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Oclocracia y Romina

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Una degradación de las tantas en las democracias es lo que Polibio llamó oclocracia. Se pasa de la democracia a ciertos modelos atrofiados de populismos y a partir de ahí y en nombre “del pueblo” todo el sistema queda contaminado en favor de algunos grupos que controlan variados resortes del poder. Mackintosh en 1808 definió la Oclocracia como “la autoridad del populacho corrompido y tumultuoso”.

¿Qué otra cosa estamos viendo en Uruguay hoy?

El país entero paralizado por una denuncia claramente “trucha” en la que quien voltea políticos y los acosa no es más que una traviesa dama musculosa que busca los 15 minutos de fama que sabiamente predijo Wharhol hace un siglo. Un caso de alienación colectiva para ver a dos travestis “re locas” metiendo una curiosa marcha atrás en una denuncia contra Orsi que ya no tenía pies ni cabeza desde que se conoció hace dos meses.

¿No es hora de preguntarnos si no habremos ingresado en estado de oclocracia? Después de esto nada bueno es esperable.

Alguien representando una nueva verdad “Ideología de género” nos hizo votar una ley que permite ingresar denuncias “que tengan grado de credibilidad”.

Romina se vale de lo que en el consultorio jurídico de la Udelar le enseñaron sobre ella para inventar una denuncia y convencer a una colega de cómo plantearla para evitar responsabilidades penales. Debieron haberle explicado mejor el art. 179 del Código Penal sobre simulación de delito.

Un Estado lleno de secretarías de género y fiscalías especializadas que consolidan la solidez de una ley que viola principios sagrados constitucionales como el de Igualdad. Esas violaciones se disfrazan de normas inspiradas en un nuevo derecho natural que es respaldado por hordas de inadaptadas en marchas callejeras y con el silencio cómplice de partidos que callan para no perder ni un voto.

Mientras tanto impera la denuncia falsa como arma de desestabilización de un candidato. Y el país se paraliza para desplazar el debate de ideas por un dúo que buscando notoriedad para trascender es capaz de enchastres inauditos, que hasta ponen en duda las denuncias originales contra el senador Penadés.

¿Cómo creerle algo a esta gente? Seamos serios. Todo termina en un thriller “muy terraja” donde ningún actor de esta película es creíble.

Todo queda bajo manto de sospecha. Las niñas “traviesas”, los denunciados, la tele, el exfiscal (nuestro cardenal Richelieu de la posmodernidad) y la duda de si participó o no algún político alimentando ambiciones o fue todo un crimen fallido de “mujer despechada”. ¿Hubo dinero para denunciar? ¿Y para retirar la denuncia? ¿Es creíble que la denunciante que descabezó al principal senador del Partido Nacional hoy quiera favorecerlo organizando una denuncia sin pies ni cabeza para luego retirarla dos meses antes de una interna?

Orsi tiene razones para reclamar fair play y uno se solidariza con él. Pero en códigos políticos ¿es víctima o saca réditos de todo esto?

Pronto sabremos. O sabremos lo que quieran que sepamos.

En la oclocracia manda siempre aquel que representa mejor a la turba que impuso valores sociales dominantes.

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