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Leonardo Haberkorn: "Hicimos bien en no amplificar los discursos anticientíficos"

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Leonardo Haberkorn. Foto: Darwin Borrelli

ENTREVISTA

Leonardo Haberkorn lanzó su nuevo libro Richard Read: espalda con espalda. El periodista habla de este nuevo trabajo, su rol en la televisión, los choques en las entrevistas y la imagen del gobierno.

El periodista que se luce cada mañana en el panel de Desayunos Informales (Teledoce) volvió a su principal amor. Leonardo Haberkorn dedicó meses de este año de pandemia a la investigación periodística para dar a luz un nuevo libro. En este caso, Richard Read: espalda con espalda, una biografía sobre el popular dirigente sindical Richard Read. “Desde el 83 está en la primera línea de las noticias, solo Sanguinetti tiene esa permanencia”, destaca.

Además de anticipar su libro recién salido de imprenta, el autor reflexiona sobre el vínculo entre el periodismo y la política, y afirma que es "un disparate" hablar de un "blindaje mediático" del gobierno. También opina sobre la propuesta de liberar presos vinculados a crímenes de la dictadura militar, se distancia de su colega Gabriel Pereyra en la autocrítica que hizo sobre el rol del periodismo frente a la campaña de vacunación, y evalúa su proceso de adaptación a la lógica televisiva. "Hay entrevistados difíciles", dispara. Y da nombres.

-¿Por qué hacer un libro sobre Richard Read?

-Él me llamó, me dijo que había tenido una propuesta de la editorial y que había pensado en mí para hacer el libro. Yo le planteé que me interesaba, pero que quería tener también los testimonios de otra gente, y que ahí podían aparecer visiones negativas sobre él. Richard aceptó esa pluralidad. Yo creo que él como personaje vale porque desde el 83 está en la primera línea de las noticias. Solamente (Julio María) Sanguinetti tiene ese nivel de permanencia.

-¿Cuál diría que fue la mayor dificultad que enfrentó en el proceso de este trabajo?

-En estos 40 años Richard estuvo en muchas más cosas que las que yo recordaba. Yo tenía en mi cabeza su actividad como dirigente sindical en la Central, pero su actividad sindical en la fábrica y su relación con la empresa era mucho más rica de la que pensaba y me llevó más esfuerzo trabajar en eso. Por otro lado, a fines de los 90 estuvo en negocios privados de la noche. Tuvo boliches y restaurantes, y era muy criticado en el Pit Cnt por tener negocios. Encontrar gente que diera testimonio sobre esa parte de su vida fue complicado.

-¿Qué tan real es esa imagen que hay instalada sobre él como el “sindicalista moderado”?

-Él ha tenido varias etapas. Cuando empezó era un dirigente radical. Tenía choques con los comunistas, que eran más moderados. Pero si le preguntás a él, responde que no se moderó y que tiene el mismo radicalismo. La gente que lea el libro va a poder sacar sus conclusiones.

-¿Tiene cierta sobreexposición por ser funcional al discurso de los grandes medios?

-No. Hay una lectura interesada que dice “los medios le dan vida a Richard”, pero los principales referentes sindicales tienen mucha presencia en los medios. Fernando Pereira, Marcelo Abdala, Joselo López tienen mucha presencia mediática. Incluso muchos han tenido luego otras responsabilidades gracias a su exposición pública. Fue el caso de Daisy Tourné u Oscar Andrade. Por otro lado, es evidente que Richard es una persona que habla con libertad y que no tiene el cassette puesto. Siendo frenteamplista no se priva de criticar al Frente Amplio de un modo que no es frecuente. Y los periodistas siempre buscamos voces de personajes que hablan sin cassette.

-En un momento se manejó el nombre de Read como candidato a la Intendencia de Montevideo por el Frente Amplio, ¿ve posible su desembarco a la política partidaria?

-El libro termina con una pregunta en ese sentido y él deja una puerta abierta.

-Al haber sido un dirigente tan crítico con el Frente Amplio, ¿diría que es un personaje querido entre su dirigencia?

