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Rosh Hashaná: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos?

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Eliezer Shemtov - Rabino

El domingo de noche empieza la festividad judía de Rosh Hashaná 5779, año nuevo que conmemora la creación del mundo y más específicamente, la creación del hombre.

Me gustaría compartir aquí el siguiente episodio que ocurrió hace unos años.

Estuve caminando por la rambla en Punta del Este con un amigo cuando se nos acercó un niño de 10 años. —"¿De dónde son?", preguntó.

—"Yo vivo en Montevideo y mi amigo en Buenos Aires", respondí.

—"¿Y por qué se visten tan raro?", insistió.

— "¿Qué hay de raro en la manera de vestirnos?", pregunté.

— "Y ¿esa gorra que llevan puesta en la cabeza?"

— "Esa gorra se llama Kipá y nos recuerda que Di-s está encima nuestro", expliqué.

— "¿Sabe? yo no creo en Di-s", dijo el chico.

—"¿Sabes algo? ¡Di-s sí cree en vos!", le dije. "Hay algo que solo tú puedes hacer y nadie más en el mundo lo puede hacer".

— "¿En serio? ¿Cómo sabe?"

— "Porque si otro podría hacer lo que tú puedes hacer, ¿para qué te creó?"

— "Y ¿qué es ese algo que solo yo puedo hacer?", preguntó el niño.

— "Yo no tengo la respuesta a esa pregunta, ¡búscala tú! Ahora tienes una pregunta cuya respuesta vale la pena encontrar".

Rosh Hashaná nos recuerda que el mundo no es un accidente cósmico y que el hombre no es un accidente biológico. Son creaciones divinas y tienen un propósito. Pero ¿cuál es el propósito? Según el judaísmo, el deber común a toda la humanidad en general, que busca lograr una sociedad ética, es respetar el código moral conocido como las Siete leyes de los hijos de Noé.

Las bases son: 1) no adorar ídolos; 2) no blasfemar; 3) no asesinar; 4) no robar; 5) no cometer adulterio o incesto; 6) bienestar animal; 7) establecer cortes de justicia.

El hombre es el único ser que puede elegir entre hacer el bien y hacer el mal, entre hacer lo que quiere y hacer lo que debe. Cada vez que el hombre supera los dictámenes de su instinto y hace lo que es correcto, introduce una energía de bien que impacta el mundo entero.

Además de dicho propósito mancomunado, cada individuo tiene su tarea específica. Por lo general dicha tarea se define por los dones y recursos que uno tiene y por las oportunidades que se le presentan.

Cada Rosh Hashaná volvemos a recalibrar el norte de la vida. Dedicamos tiempo a pensar en el por qué y para qué de la vida y en cómo estamos realizando nuestros objetivos tanto a nivel general como sociedad como a nivel particular.

El precepto bíblico (Números 29:1) del día es escuchar el sonido del Shofar, un instrumento de viento confeccionado del asta de carnero. Invoca varios momentos bisagra de la historia del pueblo judío y representa también la coronación de Di-s como rey del universo. En Rosh Hashaná volvemos a coronar a Di-s como rey del universo y así reafirmar nuestro compromiso para buscar y cumplir con los objetivos por los cuales hemos sido creados.

Una manera de introducir dicha concientización a lo largo del año es por medio de la propuesta del Minuto de Silencio. Consiste en iniciar cada día de clases en las escuelas públicas con un minuto de silencio en el cual cada alumno debe pensar en el propósito de su vida.

La definición del propósito de la vida de uno depende de uno y de sus mentores, pero el mero hecho de que la sociedad ve como importante dedicar un minuto al principio de cada día para reflexionar sobre el propósito de la vida ya sirve para transmitir el mensaje al alumno de que su vida tiene un propósito y está en él o ella buscarlo.

Sería un mundo muy diferente si todos pensaran en sus responsabilidades y no solo en sus derechos.

¡Shaná Tová!

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