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Con plata que no hay

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El debate sobre el presupuesto entró ahora a la Cámara de Senadores para una vez aprobado, ponerse en marcha.

Como toda ley de Presupuesto, además de definir gastos e inversiones, la propuesta también plantea formas de funcionamiento en el Estado que generan controversias como, por ejemplo, la de quién y cómo administrará la UAM o si es desde Presidencia que deben llevarse adelante ciertas políticas para viviendas de emergencia.

Pero básicamente lo que se discute es de qué manera el Estado va a usar los recursos que recoge con los impuestos que pagamos quienes habitamos este país.

El proceso es siempre complejo porque diferentes grupos de interés suplican, reclaman y exigen la tajada más grande, no importa en detrimento de quien vaya. De un día para otro, la oficinista más insignificante del Estado necesita más recursos porque la salvación de la patria, la soberanía nacional, el bienestar del pueblo y la salud colectiva dependen de que a ella se dé el dinero requerido. Así se agendan reuniones con los que deciden y votan, se hacen huelgas y concentraciones en la calle con pancartas desplegadas.

Por cierto, hay una parte del país que mira este proceso desde afuera. No porque no le importe, sino porque nada de lo que diga y opine será tenido en cuenta. Es el sector que vive de la actividad privada. O sea, el que paga las cuentas que otros gastan.

Los distintos grupos de interés (todos relacionados al Estado) se están manifestando en forma más agresiva que otros años. Es que el presupuesto presentado se elaboró con evidente austeridad. Y se hizo así por la simple razón de que no hay plata.

No la hay porque el anterior gobierno fue aumentando el déficit fiscal hasta dejarlo, en el momento de irse, en cerca de un 5 por ciento. Un déficit de ese tamaño solo se cubre con endeudamiento o emitiendo y generando inflación. No la hay además, porque se vino la pandemia. Las medidas sanitarias de emergencia exigieron una cuarentena parcial, con cierre de actividades. A raíz de eso aumentaron los seguros de paro, se instrumentaron medidas de apoyo social a los sectores más vulnerables y se establecieron planes de ayuda en muchas direcciones. Además, claro, se debió invertir en nuevos instrumentos para controlar y atender la epidemia. Con un país semiparalizado, la producción se frenó pero aumentó el gasto público. La situación sigue sin acomodarse. Si bien el país fue lentamente recuperando su ritmo, lejos está de lograr lo que había antes y todo ello en un mundo que está igual o peor que nosotros. Por lo tanto, estados con los que tenemos intercambio comercial tienen problemas similares a los nuestros y eso disminuye ese intercambio.

Si hay un rubro donde esto se notará, será en el turismo. La temporada se acerca y no se vislumbra una salida porque ya no depende de nosotros. En la medida que la situación de la pandemia esté difícil en Brasil y en Argentina, nos afectará.

No será fácil abrir fronteras y la poca apertura que haya exigirá cumplir protocolos que no estimularán a que vengan los turistas. En Argentina para colmo, las medidas restrictivas son complicadas y la coyuntura económica lo es más aún. Sus pesos argentinos casi no tendrán valor acá.

No es por tacaño y avaro, no es por aplicar presuntas recetas “neoliberales”, que el Presupuesto se armó de esta manera. Se hizo así porque esta es la plata que hay.

En este complicadísimo contexto, todos los cuidados tomados para elaborar el Presupuesto nunca habrán sido suficientes. Sin embargo los reclamos no cesan y empiezan a parecer irracionales. Si uno exige más, entonces hay que sacarle a otro que a su vez exigirá más, en un cuento de nunca acabar.

No es por tacaño y avaro, no es por aplicar presuntas recetas “neoliberales”, que el Presupuesto se armó de esta manera. Se hizo así porque esta es la plata que hay y con ella habrá que manejarse. El Estado no tendrá más remedio que acostumbrarse a ser eficaz con recursos acotados. Que es lo que reclaman los contribuyentes desde hace rato.

Esto lo sabe de memoria el Frente Amplio que nos dejó el déficit. Si hay alguien que no puede levantar la voz, es la bancada opositora. Un gobierno puede abrir la canilla en un caso de emergencia si tiene las arcas llenas, no cuando hay un déficit. En el presente no sobra, en todo caso, falta. El Frente Amplio sabe además, que todo incremento del gasto que se exija es más deuda que se contrae. Que luego habrá que pagar.

Aunque es probable que la estrategia del Frente Amplio y del movimiento sindical sea obligar ahora, a que el gobierno se endeude aún más para dentro de unos años salir con pancartas y pintadas que digan “No pagar la deuda externa”.

Esto ya la hicieron.

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