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¿Cuáles son los hábitos nocivos que tenemos de gastos de dinero e ingresos y cómo cambiarlos?

En este Finanzas de Bolsillo analizaremos tips simples pero efectivos para poder ordenar tu economía.

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Promoción de las inversiones
Calculadora junto a billetes.
Foto: Estefanía Leal/El País.

El comienzo de un nuevo año trae deseos de cambio, de superación. En lo que refiere a las finanzas personales, todo es posible si nos focalizamos en los hábitos de gastos e ingresos para transformar nuestras conductas. Por ello, en este Finanzas de Bolsillo repasaremos los hábitos nocivos más comunes y algunas soluciones para quienes estén decididos a tomar las riendas de sus gastos para tener una correcta conducta financiera personal.

La compra impulsiva es una de las prácticas más comunes y dañinas que puedan existir. Para colmo, los departamentos de marketing de las empresas saben de esta debilidad en muchos consumidores y la exprimen al máximo.

El Trastorno de Compras Compulsivas (conocido en inglés como CBD, por Compulsive Buying Disorder) habla de la alteración psicológica por la cual la persona que consume no logra controlar sus impulsos y se caracteriza por tener preocupaciones exageradas que la llevan a sentir el deseo irrefrenable de comprar en forma masiva objetos superfluos. Ese deseo hace que todo se transforme en necesidad y viene acompañado de sentimientos de ansiedad, irritabilidad y/o malestar.

Una estrategia que puede ser de gran utilidad para dejar atrás las compras impulsivas pasa por asignar un orden de prioridad a los gastos, empezando por el primero y terminando en el décimo, por ejemplo. Aquellos que se ubiquen en la segunda mitad, deben ser tachados de la lista, a fin de que queden solo los realmente necesarios. Otro consejo pasa por medir los gastos en relación con nuestros ingresos. Si un gasto deseado supera el 5% de nuestro presupuesto mensual, lo más inteligente será dejarlo en suspenso y establecer un período de gracia de varios días, a fin de evaluar más adelante y con la mente en frío si ese deseo es tan fuerte como antes o se disipó. Se van a sorprender de lo fácil que pierden fuerza algunos anhelos, que no son otra cosa que “caprichos” o “antojos” disfrazados de necesidad.

Usar la tarjeta de crédito como una extensión del salario es otro hábito muy expandido en todo el mundo. Salvo en los casos donde está especificado “x cuotas sin recargo”, en el resto siempre ganarán bancos y/o comercios.

En un juego de suma cero como es la economía, alguien tiene que perder. Si del otro lado del mostrador están los bancos y los comercios, difícilmente sea ganador el “cuotero”. ¿Acaso se puede ser tan ingenuo de creer que los bancos van a ir a pérdida?

Para transformar este hábito financiero pernicioso en uno productivo se puede comenzar por respetar las fechas de vencimiento y no dejarse tentar por los pagos mínimos que ofrecen las tarjetas.

Las fechas de vencimiento de los pagos de los resúmenes mensuales suelen ser rígidas y pasarlas por alto suele resultar muy costoso. Los intereses por atrasos se calculan como si el cliente estuviese girando en descubierto en una cuenta bancaria. En consecuencia, conviene tener bien agendados los días de pago (que suelen caer en fechas parecidas todos los meses) o, directamente, establecer el débito automático de la tarjeta sobre la caja de ahorro, donde antes del vencimiento debe estar depositado el dinero necesario para saldar el resumen mensual.

En lo que refiere al pago mínimo, los intereses suelen calcularse utilizando uno de los sistemas de amortización de deudas más perjudiciales de todos, el denominado Sistema de Amortización Directo, que computa el pago de intereses sobre el monto total del préstamo (o costo del producto adquirido), sin tener en cuenta que al pagar las cuotas estamos devolviendo también parte de ese monto (en el lenguaje financiero, amortizándolo) y que, por lo tanto, correspondería que disminuyera el pago en concepto de intereses.

Por ello, se recomienda utilizar solo la tarjeta de crédito para gastos que estamos absolutamente seguros que podremos abonar en su totalidad cuando llegue el extracto de la tarjeta, haciendo de cuenta que el pago mínimo no existe y sabiendo que no es un salvavidas para nuestras finanzas.

Pagar primero y luego ahorrar lo que quede es uno de los hábitos más extendidos de todos. Que quede claro: no es necesariamente perjudicial, aunque puede terminar siéndolo y existen prácticas superadoras en este campo que despejan el camino hacia el ahorro.

