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El país de Kusturica

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JAVIER GARCÍA
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Mujica se creyó la película de Kusturica. Hay que avisarle que el que aparece como protagonista dicen que es él, pero es otro, nada que ver. Tan se la creyó que le parece divertido, un grito sublime de potencia y virilidad política entrar a un Banco con una “45”, nada como eso, nos dice.

En la vida real todo es más que eso, que es una idiotez astronómica, además de otras cosas. Su ex compañero Zabalza le recuerda que en la toma de Pando donde hubo varios muertos en una acción temeraria y criminal, nada fue simpático como para que su recuerdo fuera que luego se tomaron unas cervezas espumosas. Muertos, tragedia y dolor queda hasta hoy de esa tragedia. Ahora, cual vocero honorario de los organismos internacionales más rancios, en su pensamiento seudo original y funcional al kirchnerismo, sale a militar para que no vengan argentinos a invertir aquí. Los trata de 100.000 “cagadores”. Él los invitó en su presidencia para que vinieran, ahí no eran tal cosa sino compatriotas rioplatenses socios revolucionarios de una presidencia pos artiguista. Una chantada mayúscula. Sus declaraciones son de gran egoísmo contra el país. Quiere que a los uruguayos les vaya mal, por aquello que practicó de que “cuanto peor, mejor”. No solo llamaba a argentinos y los adulaba, sino que hasta negoció con EE.UU. canje de naranjas por presos de Guantánamo, peor que adular: un trueque de plata por seres humanos y sin importar consecuencias. Al final del camino solo cosas negativas quedaron. O el caso de las familias sirias. En fin, un cúmulo de cosas sin seriedad que escondía, con egoísmo, su campaña para premio Nobel de la Paz que no llegó nunca, porque los suecos no se comen la pastilla del ex presidente.

Ahora sale, después que hizo todo para que nos vaya mal, a meter palos en la rueda y a enfrentar al gobierno electo con el de Argentina, haciendo notoriamente un mandado de puro comedido. Nos dejan un país endeudado hasta la manija, con desempleo grave y un déficit fiscal producto del peor desquicio de gestión que se haya conocido que fue el gobierno del profeta Mujica, donde en el Estado se perdieron cientos, miles, de millones de dólares por mala administración, irregularidades y corrupción bajo su silencio cómplice. Y tiene la soltura de tirar barro sucio para que argentinos o cualquiera que quiera venir a invertir no lo haga, poniéndolos bajo sospecha de lavadores. Nada dice de los que sí son corruptos y criminales como sus amigos venezolanos que a punta de tanquetas y narcotráfico someten a su pueblo. En ese caso cuando el pueblo sale a la calle lo que tiene que hacer, como él recomendó, es no ser rebelde y ponerse delante de los tanques asesinos.

En estos cinco años tendremos mucho trabajo en la gestión, pero mucho más tendremos para dar vuelta de una vez por todas esta impunidad política y cultural que se instaló con baratijas filosóficas que lo único que han traído es pobreza, desempleo, deuda y cierre de oportunidades. No es pobrismo, como alguna vez se pensó, no es austeridad, mucho menos. Es mediocridad y resentimiento de no querer que nos vaya bien y que el pueblo acceda a formación y educación de calidad (por eso la destrozaron). Es posible, y obviamente que mejor un Uruguay para arriba, de excelencia y oportunidades. Es lo único que destierra la mediocridad y abre puertas a la justicia social. Ahí no corre Kusturica.

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