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El verano de mi vida

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Claudia Fernández con su familia

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Para muchos las vacaciones son la época más esperada del año. Domingo convocó a cinco personalidades para que cuenten esos días de descanso que atesoran para siempre entre sus recuerdos.

Claudia Fernández con su familia
Leandro Ibero Nuñez en el desierto de San Pedro
Cristian Rodríguez disfrutando con sus hijas
Verónica Alonso elige todos los veranos con sus hijas
Maia Castro y una aventura que no olvidará

El verano es tiempo de encuentros, de anécdotas y también de recuerdos. Ya sea por el disfrute en familia, por un momento inolvidable del otro lado del mundo, por un reencuentro familiar, por el olor a mar o a campo, siempre hay algo que contar. Así, con ánimos renovados por el calor y la playa que demoró pero llegó, cinco personalidades compartieron con Domingo los veranos de su vida.

Cuando las experiencias positivas se quedan en nosotros por mucho tiempo y podemos contarlas, es un privilegio y tiene como consecuencia la mejora en la concentración y el aprendizaje: "Nos hacen sentir más conectados con los demás y nos brindan una perspectiva más rica y optimista de nuestra vida", dice la piscóloga Mariana Alvez. ¿Hay una táctica? La experta recomienda "saborear prolongadamente, incluso escribir la situación, sacar fotos, compartirlo en charlas", todo lo que se necesite para fijarlo y hacerlo imborrable y que pase a formar parte del "banco de emociones positivas".

Sin horarios.

No es necesario conversar con ella, basta seguirla en Instagram para saber que aunque sea verano, Claudia Fernández no para de trabajar. Es parte del elenco de Stravaganza, un espectáculo acuático creado y dirigido por Flavio Mendoza, que este año dará más de cien funciones en Enjoy Conrad de Punta del Este. Claudia intercala el tiempo con sus hijos, Mía y Renzo, su marido Leonel Delménico, su papel como vedette en uno de los escenarios más famosos del país y, claro, saca un rato para ella, por ejemplo pintando para bajar la ansiedad.

"Para mí el verano es sinónimo de disfrute, de amigos, de levantarse tarde, de poder almorzar a cualquier hora. Que no haya horarios es fundamental. Además es la época más linda porque me encanta el calor", dice Claudia para luego confesar que si bien es su estación favorita, no es muy amante de la playa, no le gusta la arena y que prefiere la piscina, aunque el mar le encanta.

Si tiene que pensar en un verano especial, elige cualquiera que esté con sus hijos. Los disfruta mucho en esta época porque en el año, entre el colegio y los trabajos se complica un poco más. Ahora tiene todo el día para jugar y recalca su pasión por vivir sin horarios. Incluso si no quieren almorzar, se levantan y preparan un "megadesayuno". "Las vacaciones son inolvidables siempre que esté con ellos".

Después viene la nostalgia y los veranos de cuando era niña, otros que no olvida y que recrea en su cabeza: "Me encantaba quedarme patinando hasta las 12 de la noche en la cuadra, mientras todo el mundo sacaba la silla a la vereda y hasta la mesita con la tele. Sin duda para mí eso es el verano".

En Atacama.

Leandro Ibero Núñez, actor de la Comedia Nacional, no puede decidirse por un solo recuerdo: tuvo dos vacaciones bastante significativas.

La primera en 2008, cuando fue a Chile para actuar en el festival de teatro de Antofagasta. "Me fui un mes antes del festival. Había conocido a una chica que vivía por allá y tuve la suerte de ganar 500 dólares en pasajes por Land". Su idea era hacer una buena recorrida por todos los lugares memorables y para lo último habían dejado el desierto de San Pedro de Atacama. Todo fue espectacular, solo que antes de salir rumbo al destino, la chica perdió la tarjeta. Para no cortar el viaje como creía que tenía suficiente dinero, él dijo que le prestaba.

