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El mismo dilema, más en el límite

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JAVIER DE HAEDO

En los 12 meses a septiembre, el IPC subió 8,6%. Al mismo tiempo, la parte más "estable" de la canasta, subió 9,3%. Defino como estable al 81,5% del IPC que excluye combustibles, electricidad, carne, frutas y verduras. Para ese período, el gobierno esperaba que el crecimiento del IPC fuera del 5% más/menos 1%. Un año atrás, los economistas y las instituciones cuya opinión releva el BCU para su encuesta de expectativas, esperaban, en mediana, que el IPC subiera 7,0%.

Para el mes en curso, mientras tanto, se sabe que se habrá de revertir el efecto transitorio del plan "Tu ahorro vale doble" de UTE y que además se sentirá el total del efecto en el IPC del último ajuste de sus tarifas, de 4,6% vigente desde finales de septiembre. Además, basta con ir a la feria para comprobar que en este mismo mes se está registrando un enorme aumento en frutas y verduras. ¿Cuánto subirá el IPC en octubre? Creo que volveremos a quedar todos en off-side, una vez más.

Por otra parte, en las dos semanas siguientes a la decisión del BCU de volver a subir la tasa de referencia de la política monetaria, del 8,75% al 9,00%, el dólar se desplomó en el mercado local un 4,6% sin que desde el sector público se hiciera algo para detener la caída, y al mismo tiempo que en el resto del mundo el dólar subía en promedio casi 1%. Recién el martes 16 intervino el BCU dando señales de que el piso estaría en $ 20, un peso abajo, casi 5%, con impacto de un punto en el IPC. Es obvio que es lo que se buscaba.

Simultáneamente, el MEF inició conversaciones con la Asociación de Supermercados para buscar detener la suba de los precios de una determinada lista de artículos. Esta vez no se acude a las tarifas públicas, tantas veces utilizadas en oportunidades de desborde en el crecimiento del IPC. UTE acaba de subirlas, como vimos, en una situación financiera "in extremis". Y en el caso de Ancap, el petróleo en pesos está en el mismo nivel del 10 de abril, cuando se fijaron los precios actuales de los combustibles y los números de las finanzas de la empresa tampoco permiten excesos.

Hace más o menos un año, el consenso entre los economistas, al ver que en Brasil se estaba modificando la mezcla de políticas económicas, era que o bien actuábamos como ellos, o bien tarde o temprano perderíamos el tren. Es decir, hace un año Brasil empezó a aflojar la política monetaria y a apretar la fiscal. Bajó la tasa Selic, impulsó al dólar y el crecimiento del IPC se desaceleró. Gol de media cancha. Un año después está pasando lo que unánimemente sostuvimos: no le podemos seguir el tren a Brasil. Y, a contramano del mundo, seguimos subiendo la tasa de interés y bajando el tipo de cambio. Gol en contra.

Así, hemos pasado, desde el promedio de octubre de 2011 a mediados de octubre de 2012, de una paridad con Brasil de $ 11,27 por real a apenas $ 9,80. Y así, hemos llegado en este mes de octubre, al peor nivel de tipo de cambio real bilateral con Brasil, desde marzo de 2003. Entre los meses de octubre de 2011 y 2012, considerando en cada caso la inflación y la variación del precio del dólar, Uruguay se encareció 9% en dólares, Brasil se abarató 8% en dólares y Argentina se abarató 12% en dólares. Para esos cálculos considero el precio del dólar en $ 20 en Uruguay, en R$ 2,03 en Brasil y en $ 6,10 en Argentina, donde también tomo la verdadera inflación, en el 24% anual. Es decir que nos hemos encarecido 19% relativamente respecto a Brasil y 23% relativamente respecto a Argentina en los últimos 12 meses, de octubre a octubre, mes en el cual se empiezan a tomar decisiones sobre dónde pasar las vacaciones de verano.

Eso, con relación al turismo. Y con respecto a las exportaciones de bienes, con Brasil ya estamos en zona de peligro en todo lo que no sea de origen agropecuario y con Argentina, donde seríamos competitivos con el dólar oficial, existen barreras de hecho a la importación.

Así como hace un año coincidíamos en cuanto al devenir de la relación con Brasil, hoy también existe una amplísima coincidencia entre los economistas uruguayos: el origen de la inflación está en la inconsistencia entre las políticas económicas. Más allá de la utilidad que se le asigne a la política monetaria, el consenso apunta a que las otras dos políticas relevantes, la fiscal y la salarial, están jugando en contra. Es decir, a favor de la inflación.

Mientras que el gobierno dice querer que la inflación se sitúe en el 5% más/menos 1%, alienta acuerdos salariales que hacen crecer los salarios privados en promedio entre 12% y 13% anual y aumenta el gasto público a un ritmo del 18% anual. ¿No salta a la vista la inconsistencia?

Por otra parte, es claro que no toda variación del IPC es "inflacionaria" o "deflacionaria". Por ejemplo, el impacto del referido plan de ahorro de electricidad, tiene un efecto transitorio en el IPC pero no es deflacionario. Al revés, un aumento de las frutas por razones de oferta tiene un impacto transitorio en el IPC pero no es inflacionario. Por cosas como esas resulta preferible ver la tendencia del "núcleo" de la inflación, que está dada por alguna definición de rubros estables del tipo de la utilizada al inicio de esta nota. Y, como vimos, ese núcleo está que vuela. Dicho sea de paso, algunos de los precios que más subieron corresponden a bienes cuya importación no es trivial, como pollos y vegetales. Son precios más propios de una economía cerrada que otra cosa y bien haría el gobierno en liberalizar esos mercados. ¿O solo vale quejarse del cierre de mercados cuando nos lo hacen nuestros vecinos?

A esta altura, el gobierno ha mostrado todas sus cartas. No está dispuesto a tocar las políticas salarial y fiscal. En cambio, no tiene problema en abusar de la política monetaria cambiaria. Está dispuesto a persuadir a algunos comerciantes a aplicar determinadas políticas de precios. Pero no parece dispuesto a liberalizar mercados cerrados en donde los consumidores son rehenes de tener que pagar cualquier precio por determinados bienes. Curiosamente, no hace lo que estaría bien hacer y hace lo que está mal o no sería necesario hacer.

Dado que todos sabemos que no va a hacer lo que debe, si somos positivos y no normativos, parece evidente que se abren por delante dos escenarios.

Uno, el que parece que va a seguir, a estar por las últimas movidas: mantener la inflación por debajo del 10% a cualquier precio en materia de tipo de cambio, tasas de interés y utilización de mecanismos no ortodoxos (acuerdos de precios, rebaja de tarifas si hay posibilidades, etcétera). En este escenario, el gobierno parece estar dispuesto a comprar menos inflación en pesos al precio de más inflación en dólares.

Dos, el camino que en principio no se seguiría, implicaría ir gradualmente a una inflación mayor, evitando el deterioro de la competitividad del escenario anterior.

Es decir, está presente el mismo dilema de mucho tiempo a esta parte, pero más en el límite de lo tolerable, tanto en materia de inflación como de competitividad.

En realidad, más allá del camino elegido, la situación en la que estamos es tal que "cierra" con más inflación, de modo de diluir los aumentos del gasto público y de los salarios en términos reales, ya que políticamente no se los puede ajustar en términos nominales. La cuestión es si se reprime la inflación transitoriamente o no. Por ahora, parece que sí.

En cualquier caso, más tarde o más temprano, se requerirá de un plan de estabilización. Un plan que, como siempre, será menos complicado cuanto más manejable por las autoridades sea la situación al momento de impulsarlo. El tiempo, también como siempre, jugará en contra.

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