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Extrañas alianzas

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Agustín Courtoisie

ESTE BREVE ensayo refleja típicamente el pensamiento contestatario de los años sesenta. Pero esa caracterización, con frecuencia utilizada para descalificar alguna idea por su talante utópico o inaplicable a la realidad actual, está más que justificada ante La objetividad y el pensamiento liberal de Noam Chomsky (Filadelfia, 1928). Porque esta original y contundente visión de dos etapas históricas que marcaron a varias generaciones (la Guerra Civil española y la guerra de Vietnam) pertenece realmente a aquellos años.

El ensayo original había sido publicado en inglés en plena guerra de Vietnam, y en su primera parte acusaba a los investigadores científicos y universitarios norteamericanos de que pese a su discurso progresista, habrían dado apreciable apoyo a la política de EE.UU. en Vietnam. Pero en España, el texto de Chomsky se publicó en 1969 despojado de su segunda parte, dedicada a analizar polémicamente la obra de Gabriel Jackson La República Española y la Guerra Civil (1931-1939). Su contenido continuó siendo lo suficientemente revulsivo como para postergar la primera edición completa en español hasta el año 2004, incluso cuando ya habían transcurrido casi tres décadas de la muerte de Franco.

SABROSOS ENEMIGOS. Noam Chomsky es un célebre lingüista y pensador comprometido, que hasta el día de hoy denuncia como "terrorista" la política exterior de los EE.UU. Y si se trata de adjetivos, como autor de La objetividad… tampoco tiene pelos en la lengua: califica de "subordinación contrarrevolucionaria" el comportamiento de muchos ingenieros, sociólogos, economistas y psicólogos estadounidenses que más allá de sus frases en apoyo de la democracia liberal y el respeto de la disidencia, colaboraron de hecho, o con sus declaraciones, con la política bélica de los EE.UU. durante la Guerra de Vietnam, deseosos de aplicar sus conocimientos sobre el terreno. Por ello Chomsky polemiza con figuras de la talla de Daniel Bell, Adam Ulam, o Zbigniew Brzezinski, por su adhesión al modo de vida americano y a la presunta generosidad de su política exterior.

Según el autor, la "idea crucial" de los "intelectuales moderados" de entonces, era oponerse a todos aquellos que en territorio occidental pretendían cambios sociales apelando a la violencia. Con su ironía característica Chomsky aduce que "cuando estos intelectuales deploran el uso de la violencia para lograr el cambio, lo que les parece alarmante no es la violencia en sí, sino más bien las acciones encaminadas a lograr el cambio social". Además, el autor los acusa de que, paradójicamente, se abstenían de aludir a la violencia, cuando se trataba del intervencionismo de EE.UU. (p. 18 y 19).

Por otra parte, y quizás olvidando mencionar la notable resistencia juvenil y cultural en EE.UU. contra la guerra de Vietnam, Chomsky enjuicia con mucha dureza a las universidades norteamericanas de los sesenta, por estimular la dinámica inherente a la profesionalización, y por su "conformismo" y "pasividad": "El impacto de la profesionalización es patente. El intelectual `ocioso` puede ocuparse de problemas por su interés o importancia inherentes, tal vez con escasa eficacia. El profesional, en cambio, tiende a definir sus problemas con respecto a la técnica que ha dominado, y tienen el deseo natural de aplicar sus habilidades" (p. 8). La denuncia de Chomsky abarca desde los científicos de la conducta humana, que creen estar en posesión de ciertas técnicas de control y manipulación, hasta los ingenieros que construyen bombas y misiles. Unos y otros "tenderán a buscar problemas para los que su conocimiento y sus habilidades puedan ser relevantes" y manifestarán desdén por las restricciones en la aplicación de esas habilidades que exija la opinión pública nacional o internacional.

El encono de Noam Chomsky contra el desempeño de los EE.UU. durante aquel período, puede reflejarse en los pasajes que selecciona para comentar en un informe de la Agency for International Development (AID) que sugería moderar el comportamiento del Ejército de la República de Vietnam -aliados de EE.UU. en la lucha contra los comunistas del Vietcong- . El autor se hace eco de un relato estremecedor: numerosos civiles fueron testigos de que el jefe de una compañía mató un prófugo, le sacó las vísceras, "cogió su corazón y su hígado y mandó que se lo cocinaran en un restaurante". Luego, "varios soldados se los comieron".

