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La aventura de los Stein

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Rosario Peyrou

(Desde París)

GERTRUDE STEIN fue una figura clave para la "generación perdida" de escritores norteamericanos que vivieron en París en los años 20 (ella misma denominó así al grupo que entre otros, integraron Hemingway y Scott Fitzgerald). Pero antes, su nombre estuvo ligado al núcleo fundador de la pintura moderna: a Picasso, Matisse, Cézanne, Renoir, Delaunay, Juan Gris. Esos dos papeles -el de mecenas y el de "primera lectora" de jóvenes escritores- bastaron para consolidar su lugar en las vanguardias del siglo XX, mucho más que sus experimentos de escritura "cubista", que leídos hoy no pasan de una curiosidad. De fuerte personalidad, segura de sí misma y contundente en sus entusiasmos y rechazos, consiguió incluso opacar el papel jugado por sus hermanos, también ellos coleccionistas y patrocinadores de los nuevos artistas.

El Grand Palais de París, el Museo de Arte Moderno de San Francisco y el Metropolitan de Nueva York han organizado juntos una exposición sobre el legendario acervo pictórico de los Stein, titulada Matisse, Cézanne, Picasso. La aventura de los Stein. La exhibición, que estuvo en San Francisco entre mayo y setiembre de 2011, se puede ver en París hasta el 16 de enero de 2012 y estará en Nueva York entre febrero y junio de 2012.

Entre dos continentes. De origen bávaro, Daniel, el padre de los Stein, llegó a Baltimore en 1841 e hizo su fortuna con la venta de uniformes militares durante la guerra de Secesión. Casado con Amelia Keyser, se instaló en Pittsburg donde nacieron sus primeros hijos Michael, Simon y Bertha. En Allegheny -cerca de Pittsburg- nacerían los dos menores, Leo (1872) y Gertrude (1874).

Gertrude tenía apenas un año cuando el padre, luego de vender la empresa a su hermano, partió para Viena con toda la familia. Luego de una estadía de un año en París, en 1879 vuelven a Estados Unidos donde Daniel funda ahora una empresa de vías ferroviarias con la misma fortuna que con los uniformes. Pero muere joven, él en 1891, tres años después de la muerte de su mujer, dejando a Michael el cuidado de la herencia de sus hermanos. El hijo mayor hará bien su trabajo y en adelante la familia podrá vivir de rentas. Interesado en el arte, Leo estudia en Berkeley, mientras Gertrude hace cursos de Psicología experimental con William James y se decide a estudiar Medicina.

La exposición del Grand Palais enfatiza la importancia que tuvo Leo en la historia de mecenazgo de los Stein. Curioso por ver el mundo, una vez terminados sus estudios Leo se dedica a viajar. Conoce Japón, China y Singapur, recorre Europa y en 1900 va con Gertrude por una temporada a París. Ese verano lo pasan en Florencia, donde Leo se interesa por la pintura italiana del primer Renacimiento y traba amistad con el crítico del grupo de Bloombsbury Roger Fry y el historiador del arte Bernard Berenson, que influirán en su futura capacidad de apreciación estética. En Florencia también ve los primeros cuadros de Cézanne de la colección de Charles A. Loeser, y descubre la relación entre la nueva pintura y la tradición italiana: "A mis ojos -escribiría Leo mucho después- la Crucifixión de Mantegna anunciaba en algún sentido a Cézanne". El descubrimiento lo deslumbra, y en 1902 se muda a París para dedicarse enteramente al arte. Se instala en un estudio en el número 27 de la rue de Fleurus, se integra a la Academia Julian y recorre los museos y galerías. En la de Ambroise Vollard -el famoso marchand de los modernistas- compra el primer Cézanne de su colección.