Si primero pagás y gastás, y luego tratás de ahorrar lo que quede, es muy probable que no puedas generar nunca excedentes mensuales y termines viviendo al día.

Alternativas para seguir aumentando mis ingresos

En la mayoría de los casos, en la etapa de la juventud uno se pregunta qué otro tipo de alternativas pueden existir para seguir aumentando el capital personal, por fuera del trabajo, claro está. En ese marco, existen varias fuentes alternativas para incorporar a nuestras vidas. Algunos ejemplos pueden ser los pasivos financieros (plazos fijos, bonos, fondos), ingresos pasivos monitoreados (emprendimientos propios que no demanden demasiado tiempo en el mediano plazo, que puedan ser automatizados y se puedan monitorear), ingresos pasivos propietarios (alquiler de propiedades, cocheras, maquinaria) e ingresos pasivos patentados (regalías por la creación de franquicias, autoría de libros). Teniendo sobre la mesa todas estas posibilidades, si se logra adoptar al menos dos de ellas uno ya estaría logrando diversificar bastante sus fuentes de ingreso, reduciendo el riesgo económico si alguna de ellas no llega a resultar como se esperaba. A su vez, existen gastos que es necesario evitar independientemente del contexto en que nos encontremos. Algunos ejemplos pueden ser los gastos hormiga (comidas fuera de casa, cafés, golosinas, cigarrillos), los gastos diferidos (se realizan mayoritariamente con la tarjeta de crédito, suelen ser bienes y servicios que se pagarán más adelante) y los gastos derivados (si compro o adopto una mascota, por ejemplo, debo también agregar el costo mensual de su comida, veterinario y más).

El hábito superador del que hablamos se vincula con el enfoque conocido como “páguese a usted primero”. Concretamente, funciona así: la mayoría de las personas piensa que se debe realizar la cuenta “Ingreso – Gasto = Ahorro” para saber cuánto puede ahorrar, cuando en realidad lo más conveniente es modificar el orden y las prioridades poniendo en práctica la siguiente fórmula: “Ingreso – Ahorro = Gasto”. Así las cosas, una vez que ingresa el dinero a nuestras arcas (vía salario, inversiones, etc.), lo primero que debemos hacer es separar un mínimo del 10% para ahorro personal y luego encarar los gastos fijos y variables con lo que nos sobra, el excedente.

Otro hábito arcaico y popular es el que nos limita a obtener ingresos exclusivamente mediante trabajos que demandan nuestra presencia física en un lugar y un horario determinados. Hablamos de trabajar en la oficina, en nuestro hogar o al volante de un vehículo, por ejemplo. El principal tip nos recomienda conocer e implementar los otros dos ejes: cabeza y dinero. Todos los negocios fueron en sus inicios una idea en la cabeza de alguien. Cuando desarrollamos un sistema que permite hacer más eficiente un trabajo o cubrir una necesidad, podemos vender la idea y obtener una recompensa a cambio. Por el lado del dinero, el simple hecho de constituir un plazo fijo en un banco es poner en marcha una inversión que genere un flujo de fondos positivos para generar dinero con dinero. También lo son otras operaciones financieras apenas más complejas como comprar bonos de deuda que generen intereses o, ya con más dinero en la economía real, poner un departamento en alquiler. [La Nación/GDA]

Visualizar nuestro objetivo y ahorrar en el camino

Un gran hábito del dinero a desarrollar es “situarnos al final de la intención”. El principio que se aplica es “donde va la atención, va la energía”. Dónde ponemos el foco, se expande. No es que vamos a lograr algo por el simple hecho de desearlo, pero si estamos enfocados en ello, sí que pondremos energía y ganas en internarlo.

De la misma forma, uno puede enfocarse en asegurarnos ahorrar antes de gastar; aunque muchas veces, lo hagamos al revés. El magnate Warren Buffet sostiene que conviene “gastar lo que queda después de ahorrar”. Suena básico y obvio, pero es el consejo de uno de los hombres más ricos del planeta. Incluso si se trata de una cantidad chica o insignificante la que ahorremos, todo suma y con el correr de los años hace a la diferencia. Buffet sugiere decidir de antemano el porcentaje de los ingresos que va a destinarse al ahorro. Idealmente es de entre 10% y 20%, aunque eso depende del bolsillo de cada uno.

Más allá de nuestro contexto, no importa cuánto ahorremos, la clave es empezar a hacerlo.

Las estadísticas muestran que la mayor parte de los gastos evitables son sumas pequeñas e insignificantes, como el café de todos los días, por lo que se recomienda revisar este tipo de gastos.

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