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No se puede...

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Vivimos tiempo de blandura, de autocomplacencia. No valoramos en su justo término el coraje de quien emprende algo, el riesgo que corre desde el punto de vista personal ni los altos dividendos que puede ganar la sociedad con su triunfo.

Más aun, parecería que el éxito ajeno no es una forma de señalar caminos de superación, de aliento para los indecisos, sino, en cambio, una prueba de que alguien nos explota, lucra con nuestras deficiencias y carencias y, por tanto, merece una condena ética. Así en lugar de surgir sentimientos de sana emulación surgen resentimientos de envidia.

Nos compadecemos a nosotros mismos.

Propiciamos un asistencialismo carente de la contrapartida productiva que podría dar lugar a un legítimo orgullo por la tarea realizada. Buscamos el facilismo en la acción individual tanto como en la colectiva. La exaltación del esfuerzo, de la lucha contra las dificultades o contra las situaciones adversas, la disciplina como método, no forman parte de nuestra escala de valores. No estamos templados por el rigor. Al contrario, predomina entre nosotros una especie de conmiseración poco racional y demasiado infecunda.

Es el resultado de la doctrina del "pobrecito", aplicada en todos los órdenes de nuestra vida pero, sobre todo en el sector estudiantil. En consecuencia, formamos futuros adultos habituados a la tolerancia hacia sus propios pensamientos y conductas e incrédulos ante la severidad y la imparcialidad que emanan de la justicia.

Nos preocupa que todo esto ocurra en nuestro pequeño país porque lo inhabilita para sintonizar el ritmo del siglo XXI.

Un siglo y medio atrás, Abraham Lincoln tuvo que encarar problemas que también afectaban las posibilidades de desarrollo de una compleja sociedad que nacía muy pujante y ambiciosa. El decálogo que reproducimos a continuación -quizá un tanto economicista- sigue teniendo vigencia en la mayoría de los países subdesarrollados y, aun, en los llamados emergentes. Son conceptos que, pese a los años, no han perdido actualidad.

1) No se puede crear prosperidad desalentando la iniciativa privada.

2) No se puede fortalecer al débil debilitando al fuerte.

3) No se puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes.

4) No se puede mejorar al pobre destruyendo al rico.

5) No se puede elevar al asalariado oprimiendo a quien le paga su salario.

6) No se puede resolver los problemas mientras se gaste más de lo que se gana.

7) No se puede promover la fraternidad y el progreso de la humanidad promoviendo e incitando el odio de clases.

8) No se puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado.

9) No se puede formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia, su libertad, su iniciativa.

10) No se puede ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos.

Y como corolario, este pensamiento de Lincoln: "La humanidad no ha aprendido aún a no caer en excesos y desafortunadamente ignora la moderación".

Estas máximas son de disímil relevancia pero ello no quita que no puedan exponerse en escuelas y liceos de todo el país y ser comentadas por los docentes. Ya que tanto se habla de la necesidad de inculcar valores a través de la educación, el gran luchador norteamericano contra la injusticia social y racial nos brinda la posibilidad de exponer y discutir sus conceptos mediante una coparticipación activa de todos los integrantes de las aulas.

Probablemente, nos ayuden a enriquecer nuestra visión del mundo con una cuota de realismo de la cual hoy carecemos.

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