Dra. Diva E. Puig | Montevideo
@|Felizmente los uruguayos somos buenos escritores. Y también hay muchos escritores.

Sin duda, es algo alentador, pero se vuelve muy difícil que un escritor nuevo pueda abrirse camino con su obra ya que su primer libro seguramente no va a estar en la mesa o en las vidrieras de las librerías. La capacidad de éstas no les daría y obviamente van a poner en primera fila a autores de reconocido prestigio.

Tengo presente la figura del principal de la distribuidora de mis libros, poco antes que empezaran las clases de Primaria y Secundaria de este año: agachado entre miles y miles de libros parecía una figura salida de una película.

Entonces tomé más conciencia de la necesidad de que quienes intenten abrirse un camino en el difícil mundo de la escritura, tengan algún canal abierto.

Hay concursos nacionales e internacionales, algunos de mucho prestigio y generalmente los ganadores son escritores ya con una trayectoria.

La cultura de un pueblo es fundamental, forma parte de los valores de una sociedad.

No voy a decir acá que hay que pedir que el gobierno nacional o los gobiernos departamentales den más fondos porque si bien sería deseable, son muchas las necesidades que deben cubrir.

Me referiré a que, entre aquellos que amamos la escritura, se podrían formar grupos que convocaran a concursos abiertos dirigidos a interesados en seguir este camino, con un premio que podría ser simbólico, de un pergamino o una placa.

El ganarlo o salir finalista, sería un importante incentivo para el ganador y para todos los que se hubiesen inscripto.

De esa manera y al difundir el nombre del ganador y el título de su obra, se haría más fácil que éste fuera reconocido e ingresara en ese mundo apasionante.

También esos concursos se podrían hacer en liceos e incluso en escuelas de todo el país y quizás en el rincón más apartado, se llegue a descubrir a quién o quiénes, en el futuro, sea o sean de los más valiosos escritores uruguayos.

Es realmente lastimoso constatar que, entre tantos libros que ofrecen las librerías, muchos dormirán allí un sueño del que no despertarán y enterrarán así la esperanza y trabajo que noveles escritores han depositado en ellos.

No puedo dejar de recordar a mi primo hermano, Tabaré Cardozo Pino, el poeta del mar, quien toda su vida mandó publicar sus hermosas poesías y luego repartía los ejemplares entre su familia y amistades. Para los destinatarios era un gran placer leerlo, pero muchos perdieron esa posibilidad al no ser difundido.