Treinta años del Mercosur: oportunidad para repensar el futuro

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Foto: El País

OPINIÓN

Zona de libre comercio y flexibilización, objetivos deseables.

El 26 de marzo se cumplen 30 años de la creación del Mercosur, lo que aparece como una oportunidad para repensar el futuro del bloque. Ha sido un proyecto de integración ambicioso con avances importantes, pero cuyos resultados estuvieron por debajo de las expectativas iniciales.

Recientemente, Brasil y Uruguay expresaron la necesidad de flexibilización, entendida como la posibilidad de negociar acuerdos con terceros países de forma independiente del bloque. Diagnóstico y opciones hacia adelante

El statu quo del proceso de integración implicaría mantener una unión aduanera que nunca ha funcionado como tal. Por una parte, persisten barreras a la libre circulación de bienes y servicios que impiden el aprovechamiento del mercado intrazona. Por otra parte, hay múltiples excepciones al arancel externo común (AEC), que además es elevado —especialmente en bienes intermedios y de capital—, e incompatible con una mayor competitividad.

Adicionalmente, la credibilidad del proceso fue esmerilada por compromisos firmados que demoraron años en entrar en vigor o nunca lo hicieron, porque no fueron internalizados por todos los socios. Algunos ejemplos son temas muy relevantes para la integración, como comercio de servicios, inversiones y contratación pública. El bloque también ha perdido relevancia como socio comercial, lo que disminuyó el atractivo del mercado regional.

A futuro, no es posible la conformación de una unión aduanera como se planeaba tres décadas atrás y tampoco parece deseable considerando las dificultades mencionadas. De hecho, este tipo de acuerdos ha sido cada vez menos utilizado a nivel global. En cambio, proliferan los tratados de libre comercio que otorgan mayor libertad para que cada país tome decisiones funcionales a sus necesidades, que además son cambiantes en el tiempo. Así, existe una disociación entre la realidad económica y el modelo de integración elegido. Tampoco es de esperar una ruptura del Mercosur, por las consecuencias negativas que implicaría perder los aspectos positivos alcanzados.

En ese marco, la transformación del Mercosur en una zona de libre comercio (ZLC) implicaría oportunidades pero también desafíos relevantes. Este formato daría a cada país libertad para definir la política comercial acorde a su estructura productiva y prioridades de inserción internacional. Permitiría negociar acuerdos de libre comercio de manera unilateral con terceros países, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad donde se negocia en bloque con otros países. Si bien esto significaría menor poder de negociación, esta dimensión no ha sido plenamente aprovechada, por lo cual la pérdida es teórica. Es precisamente en el ámbito de la agenda externa donde el Mercosur ha mostrado menos resultados (con la excepción de la conclusión de las negociaciones con la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre Comercio -EFTA).

Con respecto a este punto, Brasil y Uruguay han manifestado su interés en flexibilizar la obligación de negociar en conjunto. Esto requeriría revisar los acuerdos fundacionales —incluyendo el propio Tratado de Asunción—, así como la Decisión del Consejo del Mercado Común 32/00 que reafirma "el compromiso de los Estados Partes del Mercosur de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países”. Asimismo, sería necesario revisar las reglas de origen para evitar la triangulación comercial, es decir, que bienes de terceros países aprovechen un nuevo acuerdo con un país del Mercosur para ingresar a otro del bloque evitando pagar aranceles más elevados.

Debe resaltarse que en caso de que hubiera mayor voluntad de cooperación entre los países miembros, una ZLC sería compatible con el fortalecimiento y la eliminación de barreras al comercio y la inversión intrazona.

Sin embargo, la ZLC implicaría riesgos para los países que muestren menos progresos en las negociaciones con terceros. En el caso de Argentina, existe el antecedente del retiro de las tratativas externas en abril de 2020, del cual se retractó un mes más tarde. Si los socios firmaran acuerdos con terceros y Argentina no, se plantearían los siguientes desafíos. Primero, una erosión del acceso preferencial al mercado de los socios, con impacto especialmente negativo en rubros donde Brasil es un destino relevante tales como sector automotor, químicos y trigo. Segundo, los insumos y bienes de capital importados continuarían siendo caros, perjudicando a la producción local que los requiere para competir internacionalmente. Tercero, al no abrir nuevos mercados, los productos donde Argentina es competitiva seguirían ingresando en condiciones menos favorables que los de países que cuentan con una amplia red de acuerdos comerciales. A modo de ejemplo, los vinos chilenos acceden libres de arancel a mercados como China, Corea, Japón, México o Centroamérica, en tanto que los argentinos están gravados por alícuotas de entre 14% y 20%. En todos los casos, el market share de Chile supera al de Argentina.

Reflexiones para Argentina

Argentina requiere mejorar su inserción internacional, con una mayor integración al mundo que le permita exportar e importar más. Una mejora de su desempeño comercial no solamente se traduciría en mayor eficiencia sino que impactaría positivamente sobre la macroeconomía, sujeta a sucesivas crisis cada vez más frecuentes y profundas. El país debe definir una estrategia de inserción externa acorde a los tiempos que corren, con objetivos de largo plazo y una hoja de ruta con acciones concretas: impulsando actividades competitivas, buscando acceso a los mercados prioritarios, implementando políticas de reconversión productiva, entre otras.

Brasil y Uruguay han mostrado voluntad de avanzar hacia una mayor apertura e internacionalización de su economía. Es claro que para Argentina el statu quo no conduciría a ninguna parte e implicaría indefectiblemente mayor aislamiento y más dificultades para la recuperación económica, es decir menos inversión y empleo. ¿Qué va a hacer Argentina? El desafío está planteado.

(*) Economista, especialista en comercio internacional, macroeconomía y agroindustria, en coautoría con y Romina Gayá, economista, consultora sobre comercio internacional y economía del conocimiento. Investigadora del IICE-USAL (Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la Universidad del Salvador, Argentina). Columnistas invitadas.

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