-El Frente Amplio es muy diverso. Como periodista tengo la sensación de que hoy el Frente Amplio tiene un ala muy fuerte representada por el Partido Comunista con un líder claro como Andrade, un sector fuerte que es el MPP que está en búsqueda de un nuevo líder para sustituir a Mujica, y un sector amplio muy fragmentado que en su momento encabezó Astori y hoy tampoco tiene un liderazgo claro. En este último pienso que es donde está la gente que más lo quiere y es un sector que está desamparado. Pero hoy Richard no es el líder y no está claro que quiera serlo.

NUEVO LIBRO

Read para leer

El periodista acaba de presentar Richard Read: espalda con espalda, la biografía del popular dirigente sindical. El trabajo se suma a una lista de libros que convierten a Haberkorn en uno de los periodistas uruguayos más leídos. Milicos y Tupas, Historias Tupamaras, Crónicas de sangre, sudor y lágrimas y Liberaij son algunas de sus publicaciones más exitosas.

-Pese a tener una extensa carrera en los medios, usted debutó en televisión abierta hace dos años, ¿cómo se lleva con la dinámica de este medio?

-Muy bien, pero es completamente distinta. En prensa escrita uno hace la entrevista y después puede volver a llamar al entrevistado para agregar una pregunta, o si algo quedó mal puede borrarlo. También se pueden hacer entrevistas de tres horas y quedarse con lo más sustancial. En televisión no hay nada de eso. Muchas veces la gente te dice “no le preguntaste de tal tema porque sos facho o foca”, y en realidad uno no lo hizo porque no se le ocurrió o porque se le ocurrió unos minutos después y se quiere matar. Eso lo fui aprendiendo sobre la marcha y creo que lo he ido mejorando.

-En Desayunos Informales muchas veces hay fuertes cruces con dirigentes políticos, ¿hubo alguno que lo haya hecho sentir especialmente incómodo?

-Hay entrevistados difíciles. Andrade, por ejemplo, habla, habla y habla, y cuesta mucho hacerle una pregunta. A veces he salido conforme de entrevistas con él, pero me ha pasado de que sea muy difícil que conteste la pregunta que uno le hace. También hubo una entrevista a (Gustavo) Zubía muy complicada en la que se peleó con todos. Todo el equipo entró en una dinámica de pelear con Zubía, que no es la idea.

-¿Se siente cómodo en este tipo de entrevistas más confortativas?

-Lo que ocurre es que la gente ha entrado en una expectativa errada de lo que es una entrevista. La gente piensa que es una especie de duelo en la que uno se enfrenta al entrevistado, y Zubía o Andrade tienen que salir sangrando pidiendo clemencia. Uno pregunta para saber qué piensan los entrevistados, que seguramente no coincida con muchos de los que están mirando. Claro que si uno dice una mentira hay que decir que no es así, pero las entrevistas no son juicios o combates. La gente dice “les pintó la cara” o “les ganó”, pero “ganarle” al entrevistado nunca es el objetivo de la entrevista. El objetivo es ayudar a la gente a entender mejor la realidad.

-¿Durante mucho tiempo no pasaba lo contrario?, ¿el periodismo televisivo no era demasiado condescendiente en las entrevistas?

-Sí, estoy de acuerdo. Durante mucho tiempo se sostenía el micrófono y el entrevistado decía lo que quería. El otro día Fernando Pereira decía que el periodismo cambió y ahora son tres que preguntan a la vez. Yo creo que Fernando Pereira contesta enojado de más. El periodismo televisivo ha cambiado, pero para bien. Ya no solo sostiene el micrófono. Igualmente eso no quiere decir que las entrevistas tengan que ser una guerra.

-Algunos dirigentes de la oposición sostienen que este gobierno tiene un “blindaje mediático”, ¿coincide?

-Eso es una pavada, un disparate. Yo estoy hace menos de dos años en Desayunos Informales, y Fernando Pereira ya vino como cuatro o cinco veces. Lo mismo ha pasado con los principales dirigentes de izquierda. A nosotros nunca nadie nos bajó línea de nada. Nunca nos dijeron “qué bien que salió esto”, “qué mal que salió lo otro”, “faltó preguntar esto”. Yo no lo aceptaría.

-Hay quienes critican la permanente presencia de Lacalle Pou en los medios, por ejemplo.

