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De fiesta como si fuera 1995

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Reserva Federal de los Estados Unidos (FED)
Reserva Federal de los Estados Unidos (FED).
Foto: AFP

Hace seis años, The New York Times publicó un artículo de opinión de Paul Ryan, quien desde entonces se ha convertido en presidente del Comité de Formas y Medios de la Cámara de Representantes de Estados Unidos y en voz destacada del Partido Republicano sobre cuestiones económicas.

Bajo el título "Thirty Years Later, a Return to Stagflation" ("El retorno a la estanflación treinta años después"), advirtió que los esfuerzos del gobierno de Obama y de la Reserva Federal para combatir los efectos de la crisis financiera harían regresar las calamidades de los 1970, tanto con inflación como con empleo elevado.

Cierto, no todos los republicanos estuvieron de acuerdo con esta valoración. Muchos aseveraron que, más bien, nos dirigíamos a una hiperinflación al estilo Weimar.

Huelga decir que esas advertencias resultaron estar totalmente equivocadas. Nunca se materializó una inflación desorbitada. La creación de empleos fue muy lenta al principio, pero más recientemente, se ha acelerado en forma drástica. Lejos de ver una reposición de ese espectáculo de los 1970, lo que estamos viendo ahora es una economía que en aspectos importantes se asemeja a la de los 1990.

Distancias.

Sin lugar a dudas que existen grandes diferencias entre el Estados Unidos de 2015 y el de los 1990. La televisión es mucho mejor ahora, la situación de los trabajadores es mucho peor. Si bien las acciones han subido y se habla de una nueva burbuja tecnológica, no hay nada como la vieja euforia. Desafortunadamente, no hay ningún signo de que esté retornando el gran aumento en la productividad que hubo de 1995 a 2005, generado cuando los negocios adoptaron la tecnología informática.

No obstante, ahora estamos agregando empleos a un ritmo que no se había visto desde los años de Clinton. Va por descontado que la baja inflación, combinada con un rápido crecimiento en el empleo, hace un disparate de todos estos pronósticos que Obamacare, o quizá solo la mala actitud del presidente, destruiría al sector privado.

Sin embargo, el señalar una vez más exactamente cuán equivocados han estado los sospechosos habituales en la derecha sobre todo, no es la única razón para notar los paralelismos con los 1990. También hay implicancias para la política monetaria: el reciente incremento en el empleo ha colocado a la Reserva Federal en una encrucijada en el camino muy parecida a la situación que encaró alrededor de 1995. Ahora, como entonces, el crecimiento en el empleo hizo que bajara a un nivel en el que, según la creencia popular, la economía debería estar sobrecalentada y aumentando la inflación. Sin embargo, ahora, como entonces, no hay ningún signo de la pronosticada inflación en los datos reales.

La FED.

La Reserva tiene un mandato doble —se supone que logre tanto la estabilidad en los precios como el empleo pleno—. En este punto, la estabilidad en los precios se interpreta, convencionalmente, como inflación baja pero positiva, de cerca de dos por ciento anual. ¿Qué significa lograr empleo pleno? Para la Reserva Federal, quiere decir alcanzar la Nairu, siglas en inglés para tasa de desempleo no aceleradora de la inflación, que está de acuerdo con el objetivo inflacionario.

La Reserva estima actualmente que la Nairu está entre 5,2 por ciento y 5,5 por ciento, y el informe más reciente coloca a la tasa de desempleo en 5,5 por ciento. Así es que ya estamos allí; ¡es el momento de aumentar los intereses!

O quizá no. Se supone que la Nairu es la tasa de desempleo en la cual la economía se sobrecaliente y empieza a generarse una espiral inflacionaria. Sin embargo, no hay ningún signo de presión inflacionaria. En particular, si el mercado laboral realmente estuviera apretado, los salarios estarían aumentando rápidamente, mientras que, de hecho, no se mueven.

Antecedentes.

El asunto es que ya hemos pasado por esto. A principios y mediados de los 1990, la Reserva Federal estimó, en general, que la Nairu estaba entre 5,5 por ciento y seis por ciento, y, para 1995, el desempleo había caído a ese nivel. Sin embargo, la inflación, de hecho, no estaba aumentando. Así es que funcionarios de la Reserva tomaron lo que resultó ser una muy buena decisión: se contuvieron a la espera de signos claros de presiones inflacionarias. Y resultó que la economía estadounidense fue capaz de generar millones de empleos más, sin inflación, de los que habría creado si la reserva hubiera frenado el auge demasiado pronto.

¿Nos encontramos en una situación similar ahora? De hecho, no lo sé; pero tampoco lo sabe la Reserva Federal. La cuestión, entonces, es qué hacer de cara a esa incertidumbre, sin ningún problema de inflación todavía a la vista.

Para mí, como para diversos economistas —quizá el más notable, Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro—, la respuesta parece dolorosamente obvia: todavía no quiten la ponchera, no jalen el gatillo del aumento en las tasas hasta que no vean la parte blanca de los ojos de la inflación. Si resulta que la Reserva se ha esperado demasiado, la inflación podría superar el dos por ciento por algún tiempo, pero ello no sería una gran tragedia. Sin embargo, si la Reserva actúa muy pronto, podríamos terminar perdiendo millones de empleos que podríamos haber tenido y, en el peor de los casos, podríamos terminar deslizándonos hacia una trampa deflacionaria al estilo japonés, lo cual ya pasó en Suecia y, posiblemente, en la Eurozona.

Lo que es preocupante es que no está claro si los funcionarios de la Reserva Federal lo ven así. Necesitan hacer caso de las lecciones de la historia, y la historia relevante en esto es la de los 1990, no la de los 1970. Festejemos como si fuera 1995; dejemos que los buenos tiempos, o al menos mejores, sigan su curso y abstengámonos de esos aumentos a las tasas.

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Reserva Federal. Foto: AFP

PAUL KRUGMAN | DESDE NUEVA YORK

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