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Gerentes del stand up

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Clave. Al humor, si no se lo siente propio, mejor no utilizarlo. Foto: Shutterstock.

Las presentaciones empezaron a adoptar recursos de este género ligado al espectáculo; cada vez más ejecutivos toman cursos para competir con la distracción de las pantallas.

Reunión de balance contable. Todo iba dentro de los carriles normales hasta que Matías Dutto, creador y director de Social Snack, empresa que produce y ejecuta campañas y estrategias de comunicación en redes sociales, tomó la palabra. Y empezó a comparar la performance de su compañía con un partido de ping pong. Las primeras risas demostraron que con su intervención poco convencional, sobre todo en una reunión «seria», había logrado anotarse el primer tanto de la tarde. «Me sirvió para romper el hielo y volver la atención porque a esa altura estaban todos medio dormidos o mirando el celular», recuerda Matías. «El problema es que padecemos economía de atención. Eso te obliga a tener que sorprender sí o sí porque los millenials se escapan hacia la pantalla si lo que escuchan no los seduce», reconoce Dutto. En realidad, el ejecutivo de 39 años no hizo más que recurrir a una de las tantas técnicas que había aprendido en un curso que hizo de stand up comedy con Diego Wainstein, su mentor en esto de usar conceptos de ese género del espectáculo estadounidense en su empresa.

«En esa época daba muchas charlas y conferencias y me pareció interesante agarrar herramientas de ese lugar para mejorar. Ya había hecho teatro y quería acercarme al humor. Mi intención nunca fue subirme a un escenario, sino aplicar estas técnicas a mi vida. En el stand up hablás de tus cosas, ponés mucho de vos, es lo que genera empatía. Y en el ámbito como el empresarial es una herramienta que te permite suavizar las presentaciones, hacerlas más atractivas para el que te escucha», amplía Dutto.

Efecto stand up

En los últimos años, el stand up ha bajado del escenario e ingresó en territorios insospechados como las empresas y las universidades. Así como en un momento el coaching tomó control de muchos aspectos de la vida laboral —incluidas las presentaciones orales—, hoy se habla de la standaperización de ciertas cuestiones de la carrera profesional. No sonar aburridos es una de las premisas dentro de las corporaciones e incluso en las interacciones sociales. La formalidad y el cúmulo de datos duros ya no es valorado y, en cambio, cobró relevancia un discurso que siga las reglas del entretenimiento. Lograr el impacto, ésa es la cuestión.

En esa búsqueda hay de todo: desde las charlas TED, que plantean nuevas formas de oratoria pública con alocuciones de no más de 18 minutos, hasta el stand up que propone un discurso a la «americana»: entretenido, desacartonado y ciento por ciento efectivo. «Los que damos charlas y conferencias tenemos un problema: el celular. La pantalla es una competencia, diría, casi desleal que te obliga a impactar al que te está escuchando. Hablar bien, dar una buena alocución, siempre ha sido un valor, y en ciertos niveles o ámbitos también es una necesidad. Podés ser el mejor en lo tuyo, pero si no lo transmitís, perdés efectividad», sostiene Julio César Blanco, profesor universitario, director del programa de marketing digital de la UCA y fundador de Zenticx, consultora de customer experience e innovación en los negocios.

Blanco ha estudiado improvisación teatral y también stand up, y aplica esos conocimientos cada vez que se dispone a dictar una clase en la universidad o hacer una presentación frente a sus clientes. «El teatro te da unas cosas y el stand up, otras. El género norteamericano te brinda herramientas para perder el miedo frente al auditorio porque estás obligado a buscar entre el público a alguien con quien empatizar y darle el pie para que se ría», sostiene. «Y también te enseña a escribir y a ser sumamente efectivo porque tenés que lograr impactar economizando palabras. Siempre digo que podemos contar con el mejor Power Point y el mejor video, pero si no estás preparado para dar la mejor presentación es probable que fracases. Y muchas veces, en el mundo laboral y en la vida, tenemos una sola oportunidad».

Interesante y divertida

Si tuviera que dar un solo consejo a alguien que va a hacer una presentación oral, Gerry Garbulsky, organizador de TEDxRíodelaPlata y autor de podcast Aprender de Grandes, diría: «Ser auténtico». Desde que las charlas TED comenzaron a hacerse conocidas, actuaron de estímulo para muchos ejecutivos, que descubrieron una nueva forma de comunicar. «TED contribuyó a que en los ambientes profesionales haya un cambio de conciencia sobre la importancia de comunicar bien. En TED elegimos a la gente por sus ideas y la ayudamos a que la presenten de la mejor manera posible. La mayoría no son oradores experimentados. Es más: se suben por primera vez a un escenario pero tienen potencial y pasión por comunicar».

Para Garbulsky el aporte del stand up al mundo corporativo se resume en un punto: la preparación. «Una cosa que comparte un buen standapero con alguien que hace buenas presentaciones orales es el nivel de preparación. Hoy hay necesidad de capturar la atención porque cada mensaje compite con un montón de otros estímulos, internos y externos. Para comunicar bien hay que encontrar la manera de cautivar a la audiencia. El humor es una de las maneras, pero no la única. Diría que las presentaciones deben ser interesantes, no tanto divertidas».

Por eso, a pesar de que el sello del género del que los ejecutivos toman varias herramientas discursivas es la comicidad, Blanco es bastante cauto respecto de introducir siempre el humor en las presentaciones laborales. «Hay que saber leer las señales. En ciertas presentaciones de productos se puede tirar algún chiste, pero en muchas otras, no. Eso también te lo da el entrenamiento en stand up. Como tenés que hacer contacto visual con tu auditorio, podés leer el mensaje que te están mandando. Y casi siempre es un sí o un no claro», afirma el docente de la UCA.

