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Hipócrates tenía razón

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alejandro lafluf
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Las relaciones políticas y económicas trasuntan relaciones de poder absolutamente innegables. La clave, sin embargo, no pasa por negar o eliminar el desequilibrio que supone la presencia de relaciones de poder en la política y la economía sino por resolver ese desequilibrio en otro plano.

La izquierda ha pretendido desde siempre anular la política y negar la economía para resolver el desequilibrio de las relaciones de poder que operan en su seno. El problema es que el desequilibrio de las relaciones políticas y económicas no puede resolverse anulando o negando estas relaciones porque esa resolución es falsa y lo único que logra es disolver el problema, no resolverlo, en el mejor de los casos, lo sustituye por un nuevo desequilibrio.

El desequilibrio político por ejemplo (me refiero a las relaciones de poder que operan en el seno de la política) no puede ser negado ni eliminado. ¿Cómo se convive entonces con el desequilibrio que suponen esas relaciones de poder? Articulándolo democráticamente. La política necesita de un ambiente democrático. De lo contrario la política nos muestra su peor cara y se convierte en una relación pura de poder que no reconoce límites. Por supuesto ni siquiera la democracia logra eliminar del todo las relaciones de poder. Basta ver lo que ocurre al interior de los partidos políticos con las luchas intestinas que allí se desatan. De todos modos la democracia logra su objetivo al encerrar al poder político en instituciones legalmente establecidas. Al institucionalizar al poder político la Democracia consigue limitarlo sin matarlo, evitando, a un mismo tiempo, que nos mate.

Con la economía ocurre algo parecido: El desequilibrio económico y las desigualdades que genera un proceso de producción no pueden ser negadas ni eliminadas porque ello resuelve falsamente las cosas y nos conduce, en el mejor de los casos, a sustituir esas desigualdades por otras, tanto o más injustas.

El desequilibrio económico, al igual que el desequilibrio político, debe resolverse, reitero, en otro plano. Si la política necesita de la democracia y de la Ley para contener al Poder político; la Economía necesita del Estado para corregir las desigualdades que todo proceso económico genera.

La economía no es un juego de suma cero porque sabemos que el valor se crea. La creación de valor depende del Crecimiento y la clave del crecimiento es la Inversión. Sin embargo, el equilibrio no se consigue, si además del Crecimiento, no garantizamos el Desarrollo. Sin Desarrollo el crecimiento no es sostenible. Ese es el punto. Ahora bien, la clave del Desarrollo es la Igualdad y no hay Igualdad si el Estado no desarrolla políticas públicas eficientes y de calidad. El Desarrollo, por tanto, hay que pedírselo a la política no a la economía.

El crecimiento supone un proceso económico desigual y por tanto es una necedad exigirle a un proceso económico que se expanda y crezca de forma simétrica de tal modo que impacte y beneficie simultánea e idénticamente a todos. Los procesos económicos se desarrollan de forma asimétrica y la corrección de esas asimetrías debe ser política. Por eso digo que la igualdad hay que pedírsela a la política, no a la economía.

El mercado es una bestia salvaje pero noble. No la podemos matar ni encerrar, la tenemos que domesticar. Pero no domesticar económicamente (a través de la planificación) sino políticamente a través del Estado (con políticas públicas eficientes y de calidad).

El equilibrio económico sabe que el Mercado - léase libertad empresarial y libertad de trabajo - es el mejor instrumento para generar riqueza (crecimiento) y corregir la pobreza y el Estado es el mejor instrumento para distribuir esa riqueza (desarrollo) y corregir la desigualdad. Ambos instrumentos, lejos de excluirse, se complementan, ya que nada crece si no se desarrolla y nada se desarrolla si no crece.

La izquierda se niega a convivir con estos desequilibrios y para resolverlos niega la política y la economía. Sin embargo, cada vez que lo ha hecho, nos ha conducido a una catástrofe mayor. Cada vez que se ha negado la política y la democracia (tachándola de formal) no solo no se ha corregido el desequilibrio político sino que se ha conseguido que las luchas por el poder resurjan bajo nuevas formas, formas que al no encontrar (ahora) la contención democrática, nos han arrastrado inevitablemente al infierno del Autoritarismo. Lo mismo ha pasado con la Economía. Cada vez que la izquierda ha negado la economía para sustituirla por la planificación nos ha conducido al desastre.

Un viejo médico me contó una vez esta historia: Hipócrates, el padre de la medicina, siendo muy joven, curó cierta vez a un paciente dándole las mismas hierbas que le había dado su maestro al suyo. El paciente de Hipócrates se salvó y el de su maestro murió. El maestro llamó entonces a su joven discípulo y le preguntó: “Dime ¿cuál es tu secreto?” Hipócrates le respondió: “Querido maestro, el secreto que buscas, no está en las hierbas… sino en la proporción”. El equilibrio marca así la diferencia entre la vida y la muerte, y en política y economía, marca la diferencia entre un Estado que funciona y otro que no, entre una economía que crece y otra que no, entre una sociedad que se desarrolla y otra que no.

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