"Resulta que cuando llegamos a San Pedro todo era carísimo; es un lugar extremadamente turístico, está en el medio del desierto con muchos atractivos naturales y alejado de todo", resalta Leandro. El dinero se les terminó enseguida, no se querían ir y además tenían ganas de hacer muchos tours. Entonces a Leandro no se le ocurrió mejor idea que adaptar la obra que tenía preparada para el festival, convertirla en un monólogo, hacerla en el camping y pasar la gorra. "Todo daba para que funcionara. A partir de las cinco de la tarde, cuando la gente volvía de los paseos no había nada para hacer, así que anunciamos el pequeño espectáculo, juntamos una platea de 50 personas y para cuando terminamos teníamos dinero suficiente para subsistir hasta que comenzara el festival".

"A todo eso sumale que nos encontramos con un valle no promocionado que era espectacular. Un oasis como de dos cuadras de largo en el medio del desierto, con una cañada que se transforma en arroyo rodeado por árboles frutales. Fue una aventura sensacional".

De lo otro hace menos años, fue en 2015 y bastante distinto. Con su novia actual se escaparon del verano uruguayo para ir directo al invierno europeo. Recorrieron todo lo que pudieron, se enamoraron de Granada, "una ciudad que con sus desniveles es geográficamente bella", con una mezcla de culturas, con gran influencia musulmana, que para Leandro resultó increíble, y, destaca: "La propia vida que tiene la ciudad que es chica pero tiene una vibra fascinante".

Pero para el actor, lo importante de ese no verano fue el reencuentro con su hermana, quien diez años atrás se había ido con su hija de dos años a probar suerte a España. Con ellas se recorrieron todo. "Fue sorpresivo ver a mi hermana en sí, la encontré diferente, muy feliz e hiper-querida por todo el mundo, era como una personalidad en la ciudad: modela, organiza fiestas y hasta es patovica en un boliche", comenta y ríe pensando que, sin dudas, estas dos vacaciones lo marcarán por el resto de su vida.

Tiempo de encuentro.

"Cada verano con mis hijas, cada primer verano de ellas fue especial", cuenta la senadora del Partido Nacional Verónica Alonso. "Que toquen la arena, que nunca les gusta, y después mojarles las patitas en el agua helada y sus reacciones. Esos son recuerdos que tengo muy marcados. Después está mi niñez en Atlántida, eso tampoco se borra".

Para Verónica el verano siempre es lindo. Llega el descanso y, fundamental para ella, el tiempo en familia: "Lo disfrutamos mucho". Y además de dedicarse por completo a sus tres niñas, Camila, Delfina y Violeta y su esposo, se va para Punta del Este y es el momento ideal para encontrarse con padres y hermanos. "Pasamos en la playa toda mi vida. De chica en Atlántida visitábamos a mi abuelo, tíos y primos. Vivíamos unas lindas vacaciones ahí. Después, en algunas ocasiones me iba a visitar a mis primas en Piriápolis", dice y da cuenta así de una tradición de encuentro familiar en la playa que se mantiene desde que tiene uso de memoria y que ahora contagia a sus hijas.

Entre juegos de mesa, mates en la arena, charlas y lecturas se pasan las vacaciones para Verónica y su familia. De mañana no bajan tanto a la playa porque a las más grandes de sus hijas les gusta dormir hasta tarde. Pero en el día siempre encuentran un momento para hacerlo, porque en definitiva es en la arena donde se cumple el ritual.

Campo y playa.

Al momento de la entrevista, Cristian "Cebolla" Rodríguez estaba en Punta del Este, había llegado un día antes y se estaba instalando para esperar a Lola y Juana, sus hijas. "Pero esto no es lo normal", dice y aclara que es la segunda vez en su vida que veranea ahí. "Mis vacaciones eran en invierno, el verano uruguayo es re lindo pero nunca lo pude disfrutar como quise. Ahora que volví al país puedo venir". Enseguida confiesa que tampoco es mucho de la playa; le gusta y entiende que lo necesita para poder descansar, pero como es muy ansioso no puede quedarse tranquilo por muchos días.