Unos meses más tarde, Gertrude, que acaba de perder el examen de ingreso a Medicina, decide instalarse en París con Leo. La siguen en 1904 Michael, su esposa Sarah y su hijo Allan, que alquilan el número 58 de la rue Madame. Sarah, hija de un rico comerciante judío, ha estudiado música y arte, y de inmediato se suma a las recorridas de Leo y Gertrude. En marzo de 1905 los hermanos compran al marchand Sagot sus primeros Picassos, dos obras del período rosa. Con la mediación de Henri Pierre Roche (el futuro autor de la novela Jules et Jim, sobre la que Truffaut haría su película), visitan el Bateau Lavoir y conocen personalmente a Picasso. La compañera de entonces del pintor, Fernande Olivier, cuenta en sus memorias (Picasso et ses amis, 1930) la impresión que les causaron a ella y a Pablo, que vivían todavía en la pobreza, la aparición de esos ricos americanos: "Entendían la pintura moderna, su valor artístico y la influencia que podía llegar a tener. Grandes admiradores de los artistas de vanguardia y de sus obras, sentían con inteligencia y tenían lo que puede llamarse `olfato`. Estaban `ala page` y compraron por ochocientos francos pintura desde su primera visita".

El flechazo con Picasso fue instantáneo y las compras de los Stein se volvieron regulares. Eso permitió a Picasso salir de la apretura económica en la que vivía. También le compran cuadros a Cézanne. Por su parte Leo, que consigue conocer personalmente a Matisse, se lo presenta a Michael y Sarah, quienes de inmediato adquieren dibujos del artista. En el Salón de Otoño de 1905 Leo compra la obra que generó el escándalo en la sala de los "fauves": La femme au chapeau de Matisse, y en pocos meses reúne en su casa de la calle Fleurus los cuadros más rupturistas de la época. Matisse, Renoir, Gauguin, Cézanne, Maurice Denis, -de quienes ya ha adquirido obra- junto a Manet, Vuillard, Degas, Bonnard y Van Gogh, dice en una carta de 1905, "constituyen lo más interesante del nuevo movimiento".

Los sábados de los Stein. La fama de los Stein se extiende rápidamente por París, y los interesados en el arte moderno visitan a diario las casas de la rue Fleurus y de la rue Madame para ver las pinturas. En poco tiempo, los Stein resuelven ordenar aquella romería, y organizan unas tertulias los sábados por la noche. A esas cenas concurren los amigos de Leo de la Academia Julian, Picasso y la banda del Bateau Lavoir (Apollinaire, Max Jacob, André Salmon) estudiosos de arte como Alfred Stieglitz y Edward Steichen y especialmente norteamericanos interesados en el nuevo arte. Testigos de esas veladas han comentado el brillo de las teorías de Leo sobre el arte moderno. Inteligente, sensible, y posiblemente más entendido que Gertrude, Leo no tuvo el empuje de su hermana, y no escribió hasta muchos años más tarde, pero es posible que fuera él el orientador original de la colección. "Cuando uno visitaba la exposición con él -escribió la crítica y coleccionista Agnes Meyer- podía hablar poco, pero sus palabras ocasionales y la intensidad de sus emociones revelaban el sentido más profundo de las pinturas que estábamos viendo".

La colección de los hermanos Stein fue clave en la propagación de la vanguardia francesa: las obras tardías, pos-impresionistas, de Renoir y de Cézanne compartían las paredes en la rue de Fleurus con los primeros Matisses y Picassos. "Este acercamiento sin duda inspiró a los jóvenes pintores que frecuentaban los sábados, dándoles materia de reflexión sobre las nuevas formas pictóricas a ser inventadas", dice Valérie Loth, en el catálogo de la exposición francesa.

Claro que esas tertulias fueron también escenario de rivalidades y polémicas. Allí, por ejemplo, se conocieron Matisse y Picasso: "Matisse estaba entonces en toda su potencia -escribe Fernande Olivier- era el apóstol de su estilo, que él defendía celosamente contra los solapados ataques de Picasso". En la Autobiografía de Alice B. Toklas, ese entretenido y chismoso libro de memorias que escribió fingiendo narrar desde la perspectiva de su pareja norteamericana -instalada con ella en París desde 1908- Gertrude Stein pasa revista a la concurrencia de las tertulias y no se priva de dejar un poco en ridículo a unos y a otros: la tosquedad española de Picasso, las borracheras de Marie Laurencin, la ignorancia filosófica de André Derain, los celos de Matisse, la supuesta fealdad de Madame Matisse y sus sentimientos hacia la hija del pintor, son materia con la que la Stein compone su automonumento. El libro no causó ninguna gracia a aquellos antiguos contertulios: el propio Henri Matisse organizó una respuesta por escrito en la revista Transition de Eugène Jolas titulado "Testimonio contra Gertrude Stein" donde varios artistas la acusaron de tergiversar la realidad y magnificar su importancia en la formación de la escuela de París.

