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Cien años del primer cruce a nado del Río de la Plata: historias de nadadores a los que les permitió cruzar

Solo 45 personas han recibido su permiso; cuatro de ellos cuentan a Domingo sobre este desafío.

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Conmemoración de los 100 años del primer cruce a nado del Río de la Plata
Gentileza Lucas Rivet

Eduardo Appoloni se enfrentará al Río de la Plata en enero. Hace cinco años que se prepara mental y físicamente. “En travesías que llevan más de 10 horas, la cabeza es todo”, dice a Domingo. Sabe de lo que habla. En el pasado abril se coronó como el primer uruguayo en completar los 36 kilómetros que separan Leme de Portal frente a la costa de Rio de Janeiro. La travesía llevó 11 horas y 25 minutos. Cuenta que su mayor miedo ya no es nadar de noche —lo hizo por siete horas en Brasil— sino la incertidumbre climática porque el río más ancho del mundo es “impredecible”.

Lucas Rivet, expresidente de la Asociación Cruce a Nado Río de la Plata (ACNRP), quien conquistó al Río de la Plata en su segundo intento en 2018, prefirió utilizar la palabra “salvaje”.

Lo cierto es que una bajante o la pleamar cambia las corrientes o se arma una tormenta de improviso o la temperatura no es la óptima y el nadador puede perder años de entrenamiento.

Aquellos que lo han cruzado y aquellos que lo desean cruzar saben que el Río de la Plata es uno de los pasajes más difíciles del mundo. En 100 años, solo 45 personas han completado la prueba de forma individual.

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Lilian Harrison

La historia de Lilian.

La primera en conquistar el salvaje Río de la Plata fue la argentina Lilian Harrison, hija de inmigrantes británicos, el 21 de diciembre de 1923. Su padre la había entusiasmado para bajar el récord sudamericano femenino de permanencia en el agua que era de seis horas y 48 minutos. Lo dejó chico.

Antes habían intentado cruzar Enrique Tiraboshi (abandonó cuando le faltaban cinco kilómetros para llegar a la costa), Luis Garramendy, Elio Pérez, Romero Maziel y Vito Dumas en 1919. Sin embargo, fue una mujer de 19 años quien necesitó 24 horas y 10 minutos y entre 25 y 27 brazadas por minuto para lograr lo que ellos no pudieron hacer. Se hizo acreedora de una copa de oro, 5.000 pesos de la época y de una página en la historia deportiva. Garramendy lo consiguió un mes después y su tiempo fue de 25 horas y 12 minutos.

Según relata una crónica de El Gráfico, ese día “soplaba viento del sudeste y hacía mucho calor” y durante las primeras 10 horas, Harrison nadó “con fuerte viento y agua picada que le castigó constantemente”. Los lectores supieron que Lilian se alimentó con jugo de naranja, café caliente con yemas de huevo, azúcar, caldo vegetal, uvas sin hollejo y caramelos de limón (lo hizo 39 veces durante la travesía) y usó aceite de hígado de bacalao y vaselina y lanolina en la piel para evitar el frío.

La prensa internacional no escatimó en calificativos: “La portentosa hazaña”, “la extraordinaria proeza”, “la empresa imposible”, el “magno evento”, “la maravillosa travesía”, “el impresionante cruce” o “el raid triunfal”. Pero parte de la prensa cayó en lo obvio. Esto publicó La Nación: “¿Cómo admitir que una mujer, por muy fuerte y muy bien preparada que estuviese, alcanzara el triunfo allí donde aquellos fracasaran Tiraboschi, Maciel, Garramendy, Dumas, etc.? No nos sentimos culpables de la incredulidad, pues esa opinión nuestra fue también la opinión de la mayoría”. Lilian les tapó la boca.

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Lilian Harrison
SEIS NADADORES Y UNA PRUEBA ESPECIAL

El pasado 10 de diciembre, seis nadadores recrearon el primer cruce a nado del Río de la Plata. Lucas Rivet, organizador de la travesía, los calificó como “valientes”. Estos fueron: Lorenzo Raggio, de 49 años; Julieta O’Connor, de 52 años; Alejandro Gianakis, de 59 años; Tomás Larroca, de 49 años; Mariana Díaz, de 56 años; y Marcela Pereyra, de 50 años, quien abandonó. Tres de ellos utilizaron traje de neopreno.

Lorenzo fue quien lo cruzó más rápido: unió los 40 kilómetros entre Colonia del Sacramento y Punta Lara (Argentina) en 14 horas y 22 minutos. Aunque solo seis personas se tiraron al río ese día, la travesía movilizó a otras 44, entre ellos, dos médicos emergentólogos, un enfermero, seis guardavidas, 10 capitanes y tripulación de apoyo.

Los nadadores que participan de este reto que, según quienes lo superaron insisten en que es más mental que físico, se inscriben en distintas categorías: solo swim, solo swim con neopreno, relay (en postas), relay con neopreno y categoría especial (por ejemplo, si el nadador lleva traje de neopreno y patas de rana).

