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La versión de Vázquez

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Uno de los grandes misterios del año que termina es la declaración de esencialidad de la educación impuesta en el mes de agosto. El episodio pareció tan carente de lógica que generó múltiples interpretaciones. Algunos creyeron ver en esa decisión indicios de una genialidad táctica nunca confirmada. Otros la tomaron como una prueba de división dentro del gobierno. Otros todavía (probablemente la mayoría de los observadores) apenas vieron una monumental torpeza. Pero hasta ahora nadie conocía la visión del presidente Vázquez.

Uno de los grandes misterios del año que termina es la declaración de esencialidad de la educación impuesta en el mes de agosto. El episodio pareció tan carente de lógica que generó múltiples interpretaciones. Algunos creyeron ver en esa decisión indicios de una genialidad táctica nunca confirmada. Otros la tomaron como una prueba de división dentro del gobierno. Otros todavía (probablemente la mayoría de los observadores) apenas vieron una monumental torpeza. Pero hasta ahora nadie conocía la visión del presidente Vázquez.

Así fueron las cosas hasta la semana pasada, cuando el semanario Voces publicó una larga entrevista al primer mandatario en la que se tocan muchos temas. Allí aparece la cuestión de la esencialidad y el presidente intenta explicar lo ocurrido. Solo que, lejos de poner en evidencia alguna racionalidad hasta ahora ignorada, lo que dice no hace más que aumentar el desconcierto.

En primer lugar, la entrevista aporta un dato nuevo: el mismo día que iba a firmar el decreto de esencialidad, Vázquez reunió a todos los legisladores del Frente Amplio. En ese encuentro anunció la medida que estaba a punto de tomar. Según su relato, sólo un legislador expresó su desacuerdo. Los demás se quedaron en silencio. Pero, como todo el país sabe, en cuanto la declaración de esencialidad fue firmada se multiplicaron las voces críticas dentro del Frente Amplio, incluyendo las de muchos legisladores.

“Si se hubieran parado todos los legisladores y me hubieran dicho que no estaban de acuerdo -dice Vázquez en diálogo con Voces- yo no hubiera decretado la esencialidad, porque esto fue a mediodía y yo decreté la esencialidad a la tarde”. El presidente parece querer responsabilizar a los legisladores frentistas, pero lo que transmite es una sensación de pavorosa soledad política y de falta de comunicación con la bancada oficialista. Y eso es, al menos en parte, su propia responsabilidad.

El relato confirma que hubo febriles negociaciones para evitar que el decreto fuera aplicado. Dos acuerdos cayeron y un tercero se firmó un domingo de noche. “El compromiso que asumieron los dirigentes sindicales de la educación -dice Vázquez- era que el lunes se retomaban las clases. No se retomaron y yo levanté la esencialidad pensando que teníamos un acuerdo firmado”. Ahora el presidente parece estar responsabilizando a los dirigentes sindicales. Pero lo grave es que, según sus dichos, él ignoraba que ese lunes continuarían los paros en la enseñanza. Si levantó el decreto pensando que no habría paros, aquel día era la persona peor informada del país.

Como si esto no alcanzara, Vázquez termina diciendo que lo de la esencialidad no iba en serio. Según dice, “fue algo como para decir: ‘Muchachos, vamos a ponernos las pilas en un tema que es tan importante’, y entre todos tratar de encontrar soluciones…”.

Esta frase es lo más preocupante de la entrevista. Servirse de un instrumento jurídico que limita el ejercicio de un derecho (en este caso, el de huelga) para decir “póngase las pilas” sugiere una muy pobre comprensión de nuestro orden institucional. Si esta práctica se generalizara, podríamos terminar, por ejemplo, suspendiendo la patria potestad a muchos padres para mandarles la señal de que deben prestar más atención a sus hijos. Es la clase de disparate que hace temer por la solidez de nuestro Estado de Derecho.

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Pablo Da Silveira

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