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Wilson Pérez Uribe, o el arte de mirar como se toca

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Wilson Pérez Uribe

Poeta de Medellín, Colombia

Con su último poemario, Wilson Pérez Uribe prioriza el ojo por sobre el oído.

De Wilson Pérez Uribe (Medellín, 1992) ya conocíamos Movimientos, con magníficos poemas en prosa referentes a la música. Ahora, en el Libro de la mirada, cambia de sentido, literalmente, va del oído al ojo, aquí un ojo que es mirada atenta: “mirar la mirada: gesto silencioso”, dice; y reitera: “mirada de los ojos que son tacto y oído. Mirada para desnudar las palabras”. Los poemas no se salen de este cauce temático, pero tienen sí dos ángulos dominantes, por un lado los poemas de amor —siempre bajo la óptica de lo óptico— y, por el otro, el arte de la pintura.

El primer poema, hermoso poema, “Apertura”, puede leerse como el arte poética de este libro, si bien, en esa doble corriente que establece en sus textos, en muchos hay la reflexión sobre el poema o sobre la creación como en “Poética de los colores”, donde prescribe que “los colores debían ser mirados con ojos de niño”. Así como en Movimientos los poemas podían referirse a determinadas piezas musicales, en el Libro de la mirada hay poemas sobre obras de arte concretas, identificadas en una nota final. Los poemas siempre son textos autónomos, cuya comprensión y goce es posible sin conocer el referente; este último reconocimiento enriquece esos textos, ya de por sí hermosos.

Hay unos poemas en prosa, intensísimos, uno donde quien habla es Jeanne Hébuterne, la amada y modelo de Modigliani: “A veces una textura significaba para mí la exactitud que no habían alcanzado a tocar los hombres. A veces intentaba descubrir mi propio rostro en la soledad, pero nadie puede verse a sí mismo sino a través de los otros, y eso es doloroso. Así, muchas veces, me dediqué a habitar ciertos corazones, a palpar sus manos para buscar las marcas que el tiempo no alcanza a borrar, a escuchar el vaivén de la respiración para captar algún indicio de música, y fallé”.

Hay poemas donde aparecen Kuroda Seiki, Seurat, Van Gogh (“madre, Van Gogh habló en nombre del color para imaginar el mundo en el silencio de la luz”), Cézanne, Kandinski, Remedios Varo, Monet.

Hay un poema, “Busto de Safo de Lesbos, siglo V A. C.”, que puede leerse como puente entre el arte y el amor: “Pero el amor no es la memoria del que ama. Yo aprendí tu nombre de las cosas que saben callar”. Y hay varios poemas de amor donde la mirada es el punto de partida y de llegada: “y nos pasamos la vida mirándonos como si el mundo sólo fuera un río de pausada corriente”.

EL LIBRO DE LA MIRADA, de Wilson Pérez Uribe. Pre-Textos, 2020. Valencia, 72 págs.

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