CRISIS
El comunicado difundido por el Pentágono fue firmado por los comandantes militares de Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Países Bajos, Japón, Corea del Sur y Australia, entre otros países.
Por primera vez desde el golpe de Estado en Myanmar del 1 de febrero, los jefes de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y de otros 11 países han condenado ayer domingo a los militares birmanos por la masacre que perpetraron el sábado en protestas en todo el país.
El comunicado, difundido por el Pentágono y firmado por los comandantes militares de Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Países Bajos, Japón, Corea del Sur y Australia, entre otros países, critica el uso de fuerza letal contra civiles desarmados y recalca que el Ejército birmano ha perdido la “credibilidad”. Es un comunicado muy poco habitual que llega 24 horas después de que el Ejército y la policía acabaran con la vida de al menos 114 personas en la antigua Birmania, incluyendo seis menores de entre 10 y 16 años, en su campaña de represión contra las protestas masivas que piden el regreso de la democracia al país del sudeste asiático.
El texto añade: “Urgimos a las Fuerzas Armadas de Myanmar a cesar la violencia y trabajar para restaurar el respeto y la credibilidad por parte de la población, que se han perdido debido a sus acciones”.
Las críticas han arreciado también por parte de la comunidad internacional. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha acusado a la junta militar de “sacrificar la vida de la gente para servir a unos pocos”, mientras el secretario general de la ONU, António Guterres, ha afirmado sentirse “profundamente consternado” por la violencia.
El ministro de Exteriores británico, Dominic Raab, ha destacado que el asesinato de civiles y niños alcanza “un nuevo límite”. La delegación de la Unión Europea en Myanmar enfatizó que lo sucedido el sábado quedará “siempre grabado como el día del terror y el deshonor”.
La condena es un revés para el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Min Aung Hlaing, que el sábado quiso darse un baño de legitimidad celebrando un desfile militar en la capital, Naypyidó, con motivo del 76º aniversario de la rebelión contra la ocupación japonesa. Aunque la mayoría de países no enviaron representantes, Rusia, China, la India, Pakistán, Bangladés, Vietnam, Laos y Tailandia sí lo hicieron.