-La gente dice que el periodismo va mucho detrás de Lacalle cuando va a inaugurar algo y le toman declaraciones. Es cierto, ¿pero acaso no pasaba lo mismo con Mujica?, ¿él no salía permanentemente en los medios cuando era presidente? Él también iba a los lugares y comunicaba bien. Los medios no tienen la culpa de que Tabaré Vázquez en su segunda presidencia haya elegido encerrarse y no comunicar. Cuando terminó la presidencia, después de haber estado encerrado sin hablar por cinco años y haber hecho un gobierno bastante pobre, hizo una gira por Zoom para culpar a la prensa. La culpa no era de los periodistas.

-Como periodista especializado en asuntos del pasado reciente, ¿cuál es su lectura sobre el proyecto para liberar presos del Domingo Arena, condenados por delitos de la dictadura militar?

-Hay dos posturas. Una dice que hay que liberarlos porque son presos políticos, pero esto no es así. Son criminales condenados por la Justicia. Es cierto que algunos casos se resolvieron de forma dudosa, pero habría que hacer hincapié en esos casos y no en todos. Hay quienes dicen que la Justicia se ensañó con ellos, pero en muchos casos ha sido al revés y la Justicia fue especialmente lenta. Por otra parte, el proyecto de Cabildo Abierto argumenta que todos los mayores de 65 años tienen que ser liberados, pero todos sabemos cuál es el objetivo real.

-Otro argumento es que hay tupamaros que cometieron delitos similares y no cumplieron la condena correspondiente.

-Es verdad que hay tupamaros que nunca pagaron por sus delitos, pero son la minoría. La mayoría pagó con muchos años de cárcel.

-¿Usted piensa que el reclamo por la liberación de estos presos es legítimo?

-Pienso que no. Hay que dar el mensaje de que los mayores represores y responsables de desapariciones y asesinatos usando el aparato del Estado tienen que pagar. No puede ser gratuito.

-Se cumplen seis años de aquella carta de renuncia como profesor universitario que se hizo viral y recorrió el mundo, ¿cuál fibra piensa que tocó para alcanzar semejante repercusión?

-Evidentemente puse el dedo en la llaga de un problema que estaban padeciendo en centros de estudio de todo el mundo. En una semana tuve 20 llamadas de radios de distintas provincias de Argentina, y llegué a salir en vivo para la televisión de Bulgaria, donde me transformé en un icono. Es una problemática que cada vez está peor. Los tipos que hacen los celulares los fabrican para que los miremos cada vez más.

-En el texto parecía que cargaba la responsabilidad sobre los estudiantes.

-Muchos me criticaron por no hacer una mea culpa, pero yo hice un mea culpa. En el texto decía que capaz que el problema era yo. El tema es que yo tenía la frustración de los últimos cursos porque había empezado un cambio radical en los dos años anteriores a que yo publicara esa carta. Era un cambio muy rápido en el que se acentuaba el desinterés de los estudiantes por la clase.

-A la distancia, ¿cuál es la conclusión que saca?, ¿en qué está fallando el sistema educativo?

-Hay un problema global, pero Uruguay viene especialmente mal. Ni el 40% termina la secundaria. Los chiquilines sienten que pierden tiempo en el liceo. Uruguay tiene que enfrentar el problema de la educación si queremos que el país se suba a la ola del conocimiento. Después está el tema de la enseñanza en las universidades de comunicación privada, que se tienen que replantear sobre cómo se enseña periodismo. Que tengan que hacer cuatro años para alcanzar una licenciatura y salgan a ganar un sueldo que quizás sea menos de lo que pagaban por mes en la universidad no tiene mucho sentido. Yo iría a carreras más cortas con una base teórica menor.

-¿Descarta volver a la docencia?

-Siempre me gustó dar clase y siempre lo disfruté, pero el impacto fue tan fuerte que nunca más nadie me propuso nada (risas).

-Hace unos días Gabriel Pereyra publicó una fuerte autocrítica en la que planteaba lo mal que había estado como periodista en hacer oídos sordos a los cuestionamientos a las vacunas, ¿coincide?

-Gabriel es un amigo, lo quiero mucho y es un gran periodista, pero no coincido. Pienso completamente distinto. Una cosa que hicimos bien en el periodismo, con los errores que siempre cometemos, fue no amplificar discursos totalmente irracionales y anticientíficos sin sustento. Estuvimos perfectos. Que (Aldo) Mazzucchelli escriba sobre Herrera y Reissig y siga haciendo cartas astrales, pero sobre la pandemia me quedo con lo que dicen los que saben.

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