Arbitraria, autorreferente, Gertrude Stein tuvo sin embargo debilidad con Picasso. El retrato que le hizo el pintor en 1906 fue el acto fundador de la amistad entre los dos. El cuadro, inspirado en las primitivas esculturas ibéricas, es en cierta forma, un antecedente de Les demoiselles d` Avignon (o de Avinyó), pintado un año después y considerado iniciador del cubismo. Cuando lo terminó, después de posar cerca de un centenar de veces, la gente del entorno opinaba que no se parecía a Gertrude: "Con el tiempo se parecerá", contestaba Picasso. La modelo, en cambio, se entusiasmó con su retrato y junto con Leo apoyó decididamente al artista cuando hizo los estudios para Les demoiselles... comprándole varios bocetos de esa pintura. En 2006, cuando Gallimard publicó la correspondencia entre Gertrude y Picasso, se supo que en esa época los hermanos ayudaban además al pintor con dinero, incluso pagándole el alquiler.

Matisse y los Stein. Michael y Sarah conocieron a Matisse en 1905 por intermedio de Leo, y desde el primer momento adquirieron obras suyas. Fueron además los difusores del arte de Matisse en Estados Unidos. En 1906, en ocasión del terremoto de San Francisco la pareja decidió ir a constatar el estado de sus bienes. En el viaje llevaron tres pinturas de Matisse, por entonces desconocido en América, y una vez instalados invitaron a sus amigos a verlos. Los cuadros no cosecharon más que asombro y escándalo en San Francisco, pero cuando los Stein fueron a Nueva York a tomar el barco que los llevaría de vuelta a Francia, "presentaron" los Matisse a sus conocidos y la recepción allí fue entusiasta. Entre otros, el pintor George Of les encargó que le compraran una obra de Matisse. Eso marcó el inicio de la amistad entre Michael, Sarah y el artista francés. Ellos consagraron a partir de 1907 su colección exclusivamente a Matisse y continuaron su papel de difusores de su trabajo en Estados Unidos. Enseguida aparecieron coleccionistas norteamericanos interesados en comprarle obra. La propia Sarah le presentó a Edward Steichen en 1907 y el encuentro tuvo como consecuencia la primera exposición de Matisse en Estados Unidos, en la Galería 291, que se realizó en 1908. Steichen organizaría dos más, una en 1910 y otra en 1912.

En 1908, Sarah incitó a Matisse a que abriera una academia y lo estimuló a que formalizara su concepción del arte, lo que el pintor hizo en Notes d`un peintre. También le presentó al especialista en arte bizantino Matthew Prichard, cuya reflexión sobre el arte decorativo tendría influjo en la pintura de Matisse.

Pero en 1914 Michael y Sarah perdieron diecinueve cuadros del período 1897-1909, que Matisse les había pedido prestados para su exposición en el Kunstsalon Fritz Gurlitt de Berlín. Al desencadenarse la guerra los cuadros fueron secuestrados, y Sarah y Michael se vieron obligados a venderlos precipitadamente. Para consolarlos Gertrude les cedió La Femme au chapeau que había quedado en su poder, y Matisse hizo sendos retratos de Michael y Sarah, una práctica excepcional en la obra del artista. Ellos comprarían más adelante dos telas mayores, La Baie de Nice y Le Thé dans le jardín, pero la colección ya no volvería a ser la misma.

