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Familias marcadas por el dolor

| Lo que me alegra es que de historias tristes vamos a realizar algo lindo, señala Susana Gallinal, autora de "Río de Lágrimas", libro que reúne ocho testimonios. | Sáenz fue asesinado hace 30 años en forma brutal y el caso no se aclaró, Shirley debe vivir con la muerte de su hijo Miguel Bañales, desnucado en un ascensor.

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El País

ADELA DUBRA

Después de enviudar en forma repentina, en marzo de 2006, Susana Gallinal decidió escribir Río de lágrimas ("para que el dolor cambie de color"), un libro donde recoge su testimonio y el de siete personas más que han sufrido alguna tragedia o gran pérdida en sus vidas.

El relato de Gallinal abre el libro y a continuación está la historia de Miguel Storace, que a los 38 años se pegó un tiro en el corazón, producto de una severa depresión originada en que, estando casado, se había enamorado de otra mujer.

También está la historia de Eda Shirley Pérez de Bañales, cuyo hijo Miguel tuvo una muerte trágica. En una fiesta quedó atascado en un ascensor durante tres horas con otros muchachos; en el proceso de la reparación, alguien largó el ascensor y el chico -que como los demás fumaban y el estaba con bronquitis, metía la cabeza en el agujero para respirar- murió desnucado.

Otro testimonio es el de Juan Martín Posadas, que el día que cumplía 30 años tuvo un accidente haciendo surf que lo dejó en una silla de ruedas. El hijo de Ignacio Posadas, sin embargo, está convencido que va a poder andar en kayak, volver al agua y flotar con sus amigos.

Así como Posadas se apoya en la Virgen, Susana Devia, que relata en el libro la muerte de su hijo Carlos Piffaretti, también se ha volcado a los caminos espirituales. Su hijo, de 28 años, murió al chocar su auto contra una palmera en la Rambla a la altura de San Nicolás en mayo de este año.

Por primera vez, Alba Basso de Peirano habla en público sobre todo lo acontecido en los últimos años a su marido e hijos. "Desfilé por tres cárceles: la Cárcel Central, La Tablada y la cárcel en Miami. Son unos ambientes tremendos que uno no se imagina que puedan existir", le confiesa a Susana Gallinal.

"Yo me preguntaba cómo mis hijos podían subsistir ahí en esas condiciones. Porque ¡es tan grande el dolor de ver a tus hijos presos! Sin embargo, los veía tan enteros, mucho más que yo. Ellos me transmitían a mí la fuerza. Esta dolorosa situación de mis hijos me dio una oportunidad única para conocer gente muy buena, porque dentro de la cárcel también hay gente buenísima. A ellos les hizo mucho bien haber conocido tanta gente buena."

Basso recuerda las circunstancias en que murió su marido: él tenía 82 años, cuatro by pass y un 30% del corazón funcionando. En la cárcel, tenía que subir y bajar 8 pisos por escalera. El 20 de abril de 2003 murió, y aunque tenían autorización del juez para ir al velorio, sus tres hijos no quisieron bajar esposados. Cinco meses después, un grupo de médicos hizo la denuncia cuestionando su muerte. "El juez autorizó la exhumación del cadáver a pedido de la fiscal. No nos habían avisado a nosotros ni a los abogados. Fue una gran humillación para todos. A veces me parecía que no había cabida para más sufrimientos", dice la viuda. Y agrega: "Se me oprimía tanto el corazón cuando miraba la televisión. Ver a mis tres hijos subir a los carros blindados con los uniformes color naranja, esposados y engrilletados. Yo lo ofrecía a Dios. ¡Hemos perdido tantas cosas materiales, casi todo!, asegura Basso, quien tiene el consuelo de tener a su familia unida: "Esto es lo importante: la unidad familiar" (ver recuadro).

"SOLO DIJE CHAU". Anterior al testimonio de la viuda de Peirano, se relata el de Luis Alberto Heber, desgarrador por momentos, en el que confiesa el profundo dolor que le causaron primero el asesinato de su madre, luego la muerte de su padre Mario Heber y finalmente el cáncer que terminó con la vida de su esposa y madre de sus dos hijas. Cuenta que el 5 de septiembre de 1978, lo último que le dijo a su madre esa mañana fue `chau`.

