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Detectan nuevo origen del coronavirus que circula en Uruguay

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Ciencia: Gregorio Iraola analiza en su pantalla las “pequeñas” mutaciones que podría verse en el genoma del SARS-CoV-2 de pacientes locales. Foto: Francisco Flores
Nota a Gregorio Iraola, en Laboratorio del Instituto Pasteur, Montevideo ND 20200513, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

COVID-19

Muestras del hospital Vilardebó evidencian cuarta cepa que ingresó en marzo al país.

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El estudio de las muestras de tres pacientes que habían enfermado en el hospital Vilardebó, en aquel brote en que 58 usuarios dieron positivo de COVID-19, revela que habría un nuevo origen del virus que circula en Uruguay.

Esta cepa nueva habría ingresado al país a partir de la primera semana de marzo. Sería la cuarta variedad genética del coronavirus introducida en Uruguay. Las dos primeras habrían llegado a fines de febrero desde España y Canadá.

La tercera provendría de Australia, en el comienzo de marzo. Y la cuarta tiene un origen “menos evidente” porque está diseminada “por casi todo el mundo”, aunque “se parece demasiado a las cepas que circulan en India y Estados Unidos”, explicó a El País Gregorio Iraola, responsable del Laboratorio de Genómica Microbiana del Instituto Pasteur.

El equipo de seis científicos uruguayos, del Pasteur y la Universidad de la República, dijeron “eureka” otra vez: secuenciaron el genoma de tres muestras del virus en pacientes del Vilardebó -ese brote que se conoció a comienzos de abril y que puso en alerta a la sanidad pública.

Pese a que en una primera lectura se podría pensar que es “una mala noticia” la presencia de más orígenes, los investigadores entienden que, por el contrario, se trata de un “hallazgo positivo”. ¿Por qué? “El hecho de que en el Vilardebó se haya encontrado una cepa distinta significa que este brote no se originó a partir de la transmisión comunitaria de las tres cepas que habíamos detectado originalmente”, señaló Iraola.

Los investigadores ya habían adelantado, hace un mes, que Carmela H. no era la causante de todos los males. Y pese a que aquel casamiento había sido un racimo de contagios -con la participación de un multidiseminador, como le dicen los científicos- la marcha de las infecciones habría tenido distintos orígenes.

Cualquiera de las cuatro cepas, a priori, no varían en su capacidad de contagio ni virulencia. O, mejor dicho, la ciencia aún no alcanzó los resultados que evidencien tal efecto. Ni siquiera podría decirse que estas variedades se introdujeron al país por pasajeros que, por ejemplo, hayan venido desde España, Canadá o Australia. Podría suceder que hubo un contagio en los aeropuertos o que incluso alguna de esas cepas estuviese en otros países.

Identidad

La pandemia que azotó en 1918 se llamó Gripe Española, aunque España no había sido el origen. La nueva pandemia se conoció, en un principio, como “el virus chino”, aunque luego se demostró que los virus no tienen pasaporte y hasta hay dudas en la comunidad científica si el nuevo coronavirus no estaba presente en el planeta antes de que se detectaran los casos en el mercado de animales silvestres de Wuhan, en China.

Pero cada organismo vivo tiene su identidad, su información genética que lo hace ser parte de una especie, una familia y una variedad. La descodificación de esa identidad se alcanza mediante la secuenciación del genoma, que sería un orden de letras (A, T, C y G) que repetidas y alternadas evidencian esa composición única de la molécula de ADN.

Para el caso de la pandemia en curso, los científicos del mundo optaron por trabajar de manera colaborativa. La información que van hallando la comparten en la Global Initiative on Sharing All Influenza Data (Gisaid), una base de datos, con sede en Alemania, que reúne más de 25.000 genomas del coronavirus de diferentes países del mundo.

Cuando los investigadores uruguayos habían secuenciado por primera vez un genoma del virus que circula en el país, y había convertido a Uruguay en el séptimo país de la región en dar ese paso, el subconjunto analizado en esa base de dados tenía la mitad de genomas que en la actualidad.

Pese a existir variantes, las cuatro cepas distintas que se introdujeron en Uruguay siguen siendo el mismo virus SARS-CoV-2. Cualquiera de los genomas sigue teniendo unos 30.000 caracteres de letras combinadas.

La cuarta cepa, esta encontrada en los pacientes del Vilardebó, pertenece a un clado (como le llaman en biología a las ramificaciones) que no se había detectado antes en Uruguay y que, por la información de la base de datos mundial, se sabe que está más diseminada por el mundo.

Es una variedad que ha saltado a la fama luego de que el Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Estados Unidos, dijera que encontraron cierta correlación entre la mutación de la proteína Spike (S) y la capacidad de contagios.

Pero el resto de la comunidad científica ha manifestado las debilidades del estudio. Tanto es así que, según Iraola, “hasta el momento no se ha podido comprobar o refutar la hipótesis”. La investigación de los estadounidenses era “preliminar” (pre-print), no incluía una comparación experimental ni la revisión de los pares científicos, pasos elementales para la validación de una pesquisa.

En conclusión, dijo Iraola, todo virus muta, y eso le permite adaptarse a nuevos ambientes y sobrevivir. En Uruguay se han encontrado cuatro cepas que corresponden a, al menos, cuatro introducciones diferentes del coronavirus en el país.

Analizan restos del coronavirus en aguas servidas de la capital

El grupo de científicos uruguayos que investiga la secuenciación genómica del virus, dio un paso para el análisis ambiental. En concreto, comenzó el estudio de los restos de material genético del SARS-CoV-2 en las superficies de hospitales y en las aguas servidas de Montevideo.

“Ya hay evidencia de que parte del material genético del virus puede ser eliminado por la materia fecal. Son pedazos del virus y no tienen la capacidad de contagiar”, dijo el investigador Gregorio Iraola, del Instituto Pasteur.

Pero la concentración de estos restos del virus, así como su geolocalización, permitirían aproximar la abundancia de circulación de la infección en un barrio, en una ciudad o en un país. Sirve para “complementar los testeos masivos y construir un mapa de contaminación ambiental”.

El plan piloto, que se basa en uno realizado exitosamente en Australia, es muy similar al trabajo que los uruguayos han hecho con las trazas de bacterias resistentes a los antibióticos. En paralelo a las aguas servidas, se hará un monitoreo de los pasillos y salas de los hospitales Español y Maciel.

Así se ve una de las cepas locales del coronavirus

En la pantalla del laboratorio del Instituto Pasteur, el nuevo coronavirus parece una señal de ajuste (como esas que usaban los canales de televisión ante la ausencia de programación). Pero en realidad es la secuencia de unos 30.000 caracteres que representan el genoma del SARS-CoV-2 (como los científicos han dado en llamar al virus). Las distintas cepas encontradas en Uruguay tendrían variaciones “mínimas” de esa secuencia, aunque la génesis del virus haya sido la misma.

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