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La independencia catalana

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@| Un hispanista británico decía que “España no es una Nación, es un concepto” cuando se refería a la histórica heterogeneidad del país en el que, pese a la preeminencia castellana, siempre han convivido diferentes naciones. Desde los íberos, tartesos, celtas y celtíberos de la época pre-romana a los castellanos, gallegos, vascos, valencianos, baleares, aragoneses y catalanes de hoy, en España siempre coexistieron diferentes naciones y aún en el clímax del absolutismo se respetaron los fueros e identidades locales.

Sin embargo siempre existieron corrientes que buscaron imponer la idea de “una” España, dominada por la idea castellana y católica que, en la era moderna, alcanza su apogeo bajo el franquismo que, precisamente, utilizaba para el país la denominación de “Una, grande, libre”. Con el franquismo, entre otras cosas, se produce un férreo combate de la cultura catalana.

Es en ese sentido que me parece que los independentistas catalanes actúan justamente como aquello que combaten: ven a España como esa “una” del franquismo en la que ellos, diferentes, no tienen cabida pese a que el país siempre fue una comunidad heterogénea de naciones. Le dan la razón a quienes buscan imponer la idea de una España, una Nación.

Como sea, estoy convencido que ningún pueblo (y evidentemente ninguna Nación) puede ser obligado a vivir con o bajo otra comunidad por más razones históricas, políticas o económicas que se esgriman... sin embargo no me parece adecuado dejar esa decisión al arbitrio de una mayoría electoral circunstancial, a una coyuntura. Dos ejemplos concretos: Quebec y Puerto Rico.

En 1995 los habitantes de la Provincia de Quebec votaron en un referéndum la posible independencia de Canadá. Perdieron con un 49,42% de los votos: un 50,58% votó por seguir formando parte de la federación canadiense... un empate técnico. Por una minúscula cantidad de votos más hoy Quebec sería un país diferente. Sin embargo solo unos años después nadie compartía esa opción y hoy los partidos independentistas de entonces están casi disueltos... la mayoría de los quebécois piensan que eso habría sido un error. Un error de una mayoría circunstancial.

Puerto Rico, por su parte, vota cada cierto tiempo su estatus: independencia, anexión a los Estados Unidos o mantener la condición actual, el ELA (Estado Libre Asociado a los Estados Unidos) y siempre gana mantener el estatuto actual... hasta la última votación, en que votan la anexión. Esa votación se dio en medio de la peor crisis económica de la Historia de Puerto Rico por lo que el proceso electoral se realizó bajo la inmensa presión que ello significa donde, para algunos, la mejor solución pasaba por ser el Estado 51 de los Estados Unidos. Una votación en ese contexto, bajo esa coyuntura ¿puede decidir para siempre el destino de una Nación? Creo que no.

De la misma manera creo que un mero acto electoral, con una mayoría circunstancial, no puede determinar para siempre la condición de Cataluña... más si fue un referéndum desconocido por buena parte de la sociedad catalana y realizado bajo la represión del Estado español.

Es cierto que tampoco es necesaria la unanimidad... seamos honestos: si fuera por consenso general, la mayoría de nuestros países de la América latina nunca se habrían liberado, pues muchas de nuestras Revoluciones independentistas no fueron populares, sino procesos engendrados y dirigidos desde las elites criollas. En Caracas, de hecho, el pueblo se reveló en 1812 contra los que buscaban la Independencia y en Chile fue necesario un decreto para que los habitantes del nuevo país supieran que ahora debían llamarse “chilenos”.

Determinar el futuro de una Nación, de un Estado o de una República no necesariamente debe depender del consenso de todos (sería ideal, pero es imposible) pero tampoco de una mayoría CIRCUNSTANCIAL, factible de mutar de acuerdo a las corrientes políticas de moda.

En Cataluña ha habido torpeza del Estado central español pero también de los que dirigen la corriente independentista y cualquiera sea el camino, esta debe ser de “largo plazo”, en distintas “etapas”, hasta que efectivamente se forme una visión de la voluntad general de la nación catalana y su deseo real de ser parte de la heterogeneidad española o una República independiente... cosa que a la luz de la misma historia catalana no tenemos tan claro.

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