Según narra el libro de Susana Gallinal, Luis Alberto Heber recuerda el 5 de septiembre de 1978. "Entré a casa, seguí por el pasillo y fui derecho al dormitorio de mis padres. Estaba el Dr. Varela que vivía en el piso de abajo, papá y Mario, mi hermano. Papá se dio vuelta… me miró y me abrazó. Yo no entendía nada y allí me dijo… que mamá había tenido un síncope… un derrame cerebral y que había muerto".

Era al mediodía cuando Cecil Fontana de Heber vio la botella y le dijo a Yolanda, la empleada de años en la casa, que se la bajara, que lo iba a probar, narra Heber en Río de Lágrimas. "Ella siempre tomaba su vinito en el almuerzo. Estaban las dos solas. Solamente fue un sorbo lo que mamá probó y enseguida dijo que le quemaba. Corrió a la heladera a buscar leche, diciendo a Yola que tirara el vino que estaba mal; por eso no había comprobación, en casa, de nada, ya que Yola había tirado el vino. Se sintió mareada y se fue a acostar. Tuvo convulsiones y murió. Yola insistía que era el vino que le había hecho mal. Pero nadie podía creer que pudiera ocasionarle ese trastorno".

Y prosigue: "En cierto momento a papá se le ocurrió llamar a Carlos Julio Pereyra para que trajera la botella porque esas botellas habían sido enviadas unos días antes con unas tarjetas escritas y se ve que ellos habían hablado del tema. Decían algo así: "Festejaremos por la patria en su nueva etapa el 30 de agosto. Y firmaba MDN. Inclusive papá había dicho que no se tomara ese vino, pero…".

Sobre los homicidas, Heber dice: "Yo creo que fue gente enferma del radicalismo y la violencia, que querían descabezar, liquidar al Partido Nacional, paramilitares o grupos de ultraderecha. Yo voté la ley de caducidad porque creo que es una ley que daba vuelta una página muy triste de nuestra historia. Mucha gente no entendió mi posición y me criticó por eso duramente como que yo me olvidaba de lo que le había sucedido a mi madre, y eso fue un insulto que tuve, incomprensiones de la gente, no me olvido nunca más de quién lo dijo, a la hora que lo dijo y cuándo lo dijo", confiesa el senador, quien también cuenta que las investigaciones no llegaron a concluir. "Ahora se abrió de nuevo el caso y estamos con informaciones que puede tener la CIA, que ayudaría a saber los autores materiales e intelectuales del asesinato" (ver recuadro).

"No es un libro mío". Río de Lágrimas incluye el testimonio de Lilyan Lloveras de Sáenz, cuyo marido Roberto Sáenz Gallinal desapreció el 12 de septiembre de 1978 en circunstancias que no han sido aclaradas. Salió de su casa rumbo a una reunión y lo siguiente que se supo fue cuando su cuerpo, brutalmente atacado, apareció en la cantera Calcagno. Cada capítulo recoge, además de la entrevista central, testimonios de amigos, una novia, un familiar que aporta a la historia además de poesías de Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécquer, una frase de la madre Teresa de Calcuta o un extracto de un libro de autoayuda.

"No siento que este libro sea mío, no me puedo adueñar de él. Fue algo impresionante compartir con todos los testimoniados la reparadora sensación de haber intentado hacer algo bueno", escribe Gallinal a modo de final.

A pesar de no considerarse escritora, Susana Gallinal (Montevideo, 1955) tiene ya varios libros en su haber. Además de un retrato de su padre Alberto Gallinal Heber, El tío Coco, escribió sobre estancias y sobre Montevideo y una biografía de Laetitia d`Arenberg que tituló La princesa charrúa. Todo lo recaudado por ventas del ejemplar -que se presentará el domingo 23- será donado a la comunidad de oración y acción Sales, que ayuda a personas que viven en la calle. El libro es un homenaje al marido de Susana Gallinal, Ricardo Bonner.

-La idea de que contar lo que uno ha vivido y sufrido ayuda a superar el dolor recorre todo el libro. Al relatar la muerte de su marido, ¿encontró resistencias en su círculo o en sí misma?

-Para nada. La primera persona que me dijo que tenía que escribir para largar mi dolor fue Ricardo mi hijo mayor y Juan Miguel mi otro hijo me está ayudando con un video que se va a mostrar el día de la presentación, mi hija también, así que mis tres hijos estuvieron de acuerdo. Les pareció lindo porque es un homenaje a su papá que fue un padrazo. Viendo los otros dolores, yo fui curando el mío.

-Al igual que muchos de sus entrevistados, se acercó a la religión y la espiritualidad. ¿Qué herramientas encontró?

-Siempre tuve rebeldía hacia la Iglesia y Dios hasta que viví situaciones adversas y busqué ayuda en la Virgen. Cuando mi marido murió, la Virgen me sostuvo. Fue así. De una manera u otra, todos los entrevistados encontraron a Dios.

-¿Cómo fue estar en contacto con gente que tuvo que revivir su dolor al contárselo?

-Tremendo. Con el que más lloré, que nos agarrábamos las manos y él lloraba a mares, fue Luis Alberto Heber, que tuve que apagar el grabador tres veces. Con algunos lloramos hasta por teléfono. Lo que más contenta me deja es que de algo triste vamos a hacer algo lindo.

-¿Por qué decidió donar lo que gane a Sales? ¿Podría explicar la obra que llevan adelante?

-Esto empezó porque yendo a Salta a ver la Virgen, se me sentó al lado un hombre que me preguntó si yo sabía su historia. Era Miguel Storace y hace algunos años se quiso matar. Quería que alguien escribiera su historia para poder ayudar a otros. Ahí empieza mi contacto con él y me acerco a la comunidad que él integra. Ellos rezan en conjunto, leen el evangelio y los miércoles hacen una recorrida por Maroñas y llegan hasta la Iglesia de la Milagrosa donde con una olla gigantesca van dando de comer a la gente que está en la calle, a los que son el último orejón del tarro, gente que está desequilibrada, abandonada. He estado ahí y vi cómo los agarran de las manos, rezan y cantan. Es muy sencillo lo que hacen, pero es muy importante.

-Esta es una ciudad chica y se supone que somos pudorosos para hablar de nuestra intimidad. Algunas de las historias que revela son un secreto a voces y los protagonistas en general no han hablado públicamente. En ocasiones hay hijos de por medio y familiares que no quisieran "destapar" ciertas cosas, ¿cómo lo manejó?

-Mi manera de ser es muy abierta. Creo que el tapar no lleva a nada. Nunca pensé que fuera a ser tan fácil conseguir los testimonios. No quiero pecar de soberbia, pero creo que genero confianza. De muchos casos se ha hablado, pero a veces las verdades a medias, los rumores, son más oscuros. De mi primo Roberto Sáenz, por ejemplo, se habló mucho, que esto, que lo otro, y acá está ahora la versión de su señora.

-Alba Basso de Peirano no ha dado entrevistas públicas. ¿Cómo y porqué decidió incluirla?

-No juzgo, ni sé, ni me siento con derecho a juzgar a nadie. No tengo autoridad para hablar de lo que hicieron los Peirano porque no sé de política, de economía ni de bancos. Lo que sí sé es que una madre sufrió y el dolor de una madre lo comprendo porque soy madre. Ella fue una mujer que tocó el cielo con las manos, que lo económico siempre le rodó muy bien y de un día para el otro tiene tres hijos presos, otro prófugo y el marido le profanan la tumba y sus hijos no pueden ir al entierro. No tiene rencor y me transmitió mucha paz. Me emocionó entrevistarla porque en algunas cosas me hizo acordar a mi madre.

-Durante la búsqueda de testimonios se topó con algunas personas que se negaron. ¿Cuáles fueron sus razones?

-Hay gente que es tímida. Me pasó de alguno que me habló y después se arrepintió. Una persona me dijo: "No me animo a largar esto". Es que no es fácil: creo que los que se animaron son muy valientes.

-¿Cuáles diría que son sus influencias? y ¿por qué elige editar sus libros por fuera del circuito sin recurrir a una editorial?

-Y me tengo fe en eso. El libro sobre mi padre lo hice así y ya voy en la cuarta edición. Me largo sola. Tengo mucho respeto por los escritores uruguayos pero quizá sea perfil bajo: no pretendo ser una literata. Ahora escribí un libro muy sencillo pero sé que se lee bien y atrapa al lector. En cuanto a las influencias, leo poesía, autoayuda desde siempre y libros del sacerdote argentino Ariel David Busso. Después que murió Ricardo yo tenía valentía y fuerza, pero se me habían pelado los cables y me faltaba paz. Esos libros me ayudaron mucho.

El dato

RECAUDACIÓN A BENEFICIO

La presentación de Río de lágrimas es abierta al público y será el domingo 23 en la sede de Old Boys (Máximo Tajes 6389). Estará a la venta allí y en librerías próximamente. También se consigue en comunidad de Sales al (094) 436827. El precio es de $ 300, recaudación que será totalmente donada.

Heber: "Tuve grandes peleas con Dios; le decía que afloje"

A Luis Alberto Heber, la autora lo conoce "de toda la vida". En la entrevista tuvo que apagar el grabador tres veces porque las lágrimas no les permitían seguir; el senador repasó sus golpes: el asesinato de su madre, la muerte de su padre y, años después, la de su mujer Beatrice Dominici, con quien tuvo dos hijas. Hoy está enamorado, en pareja y feliz con sus hijas.

"Tuve mis grandes peleas con Dios porque fueron muchas cosas y yo le decía que aflojara. Lloré mucho en la Iglesia. La Iglesia es un lugar triste para mí", dice.

Estos son algunos extractos del capítulo:

Mario Heber Usher. "Era, mi padre, un tipo muy humano, racional y cariñoso. (…). Le tenía una admiración fuera de lo común. Era una imagen a quien imitar. El tenía una condición excepcional que muy poca gente tiene, la posibilidad de comunicación personal que era fuera de lo común".

Cecil. "Nuestra madre, Cecilia Fontana Etchepare, era una mujer menuda, muy mona, fina, con unos dedos largos y agradables. Su nariz era aguileña pero le quedaba muy bien. Ella nos apoyaba y al mismo tiempo nos enfrentaba porque era una italiana muy pasional, con mucho carácter".

La velamos en casa. "Yo mismo, en ese momento, llamé a Carlos Julio pero el que trajo la botella fue Lacalle y se confirmó, durante el velorio, que la botella de Carlos Julio contenía el veneno que se llamaba Fosdrin. ¡Imaginate lo que fue el velorio de mi madre! No salíamos de nuestro asombro. El dolor que sentíamos frente a la muerte de una madre y al mismo tiempo que pasara una cosa tan injusta. ¡Era inimaginable! Fue tremendo. No la pudimos enterrar porque le tuvieron que hacer autopsia, entonces el velorio fue muy largo.

Para nosotros fue muy doloroso ver el derrumbe de nuestro padre, cuando se dio cuenta de que había sido un ataque político y no una enfermedad. Nos olvidamos del dolor nuestro por el del viejo. Hasta ahora me angustia, porque lo vimos caer. Adorábamos a nuestro padre y verlo caer día a día, culpándose de todo. Decía: `Me han cambiado el Uruguay, este no es mi país`. Estábamos pendientes de la investigación".

Me fue preparando. "Recuerdo que un día papá nos preguntó si nos interesaba saber quiénes habían sido los responsables de la muerte de mamá y nosotros contestamos que sí. Él nos dijo: `Quien hizo eso fue una mente enferma, pero no tenemos que tener odio, porque fue el odio que nos mandó las botellas, si sentimos odio ganarían, el odio perjudica a quien lo lleva adentro`".

Alba Basso de Peirano se confiesa por primera vez ante los uruguayos

Alba Basso recibió a Susana Gallinal en su casa quinta en Colón. Repasaron su infancia, su noviazgo con Jorge Peirano, con quien tuvo siete hijos. "Dediqué toda mi vida a mi familia", dijo la entrevistada, que fue muy feliz y considera que Dios -que le concedió una fe que mueve montañas- debe haber dicho: "Ahora vamos a poner a prueba a esta señora, vamos a ver si en las malas también se porta bien".

Lo que sigue son extractos tomados del libro.

"El juez que los procesó". "Después de que mis hijos y mi marido fueran puestos en prisión, había continuos allanamientos en esta casa. Creo que fue un día de marzo de 2004 que llegó el juez y seis personas del juzgado a las 6 de la mañana, cuando recién estaba empezando a amanecer. El juez le dijo a mi yerno que tenía que hacer un allanamiento en toda la quinta. De cuatro camionetas salían policías vestidos como si fueran a la guerra. Venían con metralletas en la mano, estaban encapuchados y solamente se les veían los ojos. Mi yerno y mi hija estaban en salto de cama y sus hijos se estaban levantando para ir al colegio. Ni los niños ni nosotros entendíamos qué pasaba.