Entonces pasa bastante tiempo en el campo, ubicado en Juan Lacaze, su ciudad natal. Cristian podría decir que ese es su lugar en el mundo y es, también, la otra parte de sus vacaciones. Cuenta que ahí tiene todo armado, lo fue haciendo desde cero y a su gusto para ahora poder disfrutarlo con su familia y amigos.

"Para mí las vacaciones siempre son especiales, porque dedico el cien por ciento a la familia y amigos", dice Cristian y aunque trata de hacer memoria, concluye que no tuvo un verano especial en particular. Lo fundamental para él es siempre estar rodeado de los que quiere y, muy importante, que parte de ese tiempo sea en Juan Lacaze, donde también trabaja en la organización de la Fiesta del Gaucho que cada diciembre se realiza allí, y donde se ubica la playa que prefiere por sobre todas.

Además, y este es un punto relevante para él, Lola y Juana disfrutan un montón cuando están en el campo. Primero porque entre las hijas del casero, que son cuatro, y sus dos primas, que siempre van con ellas, tienen muchas amigas. "Se llevan re bien, pasan con los juguetes o en la casa del árbol y se juntan para darle comida a los patos, las gallinas, los conejos, les encanta andar atrás de las ovejas, los caballos y las cabras", describe el futbolista. Segundo, porque tienen piscina y cuando entran no hay quien las saque del agua. "Tienen unas pilas", comenta.

Cristian se mete al agua solo para jugar al voleibol con amigos, aparte de eso prefiere quedarse afuera tomando mate porque, vuelve a remarcarlo, es muy ansioso para estar tranquilo en una piscina. Como deportista que es, hasta deja algún momento para salir a correr un poco, siempre tratando de no tomárselo demasiado en serio y separar profesión de descanso.

"Una vez nos fuimos a Playa del Carmen con mi familia, es un lugar divino, pero ni bien llegué todos me querían matar, porque fueron horas de viaje y yo ya me quería volver", cuenta Cristian para recalcar una vez más que su lugar y sus vacaciones favoritas siempre serán en el campo, con un poco de playa uruguaya en el medio, claro.

Aprendizajes.

La cantante de tango Maia Castro sí tiene un recuerdo favorito y especial. Aunque sus veranos los pasa más que nada en el Cabo Polonio, a donde va desde que tiene 13 años, primero con su familia, otras veces con su pareja y otras tantas sola, porque tiene amigos allí, su anécdota se remonta a un viaje a Colombia. Fue el año pasado junto a su pareja y, en especial, recuerda la travesía para llegar a Cabo de la Vela, un lugar paradisíaco ubicado en Guajira. "A mí no me gustan las vacaciones de echarme en la playa a tomar sol, prefiero conocer lugares, caminar, moverme", dice.

"Fuimos a un montón de lugares. Pero el Cabo de Vela fue lo que más me impactó", dice. Cree que fue sobre todo por el choque cultural y además era una osadía llegar hasta ahí. Había que pasar por dos lugares antes, Riohacha y Uribia, y lo usual, si no tenés transporte propio, es apelar a un remise. Lo hicieron.

De Riohacha contrató un remise que las dejara en Uribia. Tenía que levantarlas en el hotel, pero eran las siete de la mañana, una hora más tarde que el horario pactado, y el transporte no aparecía. Cuando lo hizo, fue por teléfono para avisarles que les mandaba a otra persona. "Eso no fue nada", dice Maia.

Una vez en Uribia, la idea era subir a un transporte que pertenecía al dueño del que las había dejado ahí, su nombre era Miquele: "Entonces apareció un montón de personas que empezaron a decir yo soy el primo de Miquele, las llevo, y otro, no, yo soy quien las va a llevar, así hasta que de nuevo al teléfono Miquele nos indicó a quién teníamos que acompañar", narra.

Ese señor, las llevó a una placita cercana y les pidió que esperaran que ya se iban. En la misma situación estaba un chico belga que, para la no tranquilidad de ellas, les dijo que desde hacía tres horas le decían lo mismo. Para eso ya eran las nueve de la mañana. Tres horas después por fin se fueron al tan deseado Cabo de la Vela.

