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Un concierto de apertura con brillos de solistas y la orquesta

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Concierto de la Russian National Orchestra

FICHA

Director: José Serebrier. Solista: Alexei Bruni (violín). Programa: "Serenata para cuerdas op 48" y "Concierto para violín y orquesta op 35" de Tchaikovski; "Sinfonía N° 4 op 48" de Glazunov. Organización: Centro Cultural de Música. Sala: Auditorio Nacional Adela Reta, sábado 28 de abril.

El concierto inaugural de la temporada 2012 del Centro Cultural de Música en el año en que se cumplen sus 70 años de existencia, estuvo marcado por la presencia de la estupenda Orquesta Nacional Rusa dirigida por el maestro uruguayo José Serebrier.

Aquel niño precoz que naciera en Montevideo un 3 de diciembre de 1938 en el barrio de la Curva de Maroñas hoy es reconocido a nivel mundial por su trayectoria como director y compositor. Serebrier recibe su primera formación académica en nuestro país a través de tres grandes maestros como lo fueron Vicente Ascone, Carlos Estrada y Guido Santórsola. A través de una beca a los Estados Unidos ingresa en el Curtis Institute y en Tanglewood vinculándose así a la vida musical de este país.

La Serenata para cuerdas de Tchaikovski fue estrenada el 21 de noviembre de 1880 en un concierto privado del Conservatorio de Moscú. Si bien la terminología usada por el compositor alude al género camerístico, esta fue pensada como una obra sinfónica para cuerdas. Serebrier dio una interpretación extremadamente metronómica, lo que contribuyó a que a esta partitura le faltara el vuelo que requiere.

Luego se escuchó el famoso Concierto de violín de Tchaikovski, que en estos últimos tiempos cobrara más difusión a través de la película El concierto, del director rumano Radu Mihailenu. El Concierto para violín fue estrenado en Viena el 4 de diciembre de 1881 por Adolf Brodsky y dedicado por su autor al eximio violinista Leopold Auer. El solista Alexei Bruni, que también se desempeñó como concertino de la Russian National Orchestra, es un artista que se da el lujo de convertirse en virtuoso sin dejar nunca de ser músico. Su versión de este concierto fue deslumbrante, no por el brillo de sus artificios técnicos, que fueron expuestos por una pulcritud ejemplar, sino por la musicalidad absoluta de su enfoque y por su extraordinaria expresividad, sin tener que hacer concesiones fáciles al efectismo. Su interpretación -a diferencia de la mayoría de las que hemos escuchado- fue intimista y de un virtuosismo controlado, donde no hubo los famosos arrebatos violinísticos que normalmente se ven en esta obra. En la larga y complicada "cadenza" mostró un total domino técnico acompañado de un fraseo musical inigualable. Bruni arranca de su violín una calidad sonora de una pureza electrizante. El público lo ovacionó con sus cálidos y numerosos aplausos que llevaron al artista a realizar un bis. Aquí el violinista presentó una pieza de su autoría pero debido a la distancia que separaba a este cronista del escenario no se pudo escuchar claramente su nombre. Por su parte la orquesta estuvo a la par del solista brindando un acompañamiento acorde a la versión elegida por el intérprete, que prefirió ejecutar tanto el primer como el tercer movimiento notoriamente más lento de lo que estamos acostumbrados a escuchar.

Después del intervalo se presentó en primera audición para nuestro país la Sinfonía Nº4, de Alexander Glazunov. Este compositor que fuera alumno dilecto de Rimsky-Korsakov demostró estar dotado de un talento extraordinario para la música orquestal. A los 17 años estrena su primera sinfonía y dos años más tarde Franz Liszt la hace presentar en Weimar siendo el primero en mostrar al mundo el talento de Glazunov. Este compositor consiguió conciliar el occidentalismo de Tchaikovsky con la vena nacional del Grupo de los Cinco. Su preferencia por las formas clásicas de la música instrumental le ha valido el apodo del "Brahms ruso". Su Cuarta sinfonía dedicada al compositor Anton Rubinstein fue estrenada el 22 de enero de 1894 siendo la orquesta dirigida por Rimsky-Korsakov. Es una sinfonía de dimensiones más modestas que las dos anteriores (consta sólo de tres movimientos) pero de una riqueza y de una madurez incontestable. Fue resultado de una crisis que el autor vivió en los inicios de 1890 debido a una gran insatisfacción consigo mismo, que lo llevara al alcoholismo.

Aquí se notó la predilección de Serebrier por esta sinfonía, ya que el director dejó de lado la estricta precisión metronómica para mostrar una expresividad que hasta ese momento estaba ausente. El público lo percibió, prueba de ello fueron sus efusivos y numerosos aplausos que obligaron a la orquesta a brindar dos excepcionales bises. Primeramente fue el hermoso tango Oblivion del compositor argentino Astor Piazzolla, que fuera escrito para la banda sonora del film Enrique IV, de Marco Bellocchio, realizado en 1984. Poco tiempo después de la muerte de su autor este tango recibió el premio Grammy a la mejor composición instrumental. Aquí se destacó como solista Vitaly Nazarov, primer oboe de la Russian National Orchestra, que ofreció una magnífica interpretación de la obra. El segundo bis fue la famosa Danza eslava Op.72 Nº 2 de Dvorak que sirvió como broche final a esta espléndida velada.

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