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Elizabeth Karayekov, la bióloga molecular que vivió en Uruguay, canta con una "Big band" y llega a la Zitarrosa

La argentina, música y bióloga molecular, Elizabeth Karayekov se presentará el próximo 12 de abril en la sala Zitarrosa junto a su banda de 14 músicos y un repertorio de clásicos de todos los tiempos.

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Elizabeth Karayekov.
Elizabeth Karayekov.
Foto: Difusión.

Nació en Buenos Aires, pasó su adolescencia en Montevideo, hizo su doctorado de bióloga en Argentina y llega por primera vez como cantante a Uruguay. La vida de Elizabeth Karayekov ha sido siempre así, entre las dos orillas del río y entre dos universos tan distintos como la ciencia y la música.

Comenta que de chica, en Uruguay le decían “la porteña”, y que en el círculo de músicos donde se movía en Argentina, le decían “la rusa”.

Karayekov se presentará el próximo 12 de abril en la sala Zitarrosa junto a su banda de 14 músicos, más vestuario y puesta en escena que situará al público en los dorados años cincuenta para lograr algo distinto: fusionar el sonido de una Big Band con una selección de clásicos del pop y el rock moderno. Sobre su música y su vida entre dos carreras y orillas es esta charla.

Elizabeth Karayekov.
Elizabeth Karayekov.
Foto: Difusión.

—¿Cuándo empezaste con este espectáculo con banda?
—Formé la primera banda en 2013, y esta orquesta está desde 2017, ya tiene unos años. La idea siempre fue interpretar con banda un repertorio ecléctico, porque va pasando por distintos artistas y géneros. Siempre con una cosa en común: son canciones que están cerca de la gente, al menos más que un repertorio más de jazz o de estas orquestas. Así que la construcción de la banda está atada a esa idea de poder hacer versiones originales en este formato de orquestación big band. Hoy son 14 los músicos que forman la banda, y que permiten jugar con artistas como Madonna, Aerosmith y muchos más.

—¿La consigna es siempre interpretar canciones conocidas?
—Sí, esas que tocan una fibra de la gente, lo que me pasó a la hora de elegir el repertorio. Porque la idea de transformar la canción en una nueva versión musical tiene sentido solamente si la gente conoce la canción. Entonces tienen que ser canciones conocidas. Trato de no caer en el mega éxito recontra gastado, pero sí en éxitos que se permitan transformar, lo que no siempre es sencillo. Nos ha pasado de algunas canciones que tenía en mente hacerlas para el show y no se ha podido lograr, han quedado en la lista de pendientes.

—¿Cómo es cambiar una canción y adaptarla a una big band?
—A veces tengo una idea de por dónde quiero que vaya, alguna idea de referencia de estilo, pero hay un encargado de escribir la partitura. Yo trabajo mano a mano con el director de la orquesta, Ernesto Salgueiro, quien está desde la primera formación, cuando eran solo ocho músicos.

—¿Para estos inicios en la música, ya eras bióloga molecular?
—Sí. Hice la licenciatura en Ciencias Biológicas acá en la Universidad de la República, en Malvín, y la terminé en 2004. Después me fui a Buenos Aires donde hice cinco años de Doctorado, y me recibí de Doctora en Ciencias biólógicas en 2010. En paralelo empecé a desarrollar la carrera artística.

Elizabeth Karayekov.
Elizabeth Karayekov.
Foto: Difusión.

—Entonces llegaste a lo máximo que se podía lograr y cambiaste de rumbo.
—No, porque trabajo de bióloga. Así que de alguna manera hago las dos cosas. Igual es cómico porque pareciera que como de la música no se puede vivir, soy bióloga, y ninguna lo logra, con ninguno de los dos caminos me lleno de plata. (se ríe).

—Pero sí te da satisfacción personal.
—Sí. Fueron las dos pulsiones que tuve desde siempre. Era chiquita y ya estaba con el tema de la naturaleza, y todo el día cantando y haciendo conciertos en mi casa para la pared. Siempre me gustaron mucho las plantas, hice quinto biológico y sexto agronomía, sabía que las plantas me gustaban.

—¿Y de dónde viene ese gusto por las plantas?
—No sé. Más chica fui coaptada por la ola ecologista, el “salvemos el planeta”, todo eso. Era de tener la bandera de Greenpeace y juntaba pilas en el barrio para reciclar. Vivía en el Buceo y las movidas las hacía ahí porque mi padre tenía un almacén, así que usaba de plataforma el negocio de mis padres para mis proyectos ambientalistas. Acá también tuve mis primeras experiencias en coros, y con unas amigas armamos un grupo vocal. Esas fueron mis primeras experiencias en la música, y después lo desarrollé más cuando fui a Buenos Aires. De Montevideo me fui bióloga y ahora vuelvo como cantante, así que este primera show en Uruguay tiene su carga emocional. Porque la gente que me dejó de ver acá, mis compañeros de liceo y facultad, no tienen idea de esta faceta. Porque para mí la música era algo muy solitario, era algo que hacía yo en mi cuarto.

