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Claroscuros del proceso de producción nacional en Uruguay

Pese una coyuntura económica incierta, hay espacio para el optimismo en el mediano plazo.

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Getty Images

El dato publicado recientemente por el BCU que da cuenta de un crecimiento económico en términos desestacionalizados del 0,9% en el primer trimestre de 2023, seguramente sorprendió a más de un analista. El azote de la sequía más severa en medio siglo auguraba un dato más ominoso. Sin embargo, es evidente que hubo un contrapeso en otras actividades productivas que mitigaron la crisis del sector agropecuario, con lo cual técnicamente la economía salió de la breve recesión en la cual había ingresado en el segundo semestre de 2022. Una de estas actividades fue el turismo. La temporada de 2023 fue muy buena (aquí la falta de lluvia jugó a favor), con la entrada de más de 1.200.000 visitantes en el primer trimestre, triplicando el registro del mismo período de 2022, y superando al 1.100.00 que había ingresado en Q1/19 (antes de la pandemia).

De todos modos, por más bienvenido que sea el crecimiento en Q1/23 no hay que dejarse llevar por un excesivo optimismo. A tal punto que, si en los restantes trimestres de 2023 se creciera a la misma tasa, en el promedio anual el alza sería tan solo de 1,2%, en línea con las modestas expectativas que hasta ahora han reportado los analistas privados. Lo cual se explica precisamente por la baja acumulada de 2% en el segundo semestre de 2022 que hizo que la producción de bienes y servicios aún no alcanzara el último pico verificado en Q2/22.

Por tanto, es razonable pensar que pese al crecimiento de 0,9% en Q1/23, las expectativas de los analistas privados para el promedio del año no tendrán cambios significativos. Además del efecto de inercia estadística ya señalado por la caída en Q3/22 y Q4/22, habrá un efecto adicional producido por la finalización de la mega inversión de UPM2 en Q2/23. Por otra parte, continuarán presentes (y en algunos casos se acentuarán) los efectos de la sequía. A su vez, la enorme brecha de precios con Argentina provocada por el salto cambiario permanecerá al menos en lo que resta del año, por lo que continuará siendo dramática la situación del sector de comercio y servicios en las ciudades fronterizas del litoral. Finalmente, se sabe que a partir de setiembre la refinería de ANCAP tendrá una parada técnica por mantenimiento de al menos cuatro meses, lo cual afectará al PIB industrial. Todos estos factores sumados no podrán ser compensados por el aumento en el volumen de exportación de celulosa de UPM2 a partir de Q3/23.

Una peor sensación se obtiene al comparar la evolución del PIB en la era postpandemia. El gráfico de líneas muestra el PIB trimestral desestacionalizado de varios países sudamericanos tomando como base el primer trimestre de 2019. Puede verse como Uruguay (línea gruesa celeste) está a la zaga en el crecimiento acumulado.

La variable más representativa de la demanda agregada es el consumo de los hogares que representa el 60% del PIB. Los últimos registros muestran una desaceleración. Como fuera dicho, el consumo en los departamentos del litoral está en fase contractiva, mientras que en el resto del país bien puede explicarse por una mayor incertidumbre en la presente coyuntura enrarecida por la sequía donde si bien hay recuperación de salarios reales, el desempleo no cede.

Ahora bien, el panorama descrito, aunque diste de ser halagüeño en una perspectiva de muy corto plazo, tampoco debe hacer perder de vista el largo sendero que durante la vida recorremos allende el horizonte inmediato. Visto así, los shocks negativos transitorios (como sin duda fueron el COVID y la sequía) por dolorosos que puedan resultar en el corto plazo y sin subestimar los costos sociales en algunos segmentos donde el Estado debiera prestar asistencia, no dejan de ser transitorios. Pese a estos shocks, nuestra perspectiva de mediano plazo es favorable. La clave está en un componente de la demanda agregada menos representativo que el consumo, pero más relevante: la inversión. La inversión no sólo contribuye al crecimiento presente, sino que, más importante aún, garantiza crecimiento futuro al agregar al aparato productivo nuevas empresas (o líneas de producción en empresas ya existentes) que traerán más producto, más ingreso y mayor empleo. La inversión se ha desacelerado como puede verse en el gráfico de barras, por la consabida finalización de las obras en UPM2. Pero el segundo gráfico de líneas muestra el comportamiento de la inversión en nivel, junto al consumo y las exportaciones. Nótese que tras la disminución padecida entre 2016 y 2020, hubo un despegue formidable. La mega inversión de UPM2 explica buena parte del comportamiento, pero también lo hacen otros proyectos de infraestructura, así como el boom de construcciones residenciales. Los beneficios fiscales otorgados por el Régimen de Vivienda Promovida el Régimen de Promoción de Inversiones constituyen un factor explicativo relevante. Pero hay más. Uruguay es un país que goza de una gran institucionalidad donde prevalecen el derecho de propiedad y el respeto a los contratos. El sistema político, con sus bemoles (¿qué sistema político en el mundo no los tiene?) es estable, no existen los ánimos refundacionales, y la tradición democrática posiciona al país en el puesto 11 del ranking mundial, siendo primero en toda América. En el plano financiero, la reputación se manifiesta en mejoras de calificación crediticia y el riesgo país más bajo de América Latina. Todo lo cual implica una menor tasa de descuento a la cual los inversores actualizan los flujos de fondos proyectados cuando evalúan hundir decenas (cuando no cientos o incluso miles) de millones de dólares, mejorando la rentabilidad del negocio. La mayor certidumbre hace que pese a ser un país caro, hacer negocios en Uruguay sigue siendo una opción rentable para radicar inversiones. No en vano, según la Cepal Uruguay es el país de la región con mayor stock de inversión extranjera en términos del PIB. Tampoco es casual que, a la semana de haberse inaugurado la planta de UPM2, se anunciara otra mega inversión en hidrógeno verde. Todo esto implica acumulación de capital, innovación, empleo y crecimiento. Pero las perspectivas de crecimiento de largo plazo siguen siendo bajas (2% – 2,5%). O sea que, a la acumulación de capital, será menester sumar una mejora en la productividad de los factores para apuntalar el crecimiento (tema para otra columna).

Por tanto, crecer 1% un año puntual, en sí no dice nada. Lo relevante es la tendencia de largo plazo. A modo de ejemplo, pensemos en dos países con un mismo ingreso per cápita: uno de ellos creciendo al 2% anual y otro al 4%. En un año, la brecha de ingresos a favor del segundo será de apenas 2%, pero a los 20 años pasará a ser 47%, y a los 40 años 117%. Ya lo dijo el premio Nóbel Robert Lucas: “Las consecuencias del crecimiento económico para el bienestar humano son tan estremecedoras, que una vez que uno empieza a pensar en eso es difícil hacerlo en otra cosa.”

- El economista Marcelo Sibille es gerente senior del área de asesoramiento económico y financiero de KPMG en Uruguay.

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