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El Trabajo (II)

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Como decíamos la pasada semana, una cantidad importante (y ciertamente creciente) de los uruguayos ha perdido el orgullo por el trabajo bien hecho. Cada vez parecen ser más los que ven al trabajo como "un mal necesario". Algo que "hay que hacer" para pagar las cuentas y darse algunos gustos.

Quizá tenga que ver con que un número no menor de uruguayos trabaja en algo que no es de su agrado. Que no es aquello para lo que estudió o se preparó. ¿Hay estudios de opinión pública que permitan saber cuántos uruguayos se encuentran en esta situación?

Tampoco hay que dejar de lado a los muchos que, si pudieran, dejarían de trabajar mañana mismo. Los que trabajan porque "no hay más remedio". Los que viven cansados, y regresan de las vacaciones haciendo planes para sus próximas vacaciones. Los que se quejan de su trabajo en el empleo y en su casa, arrastrando a otros hacia su estado de frustración. Los que, si pudieran vivir del Estado, lo harían con todo placer. Si es cobrando sin hacer nada, mejor todavía.

"El trabajo dignifica", solían repetirnos nuestros mayores a quienes hoy peinamos canas. Y lo mismo les dijimos a nuestros hijos cuando les tocó a ellos empezar a transitar el camino laboral.

Ahora, las enseñanzas son otras. Y no solamente en la casa. "No tenemos que tener la convicción de que por trabajar más somos mejores, ¿no? O sea, que el trabajo dignifica. El trabajo es también una forma de alienación del ser humano", sostuvo hace algunas semanas el exministro Daniel Olesker.

"Ojalá pudiéramos trabajar menos, y con ello conseguir los medios y dedicar una mayor parte de nuestro tiempo al ocio y a la recreación", agregó Olesker en declaraciones a canal 10.

Como funcionario público, Olesker pudo traducir su pensamiento en hechos. Quedó claro que no pensaba que sería mejor por trabajar más. Y ciertamente no fue el único que procedió así en una administración en la que se hablaba mucho, se hacía filosofía de boliche, pero se trabajaba y llevaba a la realidad poca cosa.

Con declaraciones como estas, con ejemplos de poco trabajo en la vida como el del mismísimo expresidente José Mujica, ¿alguien puede pretender que sea fácil preservar la cultura de trabajo y el amor por la tarea bien hecha con que nuestros antepasados construyeron un Uruguay al que el mundo miraba con admiración?

¿Puede extrañarle a alguien que, con señales como la de Olesker, con ejemplos como el de Mujica, con el culto al pobrismo y la condena constante y explícita al que trabaja más, al que se esfuerza por hacer las cosas bien, al que se rompe al alma para obtener un título universitario, con la condena al que trabajando duro logró salir adelante, no tengamos hoy un Pit-Cnt que reclama a viva voz reducir la jornada de trabajo a seis horas, pero cobrando el mismo sueldo que se percibe por ocho horas de labor?

¿Podrá el presidente Vázquez cumplir con su compromiso del 1° de marzo, de restablecer en el país la cultura de trabajo perdida, y el cariño por el trabajo bien hecho? Ojalá. Pero no será fácil.

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la columna de pepe preguntón 

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