Tras la invasión rusa, Nataliya Gumenyuk cofundó “The Reckoning Project: Ukraine Testifies”, un proyecto sobre los crímenes de guerra cometidos durante la invasión rusa en Ucrania, cuyos documentales fueron presentados en Uruguay y Argentina a fines de marzo. También escribió libros, entre ellos “The Lost Island: Tales From The Occupied Crimea”, sobre la vida de los habitantes de Crimea, y “The Maidan Tahrir”, sobre el desarrollo tras la Primavera Árabe.
-¿Cómo ha sido venir a esta parte del mundo a mostrar lo que han documentado en estos años de guerra?
-Fue una experiencia muy interesante. Yo vengo con un proyecto que documenta crímenes de guerra, y estamos analizando crímenes específicos como la separación de niños, personas desaparecidas, torturadas. Entonces, la visita a Argentina fue particularmente interesante porque, por ejemplo, pude hablar con Ricardo Gil Lavedra (uno de los magistrados del Juicio a las Juntas Militares en 1985), que fue importante no solo en Argentina sino que sentó un precedente para todo el continente. Él se ocupó de la problemática de los niños separados, y nosotros, en Ucrania, tenemos unos 20 niños ucranianos que fueron separados de sus padres. Entonces, de las películas que proyectamos aquí sobre los crímenes de guerra, nos enfocamos en las que cuentan la experiencia de las torturas y la de la separación de los hijos. En ese sentido, quisimos llegar aquí a través de un contexto más humano, porque a veces, el contexto geopolítico intenta mostrar este conflicto como una guerra por poderes y cosas así, especialmente cuanto más lejos está la gente de la perspectiva geopolítica. Pero el año pasado, por ejemplo, tuve la experiencia de invitar a Ucrania a editores senior de Uruguay y Argentina, pero también de África y Asia. Y entendí que, a nivel humano, ellos siempre pudieron entender nuestras historias. Hubo algo muy “identificable”. Y en particular, el colega uruguayo mencionó cómo fueron los juicios a militares en Uruguay, que empezaron mucho más tarde que Argentina.
-Con Argentina hubo un nexo a través de Gil Lavedra; ¿cómo ha sido el recibimiento aquí en Uruguay?
-Sobre Uruguay hubo algunas pequeñas cosas que reflexioné antes de venir. El 17 de marzo se celebraron las “elecciones rusas”, no puedo llamarlas de otra manera. Se celebraron en territorios recientemente ocupados de Ucrania que anexaron ilegalmente. Y justo antes de abordar el vuelo a América Latina, vi que el canal de Telegram propagandístico ruso, ITAR-TASS compartió un video donde había supuestos observadores que aparentemente festejaban y aplaudían en Melitopol, una ciudad ucraniana recientemente ocupada, y entre ellos había supuestos políticos, por muy marginales que fueran, de Francia, Italia, Serbia, Alemania, pero también de Uruguay. Eso sucede muchas veces, y quizá en Uruguay nunca hayan oído hablar de él, pero aquí se nos presenta como si hubiera uruguayos apoyando la ocupación. Y en el fondo, nadie sabía realmente sobre la posición oficial de Uruguay; que es un país democrático, que no se puede comparar con Cuba, Nicaragua o Venezuela, que está comprometido con los derechos humanos. Yo sé que estas pequeñas cosas crean una especie de impresión, y crearon una impresión. Quizás no tanto para los ucranianos, pero sí la crean para los rusos o para las personas que leen esta agencia de información, que es la agencia oficial más grande en Rusia.
-En ese sentido, ¿cómo es hacer periodismo en territorios ocupados o cerca de ellos en su propio país?
-Al periodista ucraniano le resulta casi imposible trabajar en los territorios ocupados. Casi nadie lo hace. A principios de septiembre fue la última vez que en la comunidad de medios de comunicación ucraniana escuchamos sobre nuestra colega Victoria Roschina, una periodista ucraniana que desapareció en Melitopol. Era una joven reportera, extremadamente valiente, tal vez un poco imprudente. Nadie sabe dónde está. Lo que sabemos es que en esas pequeñas ciudades bajo la ocupación la gente es retenida en sótanos y son torturados. Pero también, de alguna manera, puedes averiguar si están ahí o no. Nosotros no lo sabemos, no hemos tenido noticias sobre ella durante más de medio año. Una quiere creer que ella todavía está en algún lugar, pero algunos dicen que es difícil encontrarla incluso en esta pequeña ciudad. Por otro lado, en este mundo moderno no puedes permitirte el lujo de no saber qué pasa. Si quieres, descubrirás qué está pasando bajo la ocupación rusa. No se trata sólo de noticias ucranianas o internacionales. Hay convenciones de la ONU, hay informes internacionales y todo ese tipo de cosas.
-¿Ve en el día a día de los ucranianos la tragedia de estos dos años?
-Yo lo explicaría de una manera diferente. Es muy agotador, pero también hay que adaptarse. La gente se está adaptando a todo tipo de realidades a las que no se adaptaría. Con el tiempo, se adaptan a la situación criminal que antes no existía. Es realmente agotador porque, por supuesto, le cuesta mucho a la economía. Muchas industrias han sido destruidas, no existe mucha “normalidad”. Hubo personas que tuvieron que mudarse de ciudad y encontrarse con algo totalmente nuevo. Tenemos refugiados. Pero en general, al igual que el país -porque todavía es un país con un gobierno operativo- las cosas están funcionando: electricidad, medicina, atención médica, escuelas… Dependiendo de dónde estés. Pero todo se siente un poco como cuando estás enfermo: sabes que a veces necesitas pasar por un tratamiento muy difícil, que puede ser incluso doloroso, especialmente cuando tienes una enfermedad muy complicada. Pero el consejo de no someterse a ello porque es doloroso y agotador suena irresponsable. Y además, no es que nosotros hayamos invadido a alguien. Estamos invadidos. No depende de nosotros detener esta guerra. Para nosotros, ahora, la única manera es simplemente aceptar la ocupación, y eso no es realmente la paz. Aceptar la ocupación sin condiciones es lo único que se nos sugiere ahora. Entonces, en cierto modo, entiendes que luchar contra ella se siente como si estuvieras muy cansado. Estás enfermo, pero necesitas luchar para sobrevivir.