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¿Y Danilo?

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Aver si entiendo. Durante los diez años de gobierno del Frente Amplio el país creció como nunca antes. La economía se manejó como nadie lo había hecho. Se batieron todos los récords de inversión privada. Se erradicaron los amiguismos y se terminó con el clientelismo. Los trabajadores, finalmente, tuvieron a gobernantes que les escucharon y les concedieron lo que reclamaban.

Eso y mucho más es lo que el Frente Amplio le dijo a los uruguayos en la última campaña electoral. Hace menos de un año. "Que no se detenga", decía la machacona publicidad electoral de la coalición y repetían desde los más radicales hasta los astoristas, pasando por los referentes sindicales que, desde la tribuna, pedían el voto para la fórmula Vázquez-Sendic.

Cuando la oposición hablaba de elevado déficit público, el entonces vicepresidente Danilo Astori y el equipo económico que le respondía se encargaban de abatir cualquier sospecha. Nunca habíamos estado mejor. No había nubarrones en el horizonte. Todo se había hecho bien y se seguiría por el mismo camino.

La bonanza de la que se disfrutaba era mérito de la conducción astorista de la economía. Y no de ningún viento de cola.

De golpe, todo cambió. Pasaron las elecciones. Se ganó el gobierno. Y llegó el momento de sincerarse. De decir que el viento de cola había pasado. Y de admitir que teníamos el viento en la puerta. Y que durante los diez años de bonanza habíamos gastado más de la cuenta. Como si las vacas gordas hubieran de durar para siempre.

El déficit fiscal, que en la campaña electoral era perfectamente manejable, de pronto se transformó en un problema al que atacar. La inflación, que estaba bajo control, en un enemigo peligroso. El Antel Arena, en un despilfarro. El shock de obra pública en infraestructura, que se prometía para el primer semestre del año, en apenas una promesa electoral.

¿Qué pasó? Fácil. La única verdad es la realidad. Uno puede decir lo que quiera. Puede incluso convencer a la mitad de un electorado de que no hay nada de qué preocuparse. Pero la realidad, porfiada, termina por imponerse.

Ahora resulta que, desde el astorismo, se dice que el gobierno pasado gastó más de lo que debía y que no hubo control de las inversiones públicas. ¿Y acaso Astori no era el vicepresidente de ese gobierno? ¿Acaso los ministros de Economía y los integrantes del equipo económico no los designó él? ¿Acaso no sabía el astorismo y el equipo económico lo que se hacía en Antel, en UTE, en OSE y en Ancap? ¿Y qué pasó, entonces? ¿Se dejó hacer? ¿Se cerró los ojos, se tragó saliva y se permitió que se pusieran las cuentas públicas del país en peligro?

La factura, ahora, se la pasan al expresidente José Mujica. A Carolina Cosse. A Raúl Sendic y su gestión en Ancap. ¿Pero acaso no tenía el astorismo el manejo de la economía? ¿Nos van a decir que no sabían lo que estaba sucediendo y el riesgo al que se estaba exponiendo al país, endeudándolo durante la bonanza, en lugar de guardar para los momentos de vacas flacas - [email protected]

La Columna de Pepe preguntón

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