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Moore al ataque

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Provocador nato, ha tenido críticas de la derecha y la izquierda.

Elogiado y criticado, el documentalista no ha dejado de meter el dedo en las llagas de Estados Unidos: ahora se tira contra Trump.

A Michael Moore le estaba faltando algo. Después de denunciar en sus documentales al capitalismo salvaje, a la administración Bush, a la omnipresencia de la armas en la vida de Estados Unidos, al sistema sanitario norteamericano, quedaba fuera de su blanco un personaje que se ha vuelto central en las noticias.

La semana pasada, finalmente, apareció Donald Trump en forma de película de Moore: Michael Moore in Trumpland. Y fue bastante sorpresivo, porque muy pocos sabían que estaba produciendo uno más de sus virulentos pero a la vez divertidos ataques contra todo lo que no le gusta.

También fue inesperado el contenido del film, porque no toca los escándalos sexuales del candidato republicano, sino más bien es una especie de stand up, en el cual el director critica a Trump y elogia a su contrincante en las elecciones estadounidenses del 8 de noviembre, Hillary Clinton. En realidad, en este caso el director no parece interesado en provocar a nadie, a diferencia de sus anteriores trabajos, comentó The New York Times.

Flint.

Moore nació en 1954 en Flint, estado de Michigan. Y su pueblo natal tuvo importancia clave en su carrera como documentalista. Cuando General Motors cerró sus fábricas en la zona para abrir otras en México y abaratar los costos laborales, Flint se vino abajo. Moore salió con una cámara a registrar esa debacle. Y se le ocurrió entrevistar al presidente de la empresa, Roger Smith, para mostrárselo. Los vanos intentos de acercarse al ejecutivo ocupan buena parte de Roger & Me (1989). Y también reflejan el estilo que adoptarían sus producciones: la denuncia dura y militante, la declarada intención de poner el dedo en la llaga, acompañado por el protagonismo de su autor y algunos toques de comedia, haciendo del alegato un show.

El éxito de la película interesó a la Warner, que le pidió un programa para televisión. El resultado fue TV Nation, que salió al aire en 1994 con la combinación de denuncia y sátira que siempre buscó Moore. Después hizo The Awful Truh (La horrible verdad).

El momento de mayor fama llegó en 2002 con Bowling for Columbine, en el cual abordó el problema de las armas de fuego en Estados Unidos, tras la matanza en la escuela secundaria de Columbine, en el estado de Colorado. Obtuvo el Oscar al mejor largometraje documental. Sin embargo, ya en la entrega del premio las cosas se complicaron.

Poco antes de la ceremonia, Estados Unidos atacó Irak bajo el pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva en ese país. En su discurso de aceptación, Moore criticó la decisión de George W. Bush de ir a la guerra: "¡Qué vergüenza, señor Bush!", exclamó, y los asistentes comenzaron a abuchearlo. Apenas bajó del estrado, un tramoyista lo increpó. Y los días siguientes, la gente lo insultaba por la calle. El tiempo pasó, las armas de destrucción masiva no aparecieron y la guerra se volvió impopular en Estados Unidos, dándole la razón. "No era difícil equivocarse. No soy un inspector de armas, pero estaba más que claro. Fue una mentira alucinante de la que se aprovecharon para mandar a gente a la guerra, da un poco de asco", recordó hace poco.

Al mes del Oscar, se lanzó a producir un nuevo documental: Fahrenheit 9/11, sobre la guerra de Irak y especialmente sobre los vínculos entre la familia Bush, la familia real saudita y Bin Laden. La producción recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2004, pero tropezó con problemas para su exhibición en Estados Unidos, ya que la compañía Disney, propietaria de la distribuidora Miramax, se negó a distribuirla. Al final lo hicieron algunas empresas chicas y se convirtió en un enorme éxito, con más de 120 millones de dólares de recaudación, aunque no influyó en la opinión de sus compatriotas sobre Bush, ya que este fue reelegido presidente en 2004.

Después, Moore se metió con el sistema sanitario estadounidense en Sicko (2007), investigó el voto de los universitarios en Slacker Uprising (2008), abordó la crisis económica de 2008 con Capitalismo, una historia de amor (2009) y comparó los modos de vida europeos y estadounidenses en ¿Qué invadimos ahora? (2015).

Críticas.

Hace rato que no deja indiferente a nadie. Tuvo acusaciones desde la derecha con el libro Michael Moore es un blanco estúpido y gordo y la película Michael Moore odia a Estados Unidos. Pero también dos documentalistas que se proclaman "de izquierda y progresistas", Rick Caine y Debbie Melnyk, lo denunciaron en Manufacturing Dissent: según ellos, mezcla con "demasiada ligereza" realidad y ficción para provocar una determinada corriente de opinión. También ha sido criticado por su ego, al aparecer en todas sus películas. Y hay quienes piensan que últimamente su discurso se ha "suavizado".

En todo caso, todos conocen las opiniones políticas de Moore. Y saben que desde ellas se lanza a producir sus documentales, que nunca son neutros. Tómelo o déjelo, mírelo o cambie de canal.

OBRAS PARA PENSAR, APLAUDIR, DISCUTIR, REÍR O RECHAZAR.

Roger and me.

Su vana persecución al presidente de General Motors es un retrato del Estados Unidos postindustrial. Los toques risueños no esconden una realidad que sufrieron miles de estadounidenses.

Columbine.

La facilidad con la cual los estadounidenses obtienen armas y las matanzas que se repiten periódicamente con esas armas es un tema que mantiene vigencia desde que Bowling for Columbine obtuvo el Oscar, en 2003.

Fahrenheit 9/11.

La visión de Moore sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y las guerras de Goeorge W. Bush le valieron un gran éxito de taquilla pero la controversia también batió récords.

Invasiones.

En ¿Qué invadimos ahora? Moore visita países europeos y Túnez mostrando instituciones o ideas que segun él funcionan bien y deberían inspirar a EE.UU. El tono de la denuncia es más calmo, con un fondo de comedia.

Un divorcio que reveló su fortuna.

En 2014, Moore se divorció de su esposa, Kathleen Glynn. El juicio reveló dos cosas: que su fortuna personal ronda los 50 millones de dólares y que vivía en Traverse City, una pequeña ciudad junto al lago Michigan mayoritariamente conservadora. El detonante, dijo la prensa local, fue la intención de ella de ampliar "exageradamente" la mansión, a lo cual él se negaba.

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