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No es oro todo lo que reluce

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De un tiempo a esta parte se viene escuchando a menudo, desde el lado de la coalición republicana, que le va a resultar muy difícil ganar las próximas elecciones. Que la victoria en 2019 se dio porque el candidato de la coalición “era el mejor de todos nosotros” y el del Frente Amplio, Daniel Martínez, “el peor de ellos”. Y que aun así, la diferencia de votos fue muy ajustada.

Si bien a simple vista puede parecer que el análisis tiene sentido, al profundizar un poco, resulta que no es tan así.

Que Martínez era un candidato muy débil, no caben dudas. La realidad luego de los comicios mostró de qué madera estaba hecho el ingeniero. Entre otras cosas, su debilidad se hizo patente cuando, tras ser derrotado desapareció de los lugares que frecuentaba. Una salida por la puerta del fondo que a nadie de su partido pareció preocuparle. Al menos no se supo de alguien que fuera a pedirle que volviera. Y si alguien lo hizo, seguramente habrá sido para suplicarle que no emitiera más disparates como el de los respiradores.

Sigamos: que la figura elegida para completar la fórmula presidencial también era flojísima, es otra verdad. Lo escribió el publicista Esteban Valenti en una columna para Montevideo Portal: “Graciela Villar es altamente inconveniente para ser la vicepresidenta del Uruguay” y agregó, refiriéndose a su puesto anterior como edila: “Estaba donde su capacidad le ha permitido llegar y Daniel Martínez nos la quiere colocar de vicepresidenta”.

Crucemos a la otra vereda: ¿era el Lacalle Pou de 2019 “el mejor de nosotros”? Puede que sí. Un tipo joven, con ideas de libertad, que llegaba con una propuesta de cambio luego de 15 años de gobiernos de izquierda, se adecuaba bastante bien a lo que buscaba el votante uruguayo. Pero es evidente que la talla del Presidente aumentó desde el día en que Tabaré Vázquez le entregó la banda. Dicen que el marinero se hace en la tormenta. Y no fueron pocas las que el mandatario tuvo que capear en estos años.

Arrancó su período con la pandemia, crisis que supo manejar con la calidad de un clase A. Esa misma que le faltó al presidente vecino Alberto Fernández, al cual Yamandú Orsi calificó con ese mismo epíteto pero que, al decir de los más veteranos, le quedaba Introzzi. Después vino el caso Astesianos, Marset, Penadés, y hasta la naturaleza se sumó al acoso, poniéndole en el camino la crisis hídrica más profunda de la historia. A pesar de todo, Lacalle Pou mantiene sus elevados porcentajes de popularidad.

Por otra parte, la coalición cuenta a su favor con la ayuda de la realidad. ¿Cuántos se comieron las amenazas apocalípticas que la izquierda lanzó ante el plebiscito por la LUC? Sin embargo nada de lo que vaticinaron ocurrió y la realidad demostró que eran apenas falacias para manipular a los desprevenidos con las nefastas consecuencias que traería este gobierno “rancio y de derecha” a las clases populares. Eso sin duda empuja para el lado de la coalición. A nadie le gusta que le mientan y lo traten de bobo. Recuerde el lector nomás cuando dijeron que la LUC iba a prohibir el carnaval. Al final terminó suspendido, sí, pero por orden de la IMM de Carolina Cosse. Una verdadera picardía de ese gurí travieso al que llaman destino.

Por último: ¿son Cosse y Orsi mejores candidatos que Martínez? ¿Y los candidatos de la coalición? ¿Están a la altura del actual Presidente?

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