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Circo

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GERARDO SOTELO

La Secretaría del Ambiente de Paraguay, una oficina de rango ministerial, prohibió la semana pasada las exhibiciones circenses con animales. Ambientada en una agenda vinculada a la sensibilidad que llega a nuestro continente con cierto retraso, la decisión busca mitigar el trato cruel sobre los animales así como su tráfico. Manifestaciones en un sentido similar suelen verse en nuestro país cada vez que un circo visita Montevideo así como en cada celebración de las tradicionales jineteadas de Turismo.

¿Es razonable que se consagre la vida a la causa de los animales cuando hay tantos seres humanos sufriendo cosas peores? ¿No debería considerarse a las vacas y los caballos como seres dignos de las mismas salvaguardas que los elefantes o los tigres de Bengala? ¿Habrá que prohibir también las jineteadas, los raides hípicos y la matanza de bovinos en los frigoríficos?

Si alguien cree que estamos ante una muestra de evolución ante el sufrimiento de nuestros hermanos mamíferos se equivoca. La producción de carne bovina se encuentra entre los principales rubros de exportación de la economía paraguaya y así seguirá ocurriendo. La sensibilidad de la Secretaría de Estado ante el sufrimiento animal no llegó tan lejos como para prohibir esta matanza sistemática de rumiantes y ni siquiera alcanzó como para ilegalizar las jineteadas ni mucho menos las carreras de caballos.

Hay quienes creen que defender la integridad física de los animales es un indicador de sensibilidad humana. Muchos, incluso, llevan sus convicciones a una dimensión gastronómica y se niegan a comerlos, privándose no solo de asados y pulpas sino también de leche, huevos y demás derivados. Vegetarianos célebres fueron gente tan dispar como Mahatma Gandhi, Leonardo Da Vinci y San Francisco de Asís pero también Adolf Hitler. De hecho, su secretaria personal contaba también que el sanguinario cabo austríaco exhibía un afecto y consideración por sus perros que no tuvo con sus congéneres, refutando así la antigua tesis que señalaba a los defensores de los animales y a los vegetarianos como portadores de alguna condición moral, ideológica, psicológica o sensible superior.

La semana pasada Paraguay también fue noticia porque su presidente, el ex obispo católico Fernando Lugo, hizo un nuevo reconocimiento de paternidad, consecuencia seguramente de un exceso de celo pastoral. Lugo tiene una consistente preferencia por embarazar mujeres de condición pobre, laboral y espiritualmente dependiente de su alta investidura. Como si estas hazañas amorosas no fueran suficientes, el presidente paraguayo ha sido acusado de violar, además de embarazar, al menos a una joven mejor de edad. Las organizaciones defensoras de los animales no parecen demostrar mucho interés en este tipo de vejámenes, aunque no puede decirse sin faltar a la verdad, que sean cómplices ni indiferentes. Es solamente que, siendo los derechos humanos tan violentados por todas partes (especialmente el de estas mujeres paraguayas) su defensa no luce tan cool como la del resto de los mamíferos.

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