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Productividad y cultura de las organizaciones

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Alejandro Cid

OPINIÓN

Si los trabajadores y empresarios están bombardeados por mails de la organización, reuniones que se podrían evitar, e interrupciones en la oficina, esa situación desemboca en tener que quedarse fuera de hora para culminar las tareas. Más estrés y menos horas con la familia.

Se les preguntó a 600 empleados de corporaciones cuántos pudieron tener 3 o 4 horas de trabajo ininterrumpido: sólo 30 levantaron la mano. La baja productividad exige trabajar fuera de hora, impactando contra la conciliación trabajo-familia.

Bienvenido sea el silencio propio de las bibliotecas. Así lo señalan Jason Fried y David Heinemeier en su reciente libro “It doesn´t have to be crazy at work”. Opinan que las oficinas abiertas, con varias personas trabajando en el mismo espacio, no promueven un ambiente de calma y creatividad. En la empresa de los autores —Basecamp— se impone la máxima de hablar bajo en los pasillos y usar salas de reuniones si se necesitan intercambiar ideas. Fried y Heinemeier se inclinan por evitar las reuniones, especialmente las que involucran a muchas personas. “Ocho personas en una sala no cuestan una hora, sino ocho horas”: la organización pierde así el equivalente a un día entero de trabajo.

Atentados contra la conciliación trabajo-familia. El IESE Business School tiene un centro de investigación especialmente dedicado a estudiar cómo conciliar trabajo y familia. En 1999 desarrollaron el índice de “Empresas Familiarmente Responsables” y lo han aplicado desde entonces en más de veinte países de los cinco continentes. El índice recoge información sobre tres dimensiones: las políticas de la empresa, el comportamiento del supervisor, y la cultura organizacional.

El 54% de los 16.000 encuestados señala que trabajan en medioambientes que hacen difícil la integración trabajo-familia. Los que declaran que trabajan dentro de una cultura organizacional que facilita la conciliación trabajo-familia, reportan:
- Menos intenciones de abandonar la compañía;
- Mayor productividad;
- Mayor satisfacción con la organización;
- Mejor salud;
- Mayor dedicación a sus hijos chicos;
- Mejor calidad de vida.

Si los trabajadores y empresarios están bombardeados por mails de la organización, reuniones que se podrían evitar, e interrupciones en la oficina, esa situación desemboca en tener que quedarse fuera de hora para culminar las tareas. Más estrés y menos horas con la familia.

Apagar el celular. Robert Shmerling, profesor y Editor de las publicaciones sobre salud de Harvard, dio a conocer los resultados de la investigación “Brain Drain: The mere presence of one’s own smartphone reduces available cognitive capacity”. “Imagine —señala Shmerling— que se le pide que complete una serie de problemas de matemáticas, lo suficientemente complejos como para demandar su atención y esfuerzo, pero nada que usted no pueda resolver. Ahora, imagine que usted es interrumpido intermitentemente. Es razonable asumir que sus resultados en los ejercicios de matemáticas van a ser bastante flojos”. El citado estudio demuestra que la simple presencia del celular en la mesa, aunque no esté sonando y aunque ni siquiera lo estemos mirando, puede dañar su performance en ciertas tareas cognitivas.

Paralelamente, en una serie de experimentos de laboratorio en Princeton y en la Universidad de California —“The pen is mightier than thek. Advantages of longhand over laptop note taking” —, se demuestra que aquellas personas que toman apuntes con lápiz y papel tienen mayor productividad que quienes lo toman en su notebook.
En suma, celular y notebook parecen atentar contra la productividad, al menos en ciertos tipos de trabajo que exigen concentración. Y menos productividad exigirá mayor stress para cumplir las tareas y plazos, y robarle horas a la familia.

A su vez, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el documento emitido por su Consejo Económico y Social del 21 de noviembre de 2017, urgía a los Estados miembros a desarrollar políticas para conciliar trabajo y familia. Enfatiza que la familia es “un importante núcleo para la protección de sus miembros más vulnerables”, (…) y es “indispensable para la inclusión social de todos los individuos, especialmente los jóvenes, los que presentan algunas discapacidades, y los adultos mayores”. Mejorar la cultura de trabajo en las organizaciones —y por ende la productividad de los empleados— será una buena ayuda para la conciliación de trabajo y familia que reclama las Naciones Unidas. Gran parte de este cambio lo deben hacer quienes dirigen las empresas o los que lideran los distintos sectores. Ya sabemos que “Fray Ejemplo es el mejor predicador”. Y Jason Fried y David Heinemeier nos dan unas buenas pistas para ponernos “manos a la obra”.

(*) Alejandro Cid es economista, Decano de la Facultad de ciencias Empresariales de la Universidad de Montevideo.

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