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El asombro aún intacto de dos intelectuales

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La cuestión. ¿Cómo sobrevive la magia de los libros desde las primeras lecturas infantiles?

La respuesta / nadie acabará con los libros

Umberto Eco conoce el elogio académico y la atención del best seller, principalmente a partir del éxito de En nombre de la rosa. Jean-Claude Carrière, por su parte, es un guionista cinematográfico de prestigio, ganado fundamentalmente por su asociación con Luis Buñuel. La idea de Nadie acabará con los libros (Lumen, 320 pesos) es reunirlos y hacerlos conversar sobre la supervivencia de algo tan analógico como la literatura en tiempos tan digitales. No sacan conclusiones relevantes pero el tono de la charla, entre erudito y canchero, consigue estimular la reflexión.

Umberto Eco: Mi descubrimiento del libro fue distinto. Mi abuelo paterno, que murió cuando yo tenía cinco o seis años, era tipógrafo. Como todos los tipógrafos, estaba políticamente comprometido con las luchas sociales de su tiempo. Socialista humanitario, no se conformaba con organizar huelgas: refugiaba en su casa a los esquiroles, para evitar que sus compañeros les pegaran.

De vez en cuando, íbamos a verle al campo. Desde que se había jubilado era encuadernador. En su casa, en un estante, había un montón de libros que aguardaban ser encuadernados. La mayor parte era ilustrada: las ediciones de las novelas populares del siglo XIX con los grabados de Joannot o Lenoir, ese tipo de cosas. Mi amor por el folletín seguramente nació en gran parte en aquella época, cuando frecuentaba el taller de mi abuelo. Cuando murió, en su casa todavía había libros que le habían dado para que los encuadernara pero que nadie reclamó. Entonces los pusieron en una caja que mi padre, el primogénito de 13 hijos heredó. Esa caja enorme estaba en el sótano de nuestra casa y, cuando tenía que bajar allí para coger carbón para la calefacción o una botella de vino, abría la caja y les echaba una ojeada a todos esos libros sin encuadernar, extraordinarios para un niño de ocho años. Estaban allí para despertar mi inteligencia. No sólo Darwin, sino también libros eróticos y todos los episodios desde 1912 hasta 1921 del Giornale illustrato dei Viaggi. Eran los números de la Primera Guerra Mundial, y mi imaginación se alimentaba de franceses valientes que daban sablazos a los prusianos con sus cascos con clavo, todo ello impregnado de un nacionalismo extremista que obviamente yo no percibía. Y aliñado por con historias que se desarrollaban en tierras exóticas, de una crueldad de la que no tenemos idea: cabezas cortadas, vírgenes violadas, niños destripados...

Jean Claude Carriere: Yo nací en el campo en una casa sin libros. Mi padre leyó y releyó un sólo libro durante toda su vida, Valentine, de George Sand. Cuando le preguntaban por qué lo releía siempre, contestaba "Me gusta mucho, ¿por qué debería leer otros libros?

Los primeros libros que entraron en mi casa, a excepción de un viejo misal fueron mis libros de infancia. El primer libro que vi en mi vida, creo fue el libro sagrado en misa, colocado en un lugar destacado sobre el altar, donde el sacerdote pasaba sus páginas con respeto. Mi primer libro fue, pues, un objeto de veneración. El cura, en aquel entonces, daba la espalda a los fieles y leía el evangelio con extremo fervor, cantando el principio: "In Illo tempore, dixit Iesus discipulis suis..."

La verdad salía cantando de un libro. Algo profundamente escrito en mi me hace ver el sitio del libro como algo privilegiado y sagrado, y el libro preside, siempre más o menos, en el altar de mi infancia. El libro, porque de un libro se trata, contiene una verdad que escapa a los hombres.

Extrañamente he vuelto a tener esa sensación, mucho después, en una película del Gordo y el Flaco que son unos de mis personajes preferidos. Laurel dice algo, ya no recuerdo qué. Hardy se sorprende y le pregunta si está seguro. Y Laurel contesta: "Lo sé, lo he leído en un libro". Argumento que todavía hoy, me parece suficiente.

Me convertí en un bibliófilo muy pronto, si se puede decir que lo soy, porque he encontrado una lista de libros que compuse a los 10 años. ¡Contenía ya 80 título! Julio Verne, James Oliver Curwood, Fenimore Cooper, Jack London, Mayne Reid y muchos otros. Guardé esa lista como una especie de primer catálogo. Existía, pues, una atracción. En parte derivaba de la privación de libros, en parte de esa aureola extraordinaria que rodeaba en nuestras campiñas, al gran misal.

El otro testigo

Las charlas entre Eco y Carrière están moderadas por Jean-Philippe de Tonnac, un periodista del Nouvel Observateur.

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