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Para reducir la inflación

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Es recurrente. Cuando los gobiernos empiezan a fracasar en el control de la inflación, quieren pelearse contra las frutas y verduras, o contra el precio de la carne, del pollo o de otros alimentos de primera necesidad.

Es algo tradicional. Tanto como que la preocupación aumente en invierno, cuando parece subrayarse la solidaridad del pueblo uruguayo, la movilización social y otros conceptos políticamente correctos. Es el momento en el que aparecen platos de comida caliente, refugios, etc.

IPC en invierno.

Este año como tantos, empezó la preocupación no ya por la inflación sino por el movimiento del IPC, que es una buena forma de medirla. En realidad, los eventuales golpes que pudieran aplicarse contra algunos aumentos, dejarían el problema de fondo sin solución. En efecto, la inflación es esencialmente un fenómeno monetario, caracterizado por "muchos pesos a la caza de pocos bienes". O dicho mejor, por un crecimiento de la cantidad de moneda en circulación a una velocidad mayor que la del incremento de la oferta de bienes. En definitiva, la inflación deriva de la utilización de la emisión como forma de enjugar el déficit fiscal. Y por tanto, su origen, el gasto público, está en la base de todos los males. Alguno dirá que el problema no está en el gasto sino en el déficit, y aparecen así quienes piden más impuestos, como el Pit-Cnt. Esto no es posible ya, dado el nivel de presión fiscal respecto de nuestra producción y productividad. Pero no es ésta una discusión solamente sobre niveles de gasto y su forma de financiarlo. Así por ejemplo, si este gobierno no estuviera como de hecho está, totalmente terminado en su posibilidad de cambiar nada —en algunos terrenos esto debe celebrarse— estoy seguro que se seguiría planteando gastar más para atender otras necesidades, aunque esto lo hiciera poniendo más impuestos, como amplios sectores del partido de gobierno lo piden.

Hay otros en cambio que pensamos que aun sin déficit, la solución de los graves problemas de la sociedad no se aborda gastando más, sino menos; no interviniendo más el Estado, sino al revés, dejando espacio para el accionar libre de la gente. Para muchos la presión tributaria puede seguir creciendo, en tanto en ella ven una forma de expropiación de los bienes de producción. Y otros ven allí la posibilidad de aumentar el poder del Estado, que trágicamente vemos a lo que lleva en la región. De manera que tampoco es aceptable un presupuesto equilibrado pero a altos niveles de gasto y financiamiento. Esto lleva a una calidad institucional muy débil, con escaso espacio para el accionar libre de la gente, y, con frecuencia, para convertir a los gobiernos en repartidores de paquetes de ayuda, que son fácil presa de desvíos.

Sin resolver el problema de base que es el gasto en base a lo que Lorenzo y Astori llamaban el "espacio fiscal", no es raro que cuando la medición de la inflación lleva a sorpresas aparezcan estudios de colusión en mercados supuestamente imperfectos —la carne aparece siempre— en supermercados, etc.

Plan invernal.

Pero aunque el problema de base está en el gasto, voy a proponer un plan invernal que serviría de alivio momentáneo, permitiendo que el IPC invernal no se moviera mucho. En concreto voy a proponer por 90 días dejar de lado los mecanismos de protección —muchas veces curros— que por decisión nacional mantienen una serie de bienes de primera necesidad más caros que sus comparables internacionalmente.

Empiezo por el aceite; propongo que al menos por 90 días se eliminen todos los derechos específicos que protegen la elaboración local. Propongo además la eliminación del escandaloso arancel del 35 % del azúcar blanco con cuyo producido se benefician apenas un puñado de productores. Asimismo, que se elimine la prohibición de importar carne de pollo, que pocos saben que existe escondida en una traba sanitaria, con el fin de proteger la suerte de tres o cuatro empresas. Propongo eliminar por al menos 90 días el cobro discriminatorio del IVA a las frutas y verduras importadas equivalente a un arancel. Reitero la propuesta de eliminar en estos rubros de granja el Afidi, certificado sanitario cuya obtención se maneja para regular importaciones en perjuicio de la gente, al menos para productos básicos como papa, cebolla, zanahoria y algún otro. Eliminar también el decreto que incluye trabas sanitarias a la importación de carne de cerdo. Propongo eliminar aunque sea por 90 días el conjunto de disposiciones destinadas a evitar que se tome aquí vino importado barato, tales como la "tasa de promoción y control" que se cobra solo al vino importado, o la prohibición de importar vino en damajuana cuando aquí es el que más se consume. Liberemos por 90 días la importación por correo de ropa, zapatos. Dejemos por un lapso que se importen libremente automóviles nuevos y usados, combustibles, que no tenga impuestos el tabaco o la cerveza, que las llamadas telefónicas, la hora de internet, o el costo del kilowatt sean lo que valen en algún país vecino. Si nada de esto es posible, ni eliminar regulaciones domésticas, ni moderar el gasto, ni bajar impuestos o tarifas, no se les eche la culpa de la inflación a los carniceros, a los supermercados o a los oligopolios, afirmaciones que suenan como el grito del tero, proferido lejos del nido para engañar.

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El hecho que se rompa la barrera del 10%, es visto como un problema para el gobierno.

JULIO PREVE FOLLE

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