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La normal anormalidad

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@|La reciente polémica entre el periodista Sonsol y el Intendente Di Candia, me hizo recordar que cada vez más, lo políticamente correcto se viene transformando en lo estúpidamente incorrecto. En otros términos, que la sensatez o sentido común deviene vertiginosamente insensatez (precisamente en italiano, sensa-testa, sin cabeza) el sin-sentido general.
En efecto, a fuerza de repeticiones e ideologizaciones, un sector de nuevos pseudo-intelectuales pretenden alterar el sentido de las palabras para que sean re-interpretadas de acuerdo a su manera de ver y sentir el mundo. Y si no lo pueden lograr, van a intentar eliminarlas del vocabulario usual de la gente.

Esto es lo que sucede con la expresión o vocablo “normal”. De acuerdo a las definiciones que ofrece la Real Academia Española, normal es lo ajustado a ciertas normas, parámetros o expectativas de la mayoría de las personas que conviven en cierta comunidad. También se califica normal como todo aquello que se encuentra en su medio natural, lo que se toma como regla social, lo aceptado por unas normas fijadas de antemano, a todo aquello que es común, usual o frecuente.

En consecuencia, lo realizado por un grupo de personas durante dos fines de semana seguidos en la rambla frente a Kibón y en las calles cercanas, es anormal. Es lógico entonces y puede decirse que los que generaron esos incidentes, sembrando odio y resentimiento, destrozando con piedras, palos y fierros automóviles y edificios e incendiando vehículos, son anormales. Son cultivadores de la anomia, el caos y la anarquía. A-normales; contrarios a todo lo que fue definido anteriormente.

Por supuesto, no descartamos que algunos (o muchos) se indignen con esta calificación, se rasguen las vestiduras y pretendan llamarlos de una manera más correcta, más inclusiva, menos intolerante. También pretenderán ignorar o alterar a las definiciones de la Real Academia, por considerarlas obsoletas o conservadoras, recalcitrantes y por qué no, aristocráticas...

Siempre es más tranquilizante y engañoso llamar a los actos vandálicos “protestas emocionalmente irregulares” (y de paso, “espontáneas”...).
No puede sorprender. Son los mismos que procuran transformar la fealdad en belleza, la mentira en verdad, la maldad y el odio en bondad y justicia. No pueden ni quieren llamar al pan, pan y al vino, vino. En definitiva, son los mismos que seguirán bregando para que la anormalidad se metamorfosee - por acostumbramiento - en normalidad. Y hay que estar prevenidos.

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