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Estudio y me voy

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El futuro

@|En diciembre del año pasado, cuando salió el artículo del país hablando sobre el paper de la Ec. Méndez, se dio una conversación interesante en casa. Mis padres ya sabían sobre mis ganas de emigrar, y se encontraron muy poco sorprendidos que haya muchos otros universitarios que también así lo desean.

Hablo 3 idiomas, estudio en una universidad privada Licenciatura en Economía, un título que no reporta desempleo entre los que lo completan. Tengo experiencia laboral, más que nada en pasantías. Soy estudiante del interior en Montevideo, acostumbrado a “al que lo quiere que le cueste” (y para los del interior sigue costando mucho). Tuve la suerte de participar en becas de estudio en el exterior, debido más que nada a que por años me dediqué al voluntariado. Entre todas estas cosas, debería pensar que tengo lugar en Uruguay para estar cómodo para cumplir mis ambiciones, al menos mi CV debería ser suficiente. 

Pero no creo que sea posible. El costo de oportunidad, el irse e intentar afuera, es muy alto como para ignorar. 

Hoy vivir solo es casi imposible. Cubrir un alquiler con lo que se gana normalmente al ingresar al mercado laboral es una tarea titánica.
El costo de vida es alto, y uno puede argumentar que siempre lo fue. Pero los costos son una barrera que esconden otros efectos, entre ellos, el costo en sí de trabajar en mejores puestos de trabajo. El ser del interior me hizo más fácil ver que necesito financiar mi estadía en Montevideo, a costos elevados, y encima trabajar en pasantías no pagas o con un ingreso mínimo para conseguir experiencia laboral. (Ni hablar para muchos que desean trabajar en el mundo académico, lo cual es otra historia). Pero en ese momento te ponés a pensar. ¿Y si en vez de pasar años de estos esfuerzos me voy? 

Es que afuera vemos que hay oportunidades para los que tienen preparación. Que en menos tiempo podemos trabajar, prepararnos mejor.
Las expectativas a futuro para este país no son buenas, y a nosotros nos va a tocar vivir el efecto de todas las malas decisiones de esta década.
La educación está en crisis. El que puede paga para educarse, y el que no tiene que tener suerte con lo que le toca. El sistema jubilatorio es una bomba de tiempo que va a explotar unos años después de que sea irrelevante para aquellos que no lo supieron gestionar. Y el costo lo vamos a pagar nosotros. Y vemos como no se encuentra liderazgo en partidos políticos que incluyan jóvenes, porque cada vez más nos acercamos a una gerontocracia donde las decisiones se están haciendo con cabezas calientes de la Guerra Fría. 

Afuera nos miran como un país rebelde. Celebran a nuestro país por haber tenido un presidente “pobre”. Legalizamos la marihuana, el aborto, promovimos derechos igualitarios. Y estoy de acuerdo con muchas de estas políticas, pero los uruguayos sabemos que no nos merecemos la imagen de no tenerle miedo al progreso cuando las cosas visiblemente cuestan cambiar. Todas las reformas, educativas, de salud, seguridad, política exterior, no tienen un impacto visible. Ni hablar de los mamarrachos de último turno, donde uno se agarra la cabeza al leer lo que está pasando por poca preparación o no saber lo que se está haciendo. Creo que tenemos suerte de que sigue habiendo cierta profesionalidad y preparación en algunos sectores, pero en el global es deficiente.

No es culpa de los partidos, ni los sindicatos o el chivo expiatorio de turno. Es la idiosincrasia de este país, donde el cambio lo queremos pero el sacrificio requerido se hace ajeno. Vemos poca voluntad para accionar y nos reservamos solo el derecho de reaccionar a lo que se hace.
Por eso, por lo menos yo, con 22 años me voy. Ojalá que en el futuro me vea más optimista con las cosas, con tal de poder dar una mano para cambiar algo, y volver.

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