Publicidad

La vuelta a clases

Compartir esta noticia
SEGUIR
IGNACIO MUNYO
Introduzca el texto aquí

En la medida en que el movimiento retorna a las calles y oficinas, la vuelta a clases es una de las decisiones más complejas y relevante a tomar. Seguramente, el asunto desvela todas las noches a muchos miembros del Ejecutivo. El dilema es enorme.

El riesgo sanitario existe, no se puede minimizar. El COVID-19 puede ser mortal, nadie quiere que sus hijos se contagien y puedan contagiar a sus abuelos. Y, por más esfuerzos que hagamos, siempre va a existir la limitante de camas en los CTI. Sin embargo, hay que poner todo sobre la balanza. Se sabe que los niños son naturales propagadores del coronavirus, aunque no está claro que lo sean con tanta intensidad como con la gripe estacional. También se duda de que los niños tengan mayores probabilidades de contraer la enfermedad y que la transmisión de niño a adulto sea tan alta como se pensaba.

Hace rato que se dictan clases virtuales (en teoría) destinadas a 295 mil escolares, 270 mil estudiantes de secundaria, 97 mil de UTU y 250 mil universitarios. Dejando de lado a la educación terciaria -porque la historia es diferente- son muy pocos los que las pueden aprovechar, así lo indica la evidencia internacional. Al mismo tiempo, tenemos a 120 mil preescolares casi abandonados, para los cuales es inviable la educación a distancia.

La realidad nos muestra que no hay magnitud de esfuerzo posible de los padres en las casas o grado de concentración en las sesiones virtuales que puedan acercarse al aporte de los maestros/profesores y a la interacción entre pares en las clases reales. No hay tecnología que lo pueda sustituir.

Los costos de cada día perdido de clase son para toda la vida. Investigaciones científicas muestran que un par de meses de ausencia de clases en las primeras etapas de la educación genera secuelas profundas en habilidades relevantes para el éxito académico futuro y laboral, tales como el pensamiento crítico, la perseverancia o el autocontrol. No por casualidad algunos de los países que han vuelto parcialmente a clases -como, por ejemplo, Dinamarca y Holanda- le dieron prioridad a los más chicos.

En los contextos más desfavorables el impacto negativo es peor, ya sea por las carencias materiales para la educación a distancia como por la calidad del apoyo de los padres en el proceso. Como era esperable, la evidencia internacional muestra que es muchísimo menor el grado de participación en plataformas virtuales por parte de los estudiantes de contextos desfavorables. Ni que hablar de las complicaciones alimenticias que se generan en los niños que solían comer en las escuelas. Estudios en Reino Unido sugieren que la reducción de la brecha educativa por contexto socioeconómico que se había logrado en la última década se estaría perdiendo en estos días.

No hay dudas de que la vuelta a clase deberá ser en etapas y con exigentes protocolos sanitarios, dependiendo de las características de cada institución. Se tiene que hacer todo lo posible para recuperar el tiempo perdido en las vacaciones y hasta se deben considerar los sábados. Todavía estamos a tiempo de remontarla con mucho esfuerzo.

La vuelta a clases es una decisión tremendamente compleja. En un platillo de la balanza hay una probabilidad de contagio actual con potenciales consecuencias sanitarias directas y en el otro un daño futuro enorme que la lejanía en el tiempo no puede ni debe nublar. He ahí el dilema.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Ignacio Munyopremium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad