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Aire tóxico: acusaciones cruzadas sobre plaguicidas

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Aire tóxico: Foto: archivo El País

AUMENTAN DENUNCIAS

El debate sobre los efectos de los plaguicidas en la salud humana se instaló en Uruguay, donde aún no se hacen análisis clínicos ni estudios epidemiológicos. La academia acusa a las autoridades, las autoridades se reclaman entre sí, y las denuncias de los vecinos se disparan.

Ahora Aviaga tiene en proceso una ley nacional de plaguicidas —también el gobierno se propuso hacer una— y planea presentar también "un proyecto de agroecología como visión país". "Voy a seguir en la lucha", anuncia, determinada.

Su derrotero no ha sido fácil, porque además de que el oficialismo la ignora, los colectivos como el TÁ, heterogéneos pero con fuerte arraigo en el oficialismo, le han sido resistentes. Ella asegura que siempre intentó convalidar sus proyectos con ellos para que no se los "bombearan".

Una de sus batallas es contra el MSP para que incorpore análisis de glifosato en fluidos. En 2016 se reunió con Jorge Basso para planteárselo. Según ella, en Argentina y Brasil son baratos y de rutina. Al tiempo volvió a insistir con Basso, que le terminó admitiendo que no era prioritario en el presupuesto. Paso seguido, juntó 1.500 firmas y le presentó el pedido al presidente Tabaré Vázquez. Nunca le contestó.

"Lo que queremos es saber dónde estamos parados desde el punto de vista epidemiológico; conocer el impacto del uso masivo de plaguicidas en la salud humana, tanto de los que están expuestos directa como indirectamente; y estimular alternativas productivas, de las que hay experiencias acá y en otros países, y planificar etapas de transición", resume.

Amalia Laborde, directora del Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT), expuso en el foro que el centro recibe unas 300 denuncias por año vinculadas a cuadros de intoxicación por agroquímicos. En la mayoría de los casos (83%) se desarrollan cuadros leves, el 9% presenta una gravedad moderada y el 6%, severa, de acuerdo a un relevamiento que si bien toma datos entre 2002 y 2011, conserva vigencia según ella. El 2% de los intoxicados por plaguicidas tuvo desenlace fatal, pero en todos estos casos se comprobó intención suicida con el producto.

La especialista añadió que la mayoría de las intoxicaciones se producen por accidentes o manipulación indebida en el ámbito laboral, por lo que sus víctimas son los funcionarios que aplican los plaguicidas. Por "contaminación ambiental", el CIAT ha recibido poco más 70 casos en 10 años y solo dos presentaban gravedad moderada o severa. Laborde cree que puede haber subdiagnóstico porque la población no tiene muy claro a dónde recurrir o los médicos omiten reportar los casos a CIAT.

Los estudios en busca de efectos a largo plazo de la exposición a plaguicidas en la salud humana son un debe en Uruguay, pero no en la región. En el foro, el investigador argentino Damián Verzeñassi, de la Universidad Nacional de Rosario, presentó los resultados de un estudio de largo aliento en el que comprobó la relación directa entre la exposición continuada a plaguicidas y enfermedades crónicas como cáncer, hipertensión e hipotiroidismo. El dato más llamativo refiere a lo oncológico: mientras en el total de la población argentina la incidencia del cáncer es de 217 cada 100.000 habitantes, en una muestra de 27 localidades estrechamente vinculadas a la producción de soja y otros cultivos que implican uso extensivo de agroquímicos, la tasa trepa a 397 cada 100.000 habitantes.

Tras la jornada, los técnicos uruguayos y extranjeros acordaron seguir en contacto. Dicen que es una alianza, no una guerra, aunque algo está claro: el tema de los plaguicidas irrita, y mucho.

El dilema en cuatro casos

Lago Merín
Denuncias, temor e incertidumbre
Lago Merín. Foto: Portal del Lago Merín

Fernanda iba en moto por Ruta 18 de Lago Merín a Río Branco (Cerro Largo). Una avioneta fumigaba un cultivo de arroz lindero. Era el 12 de diciembre pasado cuando el piloto hizo una mala maniobra; tenía el dispensador abierto y roció a Fernanda con herbicida. A pesar del casco, la mujer sintió tos y mareos. Paró y comenzó a vomitar. "Hasta ahora tengo dolores de cabeza y ardor en el esófago", asegura. El 15 de febrero hubo otra fumigación cerca del balneario. Beatriz Martínez repartía la correspondencia y vio la avioneta o más bien la sintió: "Había un olor a zorrillo espantoso", recuerda. Algunos vecinos hicieron la denuncia y el MGAP determinó que la fumigación se hizo respetando las normas. Disconformes, los lugareños recurrieron a la bióloga Graciela Piñeiro, quien tomó muestras y testimonios y presentó denuncia a la Dinama. Fernanda estuvo 10 horas en observación. Su caso fue denunciado al CIAT pero no hubo seguimiento. "No me hicieron más estudios". La mujer, de 50 años, tiene temor. "Dicen que lo que me pasó es grave, que me puede venir un cáncer".

Guichón
Un pueblo pionero contra "los mosquitos"
Plaguicidas. Foto: El Telégrafo (Paysandú)

El grupo "Vecinos de Guichón por los bienes naturales" denuncia desde 2011 el uso inapropiado de plaguicidas. La ciudad sanducera está rodeada de cultivos de soja y forestación. "Se hacían fumigaciones aéreas sin respeto por las distancias", asegura Marcelo Fagúndez, uno de sus referentes y exedil de Paysandú. El colectivo recopila casos no solo de la localidad, sino de otras zonas. En los últimos cuatro años presentó 14 denuncias. La última refiere a la escuela 34 de Zanja Honda (San José), que tiene un cultivo de soja transgénica (por lo tanto fumigada) a 20 metros, cuando debería estar a 500. "Tuvimos respuestas de algunos organismos, pero con otros es imposible", dice Fagúndez, y carga contra la Dirección General de Servicios Agrícolas, organismo del MGAP encargado de fiscalizar el uso de plaguicidas. "Nos hacen ir a Montevideo (400 kilómetros ida y vuelta) a firmar las denuncias. Hemos intentado hablar con el director (Federico Montes) y es más fácil comunicarse con el Papa. Nunca tuvimos suerte. Otros funcionarios nos han destratado", dice.

Paso Picón
El hombre que se frotó glifosato (y vive)
Máximo Castilla. Foto: Fernando Ponzetto

Máximo Castilla, médico y productor, estuvo en el centro de la polémica tras haber sido denunciado por vecinos en Paso Picón (Canelones) por uso indebido de plaguicidas en sus cultivos de soja. A tres años de las primeras multas, hoy Castilla ha modificado su producción. En 140 de sus 510 hectáreas no puede fumigar para respetar las distancias reglamentarias con el centro poblado. "Perdí el 30% de mi capacidad productiva. En esa zona sembré sorgo, pero sin plaguicida es imposible", dice e insiste en que fue víctima de una campaña. El caso sigue en la Justicia, donde Castilla reclama que le levanten multas millonarias del MSP y la intendencia. En 2016, una foto de Fernando Ponzetto (El País) le puso rostro al problema: Castilla se frotó glifosato (el herbicida más usado) en manos y cara. "Hice una demostración. La gente de la ciudad ve el glifosato como si fuera bomba atómica. Nosotros convivimos con él. Es de venta libre, se compra como la lavandina. No digo que sea saludable, ni siquiera inocuo. Pero tampoco es el monstruo que quieren vender", asegura.

Laguna del Cisne
Denuncias terminaron con los plaguicidas
Laguna del Cisne. Foto: Archivo El País

En 2016, vecinos de Laguna del Cisne (Canelones) se comunicaron con la senadora blanca Carol Aviaga, que ha hecho bandera de los temas medioambientales. Los vecinos decían que estaban intoxicados por fumigación directa. Aviaga acompañó a una señora al médico y escuchó cómo le diagnosticaba "infección respiratoria" sin preguntarle sus antecedentes. La mujer tenía los síntomas típicos que genera la exposición al glifosato: dificultades respiratorias, alergia, vómitos. Ante la insistencia de la senadora, el doctor pidió la historia clínica de la paciente y comprobó que ya había pasado por un estado similar luego de haber estado expuesta a plaguicidas. Llamó al CIAT e hizo la denuncia. No se le pidió ningún análisis, y la señora se volvió a su casa. Durante 2016, la zona, que fue declarada área protegida, acumuló denuncias de vecinos por fumigaciones que afectaban el agua de la cuenca. La tensión derivó en que a finales de ese año la Intendencia de Canelones decidió profundizar las medidas cautelares de protección y prohibir los plaguicidas allí.

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