Entre todo este despliegue, entró un coracero, que le tenía mucho aprecio a mi marido, a quien había conocido cuando después de detenido, Jorge estuvo uno o dos días en Coraceros. Me pidió disculpas; me dijo que él estaba avergonzado, pero que no tenía más remedio que hacer lo que le mandaban y que el juez quería hablar conmigo. A mí me vino la "italianada" y le dije que yo no me pensaba levantar de la cama; que si él quería hablar conmigo, que entrara a mi cuarto. Me puse las sábanas hasta el cuello. Yo tenía camisón de manga larga y además una venda en la nariz porque hacía poco me habían hecho allí una pequeña intervención.

Cuando entró a mi dormitorio seguí acostada. Nunca me incorporé. Le dije que tenía muchas ganas de conocerlo. Me quiso dar explicaciones y le dije que pensaba que él era una buena persona pero que estaba mal influenciado por los principales calumniadores de mi familia y, que se dejaba envenenar por ellos. Añadí que estaba muy avergonzada de todo el batallón de gente que habían traído. Hasta le dije por qué no se trepaban a los árboles porque quizá encontrarían a Juan en la copa de alguno. Mientras hablábamos, otras personas revisaban toda la casa, abrían los roperos, sacaban todo para afuera y lo peor del caso fue que mis nietos vieron todo ese espectáculo de los encapuchados y les hizo muy mal. Le comenté también que era una vergüenza que hubieran exhumado el cuerpo de mi marido a los seis meses de su muerte. Ante ese comentario, él se defendió y dijo que no había tenido nada que ver en eso. Le respondí que él también tenía responsabilidad por todo su accionar anterior; que era vergonzosa la persecución que se había desatado contra mi familia. Miró todas las fotos de mi marido, hijos y nietos que tengo en mi cuarto y aproveché a decirle que estaba cometiendo una gran injusticia. Le prometí que desde ese día iba a rezar por él para que se convirtiera y se sacara todo el odio que tenía adentro y que se le iluminara la mente. A partir de ahí empecé a rezar por él. Cuando me enteré que se había casado por Iglesia para mí fue una alegría".

Después de 2002. "La crisis Argentina del 2001 tuvo un impacto muy fuerte en Uruguay y en mi familia. Mis hijos estaban convencidos de que la crisis se podría superar, y mi marido entregó todos sus bienes al Banco Central, como garantía para pedir asistencia para el Banco Montevideo.

Por eso nos quedamos muy sorprendidos ante la intervención del Banco Montevideo por el gobierno en junio del 2002.

Fue muy fácil echar las culpas a la familia Peirano porque existía el antecedente del Banco Mercantil, que había sido intervenido durante el gobierno de Pacheco en 1972. Muy pocas personas saben que mi marido ganó un juicio al Estado en primera instancia y que todos los ahorristas que tenían depósitos en el Mercantil habían recuperado sus ahorros. Fue muy duro ver día tras día que todos los medios echaban las culpas a mis hijos de la crisis uruguaya.

En julio de 2002 empezaron los escraches. El principal blanco fue la casa de Ponce donde vivíamos mi marido y yo; también había escraches en casa de mis hijos. De noche se acercaban en caravana coches tocando bocina, y bajaban hombres con petardos, pintaban las paredes con alquitrán, tiraban huevos y fruta podrida, y nos gritaban insultos con megáfono. Cada vez que limpiábamos, volvían a ensuciarlas. Hasta que llegó un momento en que no pusimos más esfuerzo en limpiarlas. Más de una vez vimos por las ventanas que algunas personas rompieron las máquinas de fotos de algunos periodistas que iban a ver los escraches.

Una de las veces, varios hombres con una barra grande de hierro intentaron romper la puerta de entrada que era de hierro y vidrio Rompieron los vidrios y forcejearon las cerraduras. Jorge tenía mucha paciencia. Bajó las escaleras y vio lo que habían hecho. Sin embargo mi marido no quiso irse de nuestra casa. Nos sentíamos desprotegidos, nadie nos ayudaba cuando hacíamos las denuncias.

Después vino lo peor. El 8 de agosto de 2002 pusieron presos a tres de mis hijos. Gracias a la fe pude soportar ese espectáculo, que no se lo deseo a nadie. Jorge mi hijo, que era decano en la Universidad de Montevideo y su actividad era principalmente académica, fue procesado también. No trabajaba en las empresas, sólo integraba el directorio del Banco Montevideo. Pero era un Peirano.

El 27 de noviembre, mi marido fue procesado con prisión".

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