Probablemente esa falla en la lectura, sumada a la imperiosa necesidad de ser gracioso, sobre todo en un ámbito como el creativo, fue lo que terminó por hacer trizas la ascendente carrera del argentino Gustavo Martínez, el CEO global de la agencia de publicidad Walter Thompson. Mientras se encontraba dando una charla para ejecutivos de la agencia en Miami, quiso romper el hielo con un chiste que terminó de la peor manera: el video fue grabado por uno de los asistentes, subido a las redes y utilizado por Erin Johnson, directora global de comunicaciones de Walter Thompson, como evidencia en un juicio que le inició a Martínez por «discriminación y acoso». ¿Qué dijo exactamente el ex CEO? Algo con lo que nunca se debe bromear. «Buenos días, espero que el desayuno esté bien. Este hotel es curioso: cuando venía me topé en el ascensor con personajes algo diferentes y extraños, y pensé que iba a ser violado, y no en una linda forma». Si bien logró arrancar algunas risas, esa humorada terminó con su encumbrada carrera corporativa.

Para aprender

En las escuelas de negocios y universidades, el «discurso a la americana» gana adeptos. No sólo porque demostró ser efectivo, sino también porque muchos de los ejecutivos que se anotan en los cursos siguen por Netflix las desventuras de algunos comediantes como Louie C. K. —el número uno de la actualidad— o sienten nostalgia por Jerry Seinfeld —el rey indiscutido del género en los 90— si es que ya pasaron los 40.

«Hoy todos vemos todo, desde series donde están estos comediantes hasta las charlas TED que plantearon una nueva forma de comunicar conceptos», dice Alejandra Bavera, docente y comediante. «Los ejecutivos vienen porque buscan modernizar un poco su estilo. En los cursos de presentaciones efectivas que damos en la Universidad de Palermo (UP) hay un módulo que es puesta en escena donde hay ejercicios propios del stand up. Se trabaja mucho con la interacción con el público, en saber leer qué cosas le está pasando a tu auditorio. Si tuviste un problema, en lugar de disimularlo, compartilo. Esto de blanquear lo que te está pasando es muy propio del stand up, a la gente le gusta, se siente identificada. El humor se trabaja en la medida en que uno lo sienta como propio. Si no lo siente, mejor no usarlo».

La búsqueda de herramientas que ayuden a hablar en público también es algo que observa desde hace tiempo Diego Fantoni, formador y docente en la Escuela Argentina de Stand Up. Entre sus alumnos hay médicos, abogados, contadores e ingenieros que no solo buscan salir de la rutina y hacer algo diferente como subirse a un escenario y hacer reir. También quieren ganar confianza para hablar ante un público que no paga la entrada, pero que está ahí para escucharlos: el «cliente interno». «Vino un ginecólogo muy reconocido que tenía que preparar un primer congreso y quería hacer una buena presentación. A sus conferencias les agregó humor y tuvo un cambio importante. Y los abogados me piden que les enseñe técnicas para distender en situaciones tensas o como estrategia para negociar», comenta Fantoni.

«El humor abre puertas todo el tiempo. En la vida, en el trabajo, triunfan los que son capaces de hacer reír. La gente está comprendiendo que la confrontación no lleva a ninguna parte, por eso viene a ver cómo hacer reír o cómo frenar una discusión con humor. Si bien hay algunos que tienen un don natural, hacer reír es algo que puede aprenderse. Lo que tiene el stand up es que siguiendo ciertas reglas se provoca la risa», asegura Fantoni. LA NACIÓN / GDA

«Comediante..., ah ¿y qué más?»

Gerardo Freideles es odontólogo y empresario gastronómico, y el stand up lo ayudó a «ordenar» las ideas. Si bien venía con un recorrido cercano al humor (era el típico gracioso de la clase, según cuenta) nunca se dedicó a eso. «Cuando antes le decías a tus padres que ibas a ser humorista te respondían: ‘Ah..., ¿y qué más?’», dice. Desde que tomó el curso con Wainstein y se subió al escenario, hace ya un lustro, decidió que iba a sumar a sus ocupaciones «formales» la de comediante. Después de todo ya tenía «el qué más» exigido hace años por sus padres. «Me empecé a presentar y hoy puedo decir que estoy dentro del grupo que circula con cierto éxito en el mundillo. De día soy empresario y de noche, comediante. El stand up me sirvió para mi faceta empresaria y también mi faceta empresaria me dio un montón de letra para mis monólogos. Las dos actividades se retroalimentan».

A Eddie Groshaus siempre le dijeron que tenía actitud para la comedia. Pero se decidió por los números. Es contador y trabaja en la petrolera Chevron. Como mínimo, la gente cree que su trabajo es aburrido. Sin embargo, lo primero que notó Eddie después de hacer el curso en la Escuela Argentina de Stand Up fue que tenía mayor fluidez de palabras. «Me sirve mucho a nivel presentaciones profesionales. Lo primero que aprendés es a manejarte frente a un auditorio. La postura, cómo mover las manos, la mirada. Aunque las presentaciones en la empresa son serias, intento meter algún bocadillo, algún remate, algo divertido para que la gente ponga más atención. Y aprendí a ser expeditivo y ordenado cada vez que expongo», aseguró.

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Clave. Al humor, si no se lo siente propio, mejor no utilizarlo. Foto: Shutterstock.

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