FIN DE UNA ÉPOCA. El momento de oro de las tertulias de la rue de Fleurus fue la primera década del siglo. Los artistas que ellos patrocinaron con sus adquisiciones y su tarea de difusión, empezaron a ser cada vez más reconocidos alrededor de 1910. En 1909, Matisse logró el respaldo de la galería Bernheim Jeune, y en 1912 Picasso consiguió el auspicio de Daniel-Henry Kahnweiler. Sus cuadros se cotizaban a precios cada vez más altos, y Gertrude tuvo que reconocer que la mayoría ya no estaba a su alcance.

Tampoco tardó demasiado en dispersarse la colección que ella y su hermano habían comprado juntos. Gertrude consideraba que ella era el genio de la familia, que su literatura era el equivalente de la obra de Picasso en pintura, y sentía un cierto desdén por su hermano. A su vez, Leo no tenía ninguna afinidad con el estilo repititivo de su hermana, que le parecía pueril, y cuando en 1908 ella terminó The Making of Americans (que se publicaría recién en 1927), el desentendimiento se agudizó. En su Autobiografía de todo el mundo Gertrude escribiría años después: "Toda la cuestión se resumía en el hecho de que yo era el genio, y no había razón para eso pero yo lo era y él no, y eso fue el comienzo del fin, habíamos estado siempre juntos y ahora ya no estaríamos más juntos. Poco a poco no nos vimos más". El poco entusiasmo que Leo sintió frente al cubismo -que fascinaba a Gertrude- y la aparición de Alice B. Toklas en 1908, agrandaron la distancia con Leo. A él le interesaba especialmente la relación del arte moderno con la tradición, a Gertrude le interesaba la ruptura. En abril de 1914 Leo dejó definitivamente París y se instaló en Florencia. Antes de partir dividió con su hermana la colección común. Él se qudaba con algún cuadro de Matisse, otros de Cézanne pero no se llevaba ningún Picasso. El grueso de su equipaje serían dieciséis cuadros de Renoir, el pintor por el que más se interesaba por entonces. El resto lo vendió. De esa manera, se desmanteló una de las colecciones de arte moderno más importantes de la época.

A partir de 1916 Leo se hizo cargo de una columna de arte en The New Republic, pero no publicaría su primera obra The ABC of Aesthetics, hasta 1927, un libro que no tuvo la repercusión que él esperaba. Necesitado de dinero, en 1921 debió vender sus Renoir a bajo precio al coleccionista Albert. C. Barnes. El director de la Fundación Barnes escribiría años después que "(Leo Stein) fue el primero en reconocer el genio de Matisse".

El segundo libro de Leo Stein, Appreciation: Painting, Poetry & Prose, publicado en 1947, tuvo en cambio un éxito considerable. Pero pudo disfrutar poco de esa repercusión: Leo murió pocos días después de la salida del volumen. Alfred Barr, el primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York diría después que "entre 1905 y 1907, él fue sin duda el conocedor y coleccionista más perspicaz de la pintura del siglo XX en el mundo".

Gertrude y las guerras. Durante la Primera Guerra Mundial Gertrude y Alice decidieron quedarse en París. Participaron del aprovisionamiento de los hospitales de campaña, y de transportar heridos en su propio coche. Por esa tarea recibieron después de la contienda un reconocimiento del gobierno francés. Pero al culminar la guerra, el ambiente había cambiado. La amistad de Gertrude con Picasso se fue debilitando mientras transcurría la década del veinte. Celos, rivalidades artísticas con otros pintores, posiciones políticas diferentes hicieron que ambos se dejaran de ver.

