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Timothy Snyder, la salud pública y la democracia

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Diario de hospital

El historiador Timothy Snyder descubrió lo mal que está la salud pública en Estados Unidos cuando casi muere de septicemia, en plena pandemia de Covid.

El historiador Timothy Snyder casi muere de septicemia (apendicitis mal atendida) en los albores de la pandemia del Coronavirus. Corrían los últimos días del 2019 y primeros del 2020 cuando le vió la cara a la muerte. Allí se dió cuenta que no sólo estaba muy grave, con mal pronóstico; también que era un enfermo de segunda clase. Porque el sistema de salud de los Estados Unidos, como el de casi todo el mundo, priorizó a los enfermos de Covid desatendiendo al resto. Pero no era todo. Ni sus quince libros traducidos a más de cuarenta idiomas, ni sus colegas de la Universidad de Yale donde es profesor, ni su fama ni sus contactos políticos lo ayudaron a entender cuando, acompañado por una médica amiga (de raza negra) para que en la Emergencia le dieran la debida atención a unos síntomas que parecían muy sospechosos, escuchó más tarde tras una cortina comentarios racistas de otros médicos (blancos) cuestionando la idoneidad de su amiga.

Después se dio cuenta que no sólo su cuerpo estaba enfermo, el cuerpo político también. La república estaba mal. Comenzó a garabatear, con muchísima rabia, un diario de hospital en hojas de papel manchadas con suero, alcohol y sangre, garabatos que más tarde derivaron en el libro Nuestra enfermedad, Lecciones de libertad en un diario de hospital, que llega ahora traducido. Rabia porque, como ciudadano de un país que se jacta de ser un faro de las libertades, y como intelectual que ha dedicado su vida a los argumentos que defienden la libertad, descubrió que no era libre. Estaba preso de un sistema enfermo. “Lo que sucedió me ha ayudado a reflexionar más a fondo sobre la libertad y sobre los Estados Unidos” reflexiona. El libro, que es crónica pero también ensayo, defiende la idea de que si fallan las políticas de salud pública es porque la democracia está enferma.

Alcohol y sangre

Para un lector uruguayo la experiencia de Snyder no es fácil de entender, porque en Uruguay el acceso a la salud es un derecho humano garantizado por la Constitución. En Estados Unidos no. Es más, en el gran país del norte la salud está vinculada al empleo, lo que deja a la intemperie a millones de desempleados, y más en una situación de pandemia que hizo estragos en la economía.

Dice Snyder: “Nuestro sistema de salud como negocio, dominado por los seguros privados, los grupos regionales de hospitales también privados, y otros intereses poderosos, se parece cada vez más a un sistema de apuestas ilegales. Nos gustaría pensar que tenemos una sanidad que, de forma secundaria, incluye transferencias de riqueza, pero lo que tenemos, en realidad, son transferencias de riqueza que, de forma secundaria, incluyen cierta asistencia sanitaria”. Los términos “mercantilización” y “medicina mercantilizada” se repiten a lo largo del libro. “El propósito de la medicina no es exprimir el máximo beneficio de unos cuerpos enfermos que van a vivir poco tiempo, sino hacer posible que tengan salud y libertad, y que vivan mucho tiempo”.

Tira las cifras de fallecidos por Covid durante la pandemia en Estados Unidos, entre las más altas del mundo. También sobre la tardía y errática reacción de Donald Trump. Compara su experiencia personal con los sistemas de salud de Alemania o Austria, más centrados en el paciente. Le vuelve la rabia. “Mi enfermedad solo tiene sentido en la medida en que me ayuda a comprender nuestra enfermedad general”. Recuerda cuando le dieron el alta en el hospital de New Haven. Escuchó “a algunos colegas que se asombraban de que mi esposa y yo no hubiéramos pedido ayuda a amigos poderosos cuando estaba en urgencias. Ni se nos hubiera ocurrido. Si es así como funciona el sistema, mal hecho. Si algunos estadounidenses tienen acceso a la asistencia sanitaria gracias al dinero o a la gente que conocen, estarán contentos porque a ellos se les incluye y a otros no. Y ese sentimiento convierte una preocupación humana por la salud en una desigualdad callada pero profunda que debilita la democracia”.

Y genera resentimiento. Cita el abuso de los opiáceos que se da en los Estados Unidos. “La doble desesperación del dolor y la adicción influye en nuestra política. La gente que vivía en sitios arruinados por los opiáceos votó a Donald Trump. El dato que mejor predijo si Trump iba a ganar o perder un condado en noviembre de 2016 fue el consumo de los opiáceos. (...) El voto de la desesperación, como la muerte por desesperación, es comprensible”.

El sueño americano

La idea central que recorre el libro es que las personas no son libres si no pueden acceder a la salud, y que eso es algo que solo se puede conseguir entre todos. “La paradoja de la libertad es que nadie es libre sin ayuda. La libertad puede ser solitaria, pero exige solidaridad”. Y ese, precisamente, es un bien escaso en los Estados Unidos. Un país donde la competencia, el exitismo y la necesidad de triunfo del American Dream son el motor de una cultura y una economía esencialmente individualista, pero que sin embargo barre debajo de la alfombra a los que caen de ese tren, a los que fracasan. El fotógrafo Robert Frank los retrató en su famoso libro The Americans (1958) con esos rostros tristes, desencajados, sus miradas de desasosiego. The Lonely Crowd, “La muchedumbre solitaria” se tituló un libro anterior del sociólogo David Riesman, de 1950, sobre estos norteamericanos que aprendieron, en carne propia, que la libertad sin solidaridad solo es cartón piedra.

Snyder insiste, también, en el papel del periodismo para mantener saludable a la democracia, y el rol que el periodismo local tuvo a la hora de humanizar la pandemia, dejando de lado la estadística y poniéndole un rostro a cada fallecido. “En los sitios que han quedado sin periodismo local por culpa de las redes sociales, reina la desconfianza y la ignorancia”. La labor del periodismo profesional en una situación de crisis es fundamental para la salud de la democracia. “Nuestro fracaso durante una crisis de salud pública es señal de hasta qué punto ha decaído nuestra democracia. A medida que hemos avanzado a toda prisa por la vía del autoritarismo durante la presidencia de Donald Trump, hemos puesto en peligro no solo nuestras libertades sino nuestras vidas. Las democracias en las que se respeta la ley y hay una prensa sólida reaccionan mejor ante las pandemias que los regímenes autoritarios (...). En todo el mundo, los líderes autoritarios mintieron sobre la gravedad de la plaga, aseguraron que sus respectivos países eran inmunes, castigaron a los periodistas que dijeron la verdad y utilizaron las crisis que ellos mismos habían creado para consolidar su poder (...). La salud pública necesita democracia, pero una crisis de salud pública en una democracia débil como la nuestra puede ayudar a destruirla”.

En el año 1992, en una mesa del muy montevideano bar San Rafael, el editor de la revista Etiqueta Negra Julio Villanueva Chang le preguntó a Homero Alsina Thevenet por qué había retornado a Uruguay. “Porque, entre otras cosas, es un buen lugar para enfermarse”.

NUESTRA ENFERMEDAD, de Timothy Snyder. Galaxia Gutenberg, 2021. Barcelona, 204 págs. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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