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Un hombre Santo

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@|No es fácil poder describir el encuentro de mi persona con otro ser humano que se presenta como una persona común y descubrir que en realidad es un gran hombre. Pero si lo tengo que definir, es un Santo.
Paso a relatar cómo lo conocí.

Hace unos 40 años, tuve el privilegio de acompañar a mi amigo Jorge Gutman, conocido empresario de Brasil, en una gira mundial de fútbol con el cuadro Cruceiro, de Bello Horizonte.

Brasil en el año 1978 había salido Campeón del Mundo y de los 11 campeones mundiales, 9 eran del Cruceiro de Bello Horizonte (Dirseo López, Víctor Piazza, Vanderley, Raúl y otros). Reforzado con el argentino Roberto Perfumo.

Después de pasar por Los Ángeles seguimos a Hong-Kong, de allí a Manilla y después a Jakarta, Indonesia donde teníamos que competir con el cuadro ruso Dinamo, no el de Moscú, sino de otra provincia de Tiflis, que había salido campeona de la Unión Soviética.

Había un estadio muy grande de fútbol, para 120 mil personas, cubierto, que había sido un regalo de Rusia al Presidente de Indonesia, Sukarno, que apoyaba a los comunistas, pero que en una revolución reciente había caído y el poder estaba en manos del general Soharto, pro- occidental; pero el contrato había que cumplirlo porque estaba la FIFA por medio.

Así que nos instalamos en el único hotel 5 estrellas que había en ese tiempo en Jakarta y fuimos a cenar al comedor junto a los rusos en muy buena camaradería.

Durante la cena apareció un señor y se dirigió a mi y a Gutman hablando en portugués, diciéndonos que era brasileño y de Bello Horizonte. El hombre nos pareció muy bien y lo invitamos a acompañarnos (imagínense, un brasileño y de la misma ciudad que el cuadro Cruceiro; ¿qué más se podía pedir?

Le preguntamos si vendría al día siguiente al partido y contestó que con mucho gusto lo haría y quiso alquilar una habitación en el hotel. Nosotros nos opusimos y lo invitamos a quedarse como integrante del cuadro con nosotros.

Hablando con él le pregunté qué negocio tenía en Indonesia, tan lejos de su país, y me contestó que era médico, especialista en lepra (terrible enfermedad; a la salida del hotel vimos hombres enfermos de lepra). Y que había viajado 7 días para venir a ver a su cuadro.

Indonesia tiene cientos de islas y él vivía en una isla de leprosos hacía 20 años.

Yo, Gutman y los jugadores quedamos impactado, y no se cómo se me ocurrió preguntarle si no había médicos allí para atenderlos. Me contestó que también era cura. ¡Increíble! Le comenté que sabía que ese no era un país cristiano y que eran todos musulmanes.

Me respondió: “A mi no me importa, porque Dios está en todos lados y es el mismo para todos, y vivo entre mis enfermos, no les impongo ninguna religión, no me pagan nada. Y lo único que me ha hecho feliz, es que después de estar en mi isla, verlos a ustedes, casi todos de mi ciudad y tres hermanos argentinos, considero que esa es mi paga”.

Al escucharlo no pude resistir y lloré de emoción; después todos me comentaron que no resistieron las lágrimas.

Finalmente fuimos y ganamos a los rusos. Estoy seguro que Cruceiro hizo el mejor partido de su historia y el Doctor Padre se fue feliz a su isla.

Yo solo puedo decir que conocí a un Santo, estoy seguro.

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