ILUSIONES LIBERTARIAS. En la segunda parte del libro Chomsky denuncia otra extraña alianza aún más insólita, perpetrada durante los inicios de la Guerra Civil española: la de los comunistas y republicanos liberales o conservadores, en desmedro de los anarquistas, de los socialistas y de la revolución en ciernes (en involuntario favor, claro está, de las huestes de Franco).

Según Chomsky, y sin que ello le impida reconocer sus demás méritos, la obra de Gabriel Jackson La República Española y la Guerra Civil (1931-1939) revela una "ausencia de objetividad" muy significativa: "es característica de la postura adoptada por los intelectuales liberales (y comunistas) ante los movimientos revolucionarios que son espontáneos y escasamente organizados, pero que surgen para dar respuesta a las profundas necesidades y a los ideales de las masas desposeídas" (p. 58). Además de cuestionar a Jackson, Chomsky polemiza frontalmente con Eric Hobsbawm y los historiadores que le siguen en cuanto a culpar a los anarquistas del fracaso de la revolución social en España. En la vereda opuesta, el autor de La objetividad… sostiene que "en los meses que siguieron a la sublevación franquista en julio de 1936, tuvo lugar en gran parte de la geografía española una revolución social con un alcance sin precedentes hasta la fecha" (p. 59). Esa revolución, insiste Chomsky, no fue derrotada por la complejidad de las transformaciones emprendidas en medio de una economía de guerra, sino que fue aplastada por los comunistas españoles (que respondían a directivas soviéticas), contra los socialistas y anarquistas.

La colectivización de la industria y el comercio en Barcelona, las 450 cooperativas de Aragón con medio millón de miembros, las 900 de Levante (70% del mercado de la región agrícola más rica de España), las 300 de Castilla, con 100.000 miembros, las experiencias en menor medida, pero igualmente significativas, de Cataluña, Asturias, Extremadura y Andalucía, sugieren el vasto experimento social que fue abortado poco tiempo después. El autor recuerda que esta revolución desatendida por los historiadores comunes respetó la libertad de expresión y se aferró a ciertos principios. Según declaró Federica Montseny en enero de 1937, "los anarquistas han entrado al gobierno para impedir que la revolución se desvirtúe, y para que perdure después de la guerra, y también para oponerse a toda tentación dictatorial, venga de donde venga". Pero las ilusiones libertarias ya estaban condenadas, por "la destrucción de los comités locales, la sustitución de la milicia por un ejército convencional, y el restablecimiento del sistema social y económico pre-revolucionario". Siempre según Noam Chomsky, "los ejércitos comunistas arrasaron Aragón", destruyeron cooperativas, desmantelaron organizaciones y sometieron la zona al control del gobierno central (p. 63).

El resumen del autor es dramático e inesperado: "El período que va desde el verano de 1936 hasta 1937 fue de revolución y contrarrevolución: la revolución fue en gran medida espontánea, con una participación masiva de campesinos y obreros anarquistas y socialistas; la contrarrevolución estuvo dirigida por los comunistas, y el Partido Comunista representaba cada vez más el ala derecha de la República".

LA OBJETIVIDAD Y EL PENSAMIENTO LIBERAL. Los intelectuales de izquierdas frente a la Guerra de Vietnam y a la Guerra Civil española, de Noam Chomsky. Península/ Atalaya, Barcelona, 2004. (Distribuido en 2005 por Océano). 142 págs.

La revolución ignorada

La documentación de Chomsky es abrumadora. Por ejemplo, las notas bibliográficas trece y catorce (p. 123-124), enumeran las honrosas excepciones de aquellos que reflexionaron sobre la revolución anarquista de 1936-1937: Hugh Thomas, Pierre Broué, Émile Témime, Daniel Guérin y Karl Korsch. En esa lista se destaca, naturalmente, la obra publicada por una editorial anarquista que parecen ignorar los eruditos: Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolución española de Agustín Souchy Bauer. La primera edición es de 1937 (y fue vuelta a editar en Barcelona en 1977). No debería llamar la atención que el propio libro de Chomsky, en su versión española completa, tampoco haya suscitado mayores comentarios.

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