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¿Qué política exterior para EE.UU.?

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Una de las consecuencias más importantes de las elecciones presidenciales que ocurrirán en Estados Unidos (EEUU) en un par de semanas más, refiere a la definición de la política exterior de esa principal potencia mundial.

El período de cuatro años de presidencia de Trump marcó un viraje muy fuerte con relación a sus antecesores en este sentido. En efecto, de un intervencionismo amplio, que pasaba por una extendida participación directa o indirecta en los principales temas de la agenda internacional, la política de Washington mutó en un retraimiento que cambió ecuaciones regionales muy importantes.

En primer lugar, ese aislacionismo estadounidense puso en tela de juicio el multilateralismo en relaciones internacionales. La administración Trump retiró a EEUU de acuerdos relevantes, como por ejemplo el de desnuclearización de Irán firmado en 2015; puso en tela de juicio la eficacia de organizaciones como la Unesco; y sobre todo centró sus iniciativas en acuerdos bilaterales que cambiaron equilibrios de larga data, como por ejemplo en el caso de la renegociación de los acuerdos comerciales con Canadá y México, o en el del nuevo impulso que intentó llevar adelante en la península de Corea.

En segundo lugar, ese aislacionismo se tradujo en el retiro real militar y político de EEUU de regiones claves en donde hay conflictos muy importantes. Es cierto que no se trató de un retiro completo, pero tanto en Afganistán como en Siria, por ejemplo, la administración Trump cambió la política de EEUU allí, de forma radical. En ese sentido, de nuevo los diálogos bilaterales tomaron la delantera en materia estratégica: con Turquía, con Brasil o incluso con las potencias europeas, soslayando lateralmente a la OTAN, estos cuatro años han marcado también diferencias con relación a la política norteamericana posterior al final de la Guerra Fría.

En estos años en los que Estados Unidos decidió retirarse de lugares estratégicos, no ha alumbrado un nuevo orden hecho de la aplicación del derecho internacional o de una mayor coordinación de potencias regionales. La ley del más fuerte ha ganado el protagonismo.

En tercer lugar, Trump ha señalado claramente que las prioridades de EEEUU pasan por un nuevo relacionamiento con China, tanto comercial como en materia de seguridad. Más tarde o más temprano eso iba a ocurrir, en la medida en que ninguna primera potencia en el mundo acepta cruzada de brazos el ascenso de una potencia desafiante: Hoy es Washington y Pekín, pero a finales del siglo XIX, por ejemplo, fueron Londres y Berlín.

Las traducciones de esa mayor rivalidad fueron diversas: desde cuestiones tecnológicas claves en torno a la conexión 5-G por ejemplo, hasta reformulaciones de alianzas militares, como el mayor protagonismo estadounidense en Taiwán, pasando por sanciones bilaterales importantes que dañan el crecimiento del comercio mundial y por un alineamiento cada vez más explícito de países que, en particular en Asia y en África, no están pudiendo quedar por fuera de la gran rivalidad de potencias que está marcando este inicio del siglo XXI.

En este contexto mayor, se ha afirmado en distintas regiones el protagonismo de Estados que han decidido defender sus intereses incluso en desmedro de instituciones internacionales comunes. Es el caso de Rusia, por ejemplo, que no solamente anexó Crimea, sino que además juega con Turquía un papel relevante y bilateral en la crisis entre Armenia y Azerbaiyán, en la recomposición en Siria, y también en los poderes fácticos que se dividen hoy Libia.

Con este nuevo escenario internacional, ¿es posible que una política guiada por los demócratas de Biden cambie sustancialmente el rumbo aislacionista de EEUU? Seguramente sí, pero ¿cómo reformulará, por ejemplo, el vínculo con China, en un marco en que es evidente que Pekín ha decidido transformarse en un actor mundial de mayor peso, y con ello aumentar fuertemente su involucramiento estratégico en crisis lejanas, como la de Irán en Medio Oriente, o proveerse de mayores armamentos previendo posibles conflictos militares en Asia, como el ya insinuado hoy con India?

En definitiva, en estos años en los que EEUU ha decidido retirarse de lugares estratégicos, no ha alumbrado un orden hecho de la aplicación del derecho internacional o de una mayor coordinación de potencias regionales. Por el contrario, la ley del más fuerte ha ganado protagonismo, como bien lo saben, por ejemplo, rusos, chinos y turcos.

Ya sea entonces que gane Trump, y que por tanto se avance en el rumbo internacional aislacionista ya señalado, o ya sea que gane Biden, y que por tanto se reformulen las prioridades de Washington, lo cierto es que la decisión presidencial que se tome en un par de semanas más en EEUU será crucial para el orden mundial.

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