El cruce del Río de la Plata es una de las tres etapas de la Triple Corona Sudamericana; las otras dos son Puerto Blest (21 kilómetros de aguas frías del lago en la provincia de Río Negro, en Argentina) y de Leme a Portal (36 kilómetros en el mar frente a Rio de Janeiro).

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Conmemoración por los 100 años del primer cruce a nado del Río de la Plata
Gentileza Lucas Rivet

Entre la mística y lo físico.

Hoy las travesías no son como las de los primeros nadadores. Si bien Rivet recuerda que es un “deporte de riesgo”, se trata de cuidar todos los detalles para evitar contratiempos. Los nadadores van acompañados por personal sanitario y la comunicación con su equipo y con tierra es permanente. Además, ya no se permite nadar durante la noche.

Eso no era así cuando Alejandro Quincke cruzó a nado el Río de la Plata el 27 de marzo de 1997. Él dice que fue “a lo indio”. Para empezar, en el agua solo estaba él y un amigo que lo acompañó en un chinchorro y que lo ayudó con la alimentación que se basó únicamente en “bombones Garoto, dulce de membrillo y una banana” que compraron antes de salir. No llevaron ni una linterna y, cuando cayó la noche, solo tenían la referencia de las luces de un barco. “Nadé en total 48 kilómetros (ocho más de los necesarios); estaba en la oscuridad total y al tocar el muelle no sabía ni dónde estaba. Le pregunté si había llegado a Punta Lara a dos pescadores y me miraron como si los estuviera jodiendo”, se ríe. Tardó 15 horas y 20 minutos de costa a costa.

Ese esfuerzo le hizo perder 14 kilos que tardó más de tres meses en recuperar. “Perdí toda la grasa y parte de la musculatura. Llegué con los brazos flacos. Llegué desinflado”, cuenta. No obstante, no lo recuerda como una experiencia traumática. Peor la pasó en el estrecho de Tiquina, en el lago Titicaca, donde padeció hipotermia pero, de todas formas, completó la prueba. “La cabeza es fundamental; ganas de abandonar vas a tener siempre cuando las fuerzas empiecen a aflojar, cuando te vengan los calambres, cuando sientas frío y cuando lo único que veas en 360 grados sea agua”, apunta.

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Conmemoración por los 100 años del primer cruce a nado del Río de la Plata
Gentileza Lucas Rivet

En todo esto, para Rivet, hay una cuestión “mística” que excede los años de entrenamiento físico. “El nadador cruza si el río se lo permite” es la máxima que comparte con Domingo (a Vito Dumas nunca lo dejó y no fue por falta de preparación; simplemente no era para él como sí lo fue dar la vuelta al mundo en solitario en su velero). A Rivet se lo impidió la primera vez que intentó cruzarlo. Había estado nadando por 12 horas y 30 minutos, estaba exhausto, cayó la noche y todavía le faltaban ocho kilómetros. Además, había perdido un diente, incidente que achaca al frío y al nerviosismo. Ese hizo que perdiera toda la concentración. “Yo iba a domar al río y el río me terminó domando”, afirma. Subió a la lancha y empezó a llorar. Desde ahí empezó a trabajar con un psicólogo deportivo y cambió de entrenador. A los nueve meses volvió a intentarlo y el río lo dejó cruzar. Documentó sus dos intentos, la historia de Lilian y de otros nadadores en el corto Cruce del Plata, historia de un desafío, que está disponible en YouTube —el que le dio el impulso a Appoloni para empezar a soñar con su propio cruce— y que en Argentina se transmite por un canal de cable deportivo.

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Conmemoración por los 100 años del primer cruce a nado del Río de la Plata
Gentileza Lucas Rivet

A Pilar Tellería también se le resistió a la primera. Completó un año de entrenamiento —piscina en dos turnos diarios, alimentación meticulosamente planificada y meditación— y volvió a tirarse al agua. Esa vez, el 13 de marzo de 2023, cubrió la distancia entre Colonia del Sacramento y Punta Lara en 12 horas y 18 minutos, convirtiéndose a sus 19 años en la nadadora más joven (más que Lilian) en realizar esta proeza que, por momentos, es más mental que física. “Hay que bancarse 12 horas nadando sin parar, con un dolor terrible en los hombros, y sin hablar con nadie más que vos mismo. Ese es el gran desafío”, dice a Domingo. Y agrega: “El río no te deja cruzarlo hasta que aprendés lo que te quiere enseñar”. Ahora Pilar se prepara para realizar otras travesías largas pero compitiendo contra otros.

Para marzo se prepara una posta binacional para celebrar los 100 años del primer cruce a nado y la “hermandad” que suscita el Río de la Plata, con el objetivo de recaudar fondos para una institución. La organización está a cargo de Rivet y de Quincke, quien quiere tener un invitado especial: el presidente de la República. Quincke quiere que Luis Lacalle Pou, surfista y nadador, cumpla uno de los tramos de la prueba. En esta categoría, cada atleta puede elegir cuánto nadar en total a lo largo del día pero se rota cada 30 minutos. Siempre tiene que haber un miembro del equipo en el agua.

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