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Darío Pérez

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@| En todo grupo, de cualquier característica, existen integrantes rebeldes y formaciones de subgrupos. Ninguna de ambas cosas atentan contra ese grupo sino que, por el contrario, lo fortalecen y muchas veces fundamentan sus decisiones. 

Un tiempo atrás el Senado de la República dio media sanción al proyecto sobre un impuesto progresivo y transitorio para grabar a las jubilaciones militares mayores a $ 54.165 mensuales. 

Esta decisión acompañaba la idea de ahorrar US$ 72.000.000 de los US$ 450.000.000 de déficit que existe en el Servicio de Retiro y Pensiones.
Una medida de importancia tal que algunos integrantes del gobierno habían afirmado que en la aprobación de ese proyecto el Frente Amplio se jugaba el “todo o nada”. 

No era, por tanto un proyecto revanchista ni mucho menos irresponsable, como algunos quisieron demostrar por cuanto el proyecto sería constitucional por no haber una “doble imposición” y sí, sin embargo, la existencia de sentencias de la Suprema Corte de Justicia favorables a la constitucionalidad del tributo de la Caja Bancaria que actuaría como antecedente del presente. 

Había, entonces, razones de sobra tanto de naturaleza jurídica como de oportunidad política para aprobarlo. 

No fue así. Faltó un voto. Faltó un voto que se dijo “rebelde”. Faltó un voto que intentó resaltar al hombre sobre el grupo.  

Faltó el mismo voto que criticó este proyecto pero que votó afirmativamente el proyecto de viviendas porque aunque conocía “los defectos que tenía la norma” lo hacía para “sacudir el árbol”. 

Faltó el voto de quien a cada paso, y como tarjeta de presentación, nos dice que estuvo preso un año en dictadura, como si no existieran miles de otros ciudadanos que estuvieron no un año sino decenas de años y en peores condiciones. 

Faltó un voto que confundió rebeldía con soberbia. 

Faltó el voto de Darío Pérez.

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