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“Es que no sos vos, soy yo”

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Foto: AFP
ALEJANDRO PAGNI

OPINIÓN

Así, como si fuera parte de un nuevo episodio de algún culebrón de moda en cuarentena, Argentina logró sincerarse con el resto de sus socios del Mercosur.

Argentina decidió bajarse de cualquier negociación que implique modificaciones arancelarias o aperturas comerciales, tanto aquellas que están en curso como en futuras que el bloque emprenda con otros mercados. En buen romance, sincera una situación que se presumía pero no se terminaba de asumir: Argentina no está preparada para abrir su economía.

Lo que parecía un sinceramiento, corría serios riesgos de “sincericidio”, por ello días después debió matizar la decisión.

A partir de este hecho, aparecen múltiples interrogantes asociadas fundamentalmente al futuro del Mercosur. Repasemos algunas de ellas, sin pretender agotar aquí el análisis.

¿Argentina abandonó el Mercosur?

Lo que había decidido Argentina, de forma unilateral, era abandonar las negociaciones internacionales que viene llevando adelante el Mercosur como unión aduanera con diferentes países o mercados. Abandonaba aquellas en curso, pero sin afectar a negociaciones cerradas, como lo son el acuerdo con la Unión Europea y EFTA. Ahora el planteo es no retirarse de la mesa de negociación, pero sí habilitar a que cada país avance a velocidades diferentes. Póngale el mote que más le guste, pero no modifica la esencia. El planteo inicial era por la vía de los hechos apartarse de llevar una política común frente al mundo, incumpliendo la tan mencionada decisión 32/00, que es un “todos o ninguno”, negociando acuerdos con terceros mercados.

Una mera redundancia en un bloque que funciona como unión aduanera.

Nunca planteó de modo alguno abandonar el Mercosur porque para Argentina el comercio intra-bloque es la vida. Es su principal destino de exportaciones con casi el 20% de lo colocado al exterior, y es su principal proveedor de bienes con el 25% de lo importado, con el que además tuvo en 2019 un saldo comercial positivo de más de US$ 400 millones.

En rápida mirada, Argentina carece de incentivos para que el Mercosur alcance acuerdos comerciales. Sumado a las complejidades de apertura de su propia economía, encontramos que la apertura del bloque implicaría perder uno de los beneficios que tiene casi en exclusividad: entrar al mercado de Brasil con arancel 0%, y sobre el que ha basado diversas ramas industriales. ¿Qué será de los más de US$ 3 mi millones que Argentina exporta a Brasil en vehículos y autopartes?

¿Qué implica entonces?

Un cambio profundo desde lo cualitativo. Hay que recordar que los países del Mercosur podían negociar ya en solitario acuerdos que no incluyeran preferencias arancelarias, rebajas de aranceles, es decir, un mundo a acordar por fuera de lo arancelario. Acuerdos en materia de comercio de servicios o promoción de inversiones, son buenos ejemplos.

El cambio cualitativo tiene dos aspectos destacables: a) sin Argentina o con una actitud indiferente, el Mercosur pierde uno de sus brazos negociadores. Es la segunda economía del bloque con un mercado muy interesante, al menos en número de consumidores. b) este hecho abre una oportunidad de modificación intrínseca al funcionamiento del bloque de acá en más. Argentina ha hecho lo que tanto se ha reclamado al resto de los países, un mensaje claro y efectivo. Lo mejor que puede hacer para no entorpecer más el funcionamiento del bloque es sincerarse de esta forma, plantearlo, porque el otro escenario, el de seguir en la misma línea pero obstaculizando, fue muy dañino en el pasado.

¿Qué cambios se darán en el Mercosur?

No es posible que un socio se corte solo como lo ha hecho Argentina. No es posible desde el punto de vista normativo, desde las reglas del juego. Por tanto, la decisión debe traducirse en nuevas normas internas, en nuevas reglas de juego, y creo que va en la línea de lo que ha venido reclamando Uruguay desde al menos la cancillería del período anterior.

Además, en sentido más amplio, esto desnuda públicamente las diferencias que existen entre lo países. Es que no es posible funcionar en unión aduanera, creer que somos un solo territorio aduanero, con una política común frente al mundo cuando los integrantes del bloque tienen diferentes estrategias, intereses y urgencias. No es posible que exista el bloque, porque por esas diferencias se termina en algo peor: la desidia, la inacción. El ideal podría ser, sí, negociar juntos en bloque, tener fuerza negociadora; pero cuando ese ideal se transforma en una mochila de piedra, mejor bajar al terreno de lo posible y salir a negociar de forma bilateral cuando el conjunto no quiera acompañar. No tengamos miedo.

Posiblemente también por nuestras dimensiones, que a veces nos juegan en contra, puedan llegar a ser una virtud, esa incapacidad de mover agujas, quizás nos permita acceder a condiciones que a otros se les niegan por sus propias dimensiones.

Agenda abierta

El Mercosur tiene negociaciones abiertas con Canadá, Corea del Sur, Singapur y el Líbano. En estas negociaciones Argentina plantea bajarse o avanzar a diferentes ritmos, se han mencionado argumentos vetustos vinculados a la defensa del trabajo nacional. En los hechos, esconde una profunda crisis de competitividad de la industria local que le impide competir no solo a nivel doméstico, sino en el escenario internacional. Además advierte una importante inmadurez institucional, las estrategias de inserción comercial, deben concebirse como políticas de Estado, no pueden quedar sujetas a los vaivenes políticos internos de turno y menos a actitudes de bipolaridad.

Debemos realizar una justa valoración de los acuerdos de libre comercio. No hay que rendirles culto, no son la tierra prometida. Los tratados de libre comercio son instrumentos que deben servir para promover y colocar más producción y trabajo nacional y adquirir de formas eficiente aquellos bienes que no producimos, sobretodo en economías pequeñas. Pero no son mágicos ni todos son saludables.

Uruguay cuenta con acuerdos vigentes más allá del Mercosur. Repasemos. Con México tenemos un TLC, un mercado de más de 126 millones de personas, y no hemos logrado penetrar aún con fuerza. Tenemos un TLC con Egipto, otro mercado de casi 100 millones de consumidores, hemos colocado algo de lácteos este año pero no es relevante como mercado. Existe un TLC con Israel con casi 9 millones de personas. Acuerdos hay, lo importante es analizar por qué no es posible aprovechar todo su potencial. Creer que por ese hecho vamos automáticamente a exportar más, no es correcto.

La realidad ha probado ser mucho más compleja. Inteligencia comercial, marca país asociada a calidad y conectividad logística suelen jugar un rol decisivo. La necesidad de colocar producción y generar trabajo no pueden esperar; cuanto mayor sea nuestra artillería para tal fin, será mejor.

(*) Director de UCU Business School

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