Gertrude se dedicará desde entonces a la literatura, aunque será recién en 1933 con la Autobiografía de Alice B. Toklas -el más fácil de leer y el menos vanguardista entre sus libros- cuando adquirirá notoriedad pública como escritora. Invitada a Estados Unidos, hará una gira de charlas a propósito del libro, que se vende como pan caliente. Es la primera vez que consigue hacer dinero por su propia cuenta. La megalomanía de Gertrude alcanza entonces sus puntos más altos. Extremadamente celosa, no le gusta que ningún escritor sea alabado en su presencia. Cuando Sylvia Beach -la dueña de la librería Shakespeare & Company- resuelve editar el Ulysses de James Joyce, Gertrude y Alice dejan de visitar la librería. Ernest Hemingway contaba que si alguien quería ser invitado de nuevo a las tertulias de Gertrude, debía cuidarse de no hablar bien de Joyce en su presencia. En sus memorias falsas, ella misma escribe: "Es muy frecuente que los jóvenes, tan pronto han aprendido de Gertrude Stein cuanto ésta puede enseñarles, la acusen de orgullosa. Miss Stein, a eso, dice que sí, que tienen razón. Gertrude Stein se da perfecta cuenta de que, en la literatura inglesa de su tiempo, ocupa un lugar único. Siempre lo ha sabido, y ahora, además, lo dice".

Durante los años 20, las tertulias de pintores dan paso a las reuniones de escritores: es entonces cuando ella se relaciona -un poco como una tía mayor- con los escritores que bautiza como "la generación perdida". La expresión, según Hemingway tomada del mecánico de la Stein, que así se refería a los aprendices de su oficio, definía a los jóvenes escritores que habían hecho la guerra y reflejaban en su literatura el desencanto posterior a la experiencia: Fitzgerald, Dos Passos, Hemingway, Faulkner, Steinbeck.

En 1937, el dueño del estudio de la rue de Fleurus les reclama la propiedad y Gertrude y Alice se mudan a la rue Christine. Pasan largas temporadas fuera de París en la casa que tienen en Bilignin. Están allí cuando en el verano de 1939 preocupadas por los rumores sobre la inminencia de la guerra deciden hacer una rápida escapada a París para buscar enseres, ropa, los pasaportes y algunos cuadros. En junio de 1940 París es ocupada por los alemanes. Gertrude y Alice no podrán volver hasta 1944. Permanecerán en Bilignin, donde se salvarán de terminar en un campo de concentración gracias a amigos que las protegen y ocultan el origen judío de ambas. La escasez de todo y la falta de dinero obligan a Gertrude a vender algunos de los cuadros de la colección. Luego de la liberación podrán volver a París donde para su fortuna encuentran los cuadros restantes intocados por los alemanes.

Activa como siempre, en junio del 45 Gertrude viajará a Bruselas a dar charlas a los soldados americanos estacionados allí. En esa ciudad le diagnostican el cáncer que terminará con su vida el 19 de julio de 1946 en París, pocos días después de hacer el testamento en que le deja lo que queda de la colección a Alice.

Epílogo de una historia. Después de la muerte de Leo, sus pinturas de Renoir permanecieron en manos de la Fundación Barnes. A su vez, Sarah tuvo que ir vendiendo sus cuadros para pagar las deudas de juego de Daniel, su hijo menor. Gertrude había legado el retrato que le hiciera Picasso al Metropolitan Museum de Nueva York, y Alice había conservado el resto de la herencia, hasta que en 1960 los herederos de Allan Stein, el hijo mayor de Sarah y Michael, le hicieron un juicio para quitárselos.

El final de Alice fue, por lo menos, curioso. Compañera, secretaria, cocinera y asistente de Gertrude, fea y eternamente vestida de negro y con sombrero, siempre estuvo en la sombra de su amante, hasta que después de la muerte de ésta publicó un libro de memorias al que tituló El libro de recetas de Alice B. Toklas. Una de sus recetas se hizo famosa, el "Fudge de hashish" una mezcla de frutas, nueces, especias y cannabis. El libro se reeditó innumerables veces, fue una biblia para los hippies y hasta inspiró en 1968 el título de un film de Peter Sellers, I love you Alice B. Toklas.

Despojada de la herencia y expulsada de su apartamento de la rue Christine, Alice escribió en 1963 su autobiografía, Lo que se recuerda, que termina con la muerte de Gertrude. Cuatro años después moriría ella, también en París. La colección quedó dispersa hasta 2011, cuando gracias a museos de Estados Unidos y Francia ha sido posible ver, por primera vez reunido, un testimonio plástico impactante de aquellos primeros años del modernismo.

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