Elizabeth Karayekov.
Elizabeth Karayekov.
Foto: Difusión.

—¿Qué te dio por formar en 2013 una banda?
—Mi vida estaba muy fácil, había que complicarla (se ríe). Creo que, sin haber tenido presión familiar; mis padres dijeron “qué es eso” cuando les dije que quería ser bióloga, pero si algo más interno. Cuando termino el doctorado, de alguna manera operó en mi una habilitación interna a decir: ahora me voy a dedicar a esto en serio. Porque hasta entonces venía siendo un espacio lúdico, algo que me gustaba y disfruté. También hay personas que te influencian a pensar esas posibilidades o tomar esas decisiones, y hubo un par que tuvieron esa gravitación.

—¿Algún ejemplo?
—Cuando cantaba en un coro gospel en Buenos Aires, donde tenía algunos temas solista, un sonidista que nos fue a operar en una presentación me dijo: “tenés algo, tenés que hacer algo más con esto”. También, cuando formo la primera banda, en 2013 por esas cosas de la vida en un show me va a ver Victor Hugo Morales y eso también gravitó, porque después de la función se acercó y me dijo: “sos una gran artista, ¿dónde estabas?”. Esas cosas motivan, porque en los artistas hay una parte que es interior, que pasa por el mundo sensible de cada uno y cómo se vincula cada cual con el arte, que tiene que ver con una pulsión de querer exteriorizar algo. Pero los artistas también, incluso aquellos que dicen que no les importa, siempre está la mirada del otro, e importa cómo el otro percibe lo que uno hace; qué piensa de lo que uno pone en el escenario; qué le llegó a la gente. Esa mirada externa me ha influenciado; viene alguien que considero que tiene una opinión válida y me dice: “sos una gran artista”, me lo empiezo a creer. Además, en esos momentos recién estaba arrancando, y esos comentarios tenían su peso.

—Escuché una versión de “Like a prayer” de Madonna, impensada.
—Esa es la sorpresa, es una parte de juego que propone el show, le proponemos a la gente que juegue con nosotros y estas canciones. ¿Podría haber sido que Steven Tyler cantara “Cryin’” al estilo años 50? Y te lo podés llegar a imaginar, porque nosotros jugamos a eso y a que la gente descubra la canción. Algo importante de los arreglos que hacemos, esa transformación, tiene que mantener la canción su huella digital. Si la pierde en el proceso, no sirve. La magia está en transformarla y que la gente, tal vez no al principio pero cuando llega al estribillo, la reconozca. Eso es lo que buscamos. Además, como artista otra cosa que siempre me importó y que en este show se alcanza tiene que ver con la puesta en escena, el vestuario, el diseño de luces. Son 14 músicos pero después hay técnicos que tienen que venir para recrear una parte muy importante del show que tiene que ver con lo que se ve en escena, y es lo que termina de cerrar esta ilusión que proponemos.

—Eso te requiere dedicarte a otras áreas además de lo interpretativo.
—Sí, lo vocal es fundamental porque soy cantante, pero es todo lo que tiene que ver con el decir desde lo corporal, y siento que eso me ayuda a sobrepasar la barrera que me impone el idioma con el público. Porque este género musical está muy ligado al inglés. Antes lo hacía todo en inglés, desde el año pasado empezamos a sumarle canciones en español, lo que es un gran desafío.

—Tu adolescencia fue en Montevideo, ¿por dónde te gustaba pasear?
—Por la rambla. Siempre me gustó el aire libre y era un espacio que disfrutaba de todas las maneras: en patines, en bicicleta, iba a caminar, hasta para estudiar los exámenes del liceo de física o química, iba al puertito del Buceo. Vivía en la rambla. Eso es algo que le falta a Buenos Aires. Cómo será esa conexión con los espacios verdes que hace tres años me mudé a Rosario que tiene esa cercanía con el río y no estás tan encerrado en la ciudad. También por la escala, es una ciudad parecida a Montevideo.

Elizabeth Karayekov.
Elizabeth Karayekov.
Foto: Difusión.

—¿Qué no va a faltar en el concierto de la Sala Zitarrosa?
—Alegría y música que te vuela la cabeza. Para mucha gente que nos va a ver, es la primera vez que ven una orquesta de este tipo, primero porque no hay tantas y porque si no es alguien que ya está enganchado con el jazz, por ahí no se le ocurre. Y la experiencia de estar en un lugar donde está sonando una orquesta de este tipo, a nivel experiencia es única. Es un sonido avasallante que te envuelve y te hace parar. Y la orquesta suena imponente, te vuela la peluca. Pero sobre todo nuestro show tiene la impronta de transmitir mucha alegría. Otra cosa que no va a faltar es un invitado de lujo: Hugo Fattoruso. Vamos a hacer una canción de él que estamos arreglando para tocarla con la orquesta completa, él se va a sumar en el piano y va a tocar una canción de las nuestras. Nos sentimos bendecidos, no podemos pedir más.

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