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Libertad y responsabilidad

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Las últimas dos semanas, particularmente, marcaron un cambio respecto a la situación de la pandemia en nuestro país.

La cantidad de casos diarios marca un aumento de los activos que este lunes llegaron a 928 y 14 personas en CTI. Sin dudas, una evolución preocupante, porque si bien la coyuntura aún está lejos de la que enfrentan países con sus sistemas sanitarios abarrotados, la trayectoria no nos puede dejar indiferentes.

Es claro que la fatiga de la población ante la prolongación de una situación anómala que ya lleva más de 8 meses juega un rol preponderante. El partido, en buena medida se juega en la combinación de una inevitable mayor movilidad que la que existió entre marzo y abril, con un extremo de los cuidados respecto al lavado de manos, el uso del tapaboca y el distanciamiento físico sostenido.

En este sentido, y más allá de los alaridos de los guardianes del orden público en las redes sociales, es lógico, natural y necesario que las personas paseen por la rambla, vayan a comer a un restaurante o compren ropa en un shopping. La vida debe continuar con la mayor normalidad posible, de lo contrario, como ya es evidente, la irrupción de otras consecuencias indeseadas de orden sanitario, social y económico se incrementará.

Al mismo tiempo, es evidente que debe aumentar la concientización de la población respecto al uso de los sencillos elementos que conocemos desde hace meses para cuidarnos. Es natural que las personas no puedan dejar de reunirse con su familia por períodos prolongados, pero no que se descuiden como si la pandemia ya no existiera.

El concepto fundamental sigue siendo el que acuñó el presidente al comienzo de la pandemia: libertad responsable. No es rol del gobierno prohibirle a los ciudadanos realizar actividades que pueden realizarse sin riesgo o con riesgo mínimo de contagio. Sí es un rol clave del gobierno brindar la mayor cantidad de información posible y recomendaciones sobre como cuidarse.

Las acciones de estas semanas, como el incremento del número de rastreadores para no perder el hilo epidemiológico, están bien encaminadas. Es necesario seguir las recomendaciones científicas, como se ha hecho hasta el momento, y mantener la situación bajo control, aunque sea con un nivel de casos activos superior al que alcanzamos hace unos meses. Seguramente el verano, como ha ocurrido en otros países, sea un aliado, pero lo sabremos en las próximas semanas.

Uno de los grandes temas de debate en el mundo este año ha sido, precisamente, cómo cuidar el equilibrio entre libertad y responsabilidad. ¿En qué medida se justifica la acción del Estado para controlar actividades lícitas en tiempos normales, pero más riesgosas en tiempos de pandemia? ¿Es razonable establecer un Estado casi policíaco que persiga a las personas en las calles por no usar tapaboca? ¿Qué hacer con las personas que infringen la ley y realizan actividades que notoriamente perjudican a la sociedad en su conjunto y a sí mismas?

No es rol del gobierno prohibirle a los ciudadanos realizar actividades que pueden realizarse con riesgo mínimo de contagio. Sí es un rol clave del gobierno brindar la mayor cantidad de información posible sobre como cuidarse.

No existe una respuesta inequívoca a muchas de las preguntas que se pueden plantear, pero sí puede esbozarse un criterio general clásico que bien establece nuestra Constitución: “Ningún habitante de la República será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. La preservación de la democracia liberal, sustentada en el respeto a los derechos de la persona, no deja de ser relevante porque existe un virus que antes no existía. Más aún, la defensa de la libertad personal debe reafirmarse en un mundo en que muchas veces se utiliza la pandemia como excusa para avances totalitarios, incluso en democracias establecidas.

Como expresó Benjamin Franklin: “Aquellos que renunciarían a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal no merecen libertad ni seguridad.” El gran acierto del Uruguay frente a la pandemia fue no renunciar a la libertad por un poco de seguridad, sino trabajar desde la libertad de cada persona por una responsabilidad que redundara en el bien común. El aumento de casos que hemos tenido no debe tomarse como un fracaso, sino que debe perseverarse en la lucha frente al Covid-19 desde esta posición de fortaleza que brinda siempre la defensa de valores tan sagrados como la libertad.

La libertad responsable sigue siendo la respuesta. Debemos perseverar en el esfuerzo de continuar con nuestras vidas con la mayor normalidad posible con todos los cuidados necesarios. Hoy más que nunca debemos redoblar la apuesta a mayor libertad y mayor responsabilidad.

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