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Entre dos mundos

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Ma. de los Ángeles González

SI SÓLO se dijera que esta nueva novela de Andrea Blanqué (Montevideo, 1959), cuenta la historia de una joven culta que se hace empleada doméstica por necesidad, enamora al patrón y de ello resulta un embarazo imprevisto, se alentaría una idea engañosa de folletín o teleteatro. No hay tal simplicidad ni un final de cuento de hadas, aunque se recurra a un esquema casi arquetípico. "Nunca lograremos contar algo que no se haya contado", - escribió hace poco el argentino Héctor Tizón- . Lo que verdaderamente vale es el modo de narrar, y los hombres alcanzados por la narrativa, vuelven a ser niños a quienes no les disgusta volver a escuchar una y otra vez las mismas historias, para protegerse, historias que nos exaltan y a la vez dignifican".

En Atlántico se describe una pasión dominante, que es la pasión por la música. La protagonista, Lucía, es pianista. Es excepcional, como deben serlo las heroínas de las novelas. Pero también representa a miles de uruguayos que emigran a España escapando de posibilidades inexistentes y soñando un futuro mejor. Ha ido tras una beca y se queda en Barcelona, probando suerte para sobrevivir. Lo que tienta a Lucía no es el espejismo del consumo: deslumbrada por una cultura milenaria, explora la ciudad visitando antiguas catedrales mientras trabaja de mucama. Secretamente, también busca recuperar un pasado propio, la parte de una historia que le pertenece y, sin embargo, le es negada. Porque su apellido es catalán, como el de la autora, pero apenas conoce los nombres de sus bisabuelos y es una extranjera donde estos nacieron.

En varios sentidos, la novela narra un aprendizaje y la búsqueda de una identidad. El viaje iniciático terminará con un regreso a Montevideo. Sin embargo, la existencia de una hermana idéntica, casi una doble, despliega otro final posible para el viaje, ya que las dos historias se cruzan e intercambian. Las dos hermanas, inexpertas y a la vez demasiado maduras para su edad, descubren el amor en Barcelona. Pero nunca hay confesiones de amor, sólo cuerpos que "se han habituado el uno al otro con cierta desesperación". Los vínculos se consolidan mediante prácticas y rutinas, como en la vida misma. Tampoco hay despedidas desgarradoras ni promesas de reencuentros.

Una novela emblemática de la posguerra española, Nada (1945), de Carmen Laforet, se integra a la trama y alienta el paralelo entre ambos relatos, que narran el descubrimiento del mundo adulto y la solitaria lucha por encontrar un lugar en él, en clave femenina, aunque Atlántico nunca destila la amargura ni el desconcierto de Nada. En la novela uruguaya la realidad está transfigurada, gracias a una perspectiva que la distancia y la desrealiza: Montevideo es recordada desde Barcelona, Barcelona está contemplada desde la admiración del forastero. La niña que estudió piano en el conservatorio de un colegio de monjas, en un recinto del siglo XIX con un patio de techo de vitraux, o la joven que vive en un edificio con forma de barco, resultarían inverosímiles, si no pudiera comprobarse que esto puede ser, en Montevideo, rigurosamente cierto.

Hay una forma de concebir el mundo que es un sello de Blanqué: la bondad con que los personajes contemplan y son contemplados, la confianza gratuita que casi nunca defrauda, el azar feliz, la fortuna que sonríe a la honestidad y al talento, la desdicha y la pobreza como alimentos que fortalecen el ánimo, la disciplina y la austeridad como tónicos del alma, los hombres -y en especial, las mujeres- que se hacen a sí mismos contra la adversidad. El estilo y la concatenación de hechos desbordan optimismo, rozando la ingenuidad. Aun aspectos crueles del pasado fluyen amables en un relato que alterna la primera y la tercera persona, a medida que avanza sobre una única historia. El lenguaje es motivo recurrente. En España, la forma de hablar de Lucía es un estigma que delata su extranjería. Pero sólo en contadas ocasiones se hace referencia, por contraste, a la forma de hablar rioplatense, porque la autora opta por darle a las voces narradoras un vocabulario y formas de tratamiento peninsulares.

ATLÁNTICO, de Andrea Blanqué. Alfaguara, Montevideo, 2006. Distribuye Santillana. 304 págs.

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