijeron: puedes hacer algo mejor con ella. Sabía que tenían razón, pero no se me ocurría qué.

El texto de Lincoln es el respaldo emotivo del Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), único negro del grupo y tan cuestionable como los demás. “Algo que descubrí ahora, mirando hacia atrás, es que todos mis personajes se caracterizan por pretender ser otra cosa. Se muestran de una manera siempre mejor de lo que son”, dice.

Cinco momentos clásicos

Perros de la calle -1992-

 Michael Madsen bailando al ritmo de “Stuck in the Middle With You” de Stealers Wheel mientras tortura al policía, dejó claro que Tarantino tenía una idea muy retorcida del humor.

Tiempos Violentos -1995-

Vincent Vega saca a pasear a la esposa de Marcellus Wallace. La noche empieza bien con un baile que se convirtió en un clásico del cine. Al rato, todo se pone mal.

Kill Bill Volumen 1 -2003-

La novia se enfrenta, primero a los 88 locos, una pandilla desaforada que se la quiere comer viva. Después, con Santa Esmeralda de fondo y el metrónomo de una fuente, pelea con O-Ren Ishii.

Bastardos sin gloria -2009-

En un pub se encuentran nazis y cazadores de nazis, una reunión de las menos amigables de la historia. Todo empieza con un suspenso de esos espesos para terminar en un baño de sangre. Tarantino en estado puro.

Django sin cadenas -2012-

Django llega a vengarse de los Brittle justo en el momento en que uno de ellos está por castigar a una esclava. La música, el porte, la cámara que acompaña y su imagen reflejada en un espejo es una lección de cine.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Kurt Russell y Samuel L. Jackson, dos personajes fuertes enfrentados a la intemperie.

quentin tarantinoMATÍAS WAIN / LA NACIÓN / GDA

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