"Ahí aprendimos de todo", reflexiona Maia. El transporte eran unas camionetas colectivas que, como Cabo es un lugar lejano y desabastecido, además de turistas, lleva gente local, alimentos, agua y "un millón" de cosas. "Íbamos todos apretados en la camioneta, cada vez subía más gente, entre ellos una abuela con cinco niños. Pero en lugar de resultarnos una experiencia negativa, fue un viaje de lo más pintoresco". Una de las cosas que más impactó a Maia fue ver a niños que en la ruta salían desde unas casas humildes a pedir agua a los turistas, "un bien bastante preciado en la zona".

Por fin llegaron. "Tampoco sabíamos qué nos íbamos a encontrar", dice, pero reconoce que todo valió la pena, no solo por las playas caribeñas extraordinarias y tranquilas que conocieron. "Entendimos que a veces ciertas comodidades hay que dejarlas de lado para poder llegar a un lugar y conocerlo realmente. Podés hacer un tour por un día e ir en una supermegacamioneta, hacerlo más fácil, pero eso no te permite tanto conocer y por lo menos a mí no me interesa mucho. Esto me marcó".

LA MINISTRA MUÑOZ Y RECUERDOS EN SANTA LUCÍA DEL ESTE

María Julia Muñoz, ministra de Educación y Cultura, trata de hacer memoria y responder cuál fue el verano de su vida. Concluye que sin duda fue cada uno de los que pasó en Santa Lucía del Este y menciona uno en particular en el que las cámaras de El País la captaron comiendo asado con su sobrino nieto en la falda; lo más importante, dice, es estar rodeada de amigos y familia. "Los veranos de vacaciones son siempre buenos", reconoce y agrega: "Me encanta el verano, poca ropa y mucha playa".

Este año su querida Santa Lucía tendrá que esperar, la ministra decidió hacer un viaje de descanso por fuera del país y sin playa.

Si va un poco más atrás en el tiempo, nombra Salinas, donde de niña pasaba con su familia, un lugar especial que le dio recuerdos de los que no se olvidan.

Las estaciones en el humor 
La temperatura influye en nuestro humor

Hay algo de biología en eso de que en verano nos ponemos de buen humor. Las estaciones del año influyen en el estado de ánimo. En invierno, por ejemplo, recibimos menos sol, lo que hace que la vitamina B12 disminuya en el cuerpo y "es frecuente que el humor esté más bajo, que haya tendencia a mayor depresión y la sensación de menor energía", explica la psicóloga Mariana Alvez.

Y agrega que el verano, en cambio, regala ánimos con el sol intenso e incluso puede aumentar el nivel de serotonina, sustancia encargada de equilibrar el estado de ánimo. Entonces descansar en esta época, tomarse un tiempo para reflexionar y diseñar el año puede ser mejor, porque según Alvez, disminuye el estrés y el buen humor se incrementa.

Los recuerdos felices en familia

La mayoría de las historias en esta nota tienen como parte fundamental el compartir tiempo con familia y amigos. Para la psicóloga Mariana Alvez las vacaciones familiares son diferentes para cada persona, pero cree que la mayor parte de las veces, y más allá de las tensiones que existen entre algunos vínculos, lo que suele estresar en estos períodos de descanso es "la falta de organización, los imprevistos, las expectativas demasiado desmedidas de que todo tiene que salir perfecto". Para disfrutar cree que hace falta tomarse las cosas con calma, "no querer hacer 20 mil actividades a la vez" y recomienda, ante todo, dormir para recuperar energías.

Además, recalca que vivir los recuerdos con cariño, traerlos al presente y permitirse sentir nostalgia, puede llevar a reconectar con las emociones de esos momentos, generando una experiencia positiva para cada uno y aconseja "saborearlos", sacar fotos y contarlos para que se fijen mejor en la memoria.

